Hace unos días salía una entrevista al grupo ganador del premio municipal “Málaga Crea Rock”. Una cosa de estas que hace el ayuntamiento para apoyar a gente y eso. En fin, un incentivo para que jóvenes artistas sigan creando y tal. Bueno, la cuestión es que los jóvenes creadores musicales decían –en tono despectivo y feucho- que en Málaga la gente solamente iba a un concierto cuando venía Bisbal. Yo no estaba presente en la entrevista –igual me equivoco- pero si bien es cierto que Don David no es Santo de mi devoción, menos aún lo son las personas que, sin presentar una cosa atractiva, sean capaces de despreciar productos consolidados que funcionan.
Siempre ha sido fácil en algunas parcelas artísticas usar el clásico recurso del desprecio hacia aquellos que no entendemos cuadros con manchas, performances con bragas color carne y pieles blancas o música que te deja peor cuerpo que chupando una llave oxidada.
Parece ser, tras haber escuchado las tonadas, que igual hay cierto atisbo de superchería entre los profesionales del arte cuando no cuajan sus faenas y buscan echar la culpa a los que realmente triunfan.
Algo parecido he podido ver durante algún tiempo en el mundo de los toros. Y ha sucedido en Málaga. En su plaza y alrededores.
Los toros.
Sin duda, una de los eventos más relevantes que se suceden en los días de feria en nuestra ciudad es el racimo de tardes de toros que nos arrancan cada año. Tras la compleja y extraña marcha de Chopera –Que no espantá. O sí. No sé.- Llegaron personas cercanas. Más interesantes y que hablaban un idioma parecido al nuestro.
El primer año de tester sirvió para darse cuenta que la olla tenía más lumbre, no se volcaba para ningún lado y que había intención de hacer de comer.
La Malagueta estaba extrañada. Venía de hacer sin hacer. De baratijas. De carteles imposibles o de toros que bien pudieran ser caballitos de madera al lado de un gato cabreado. Quedan ya en el recuerdo los años de señalar al empresario, girar un poco, señalar al torero, girar otro poco y señalar al ganadero para ir echando culpas por el fracaso de los festejos.
José Cutiño, sevillano de Sanlúcar la Mayor, es el actual empresario de nuestra plaza y ha tenido la capacidad de presentar un producto completo, compacto y que sobre el papel era muy bueno. No había objeciones. Estaba todo lo que puede y debe estar.
Estaba un torero sólo con muchos toros grandes –qué fea la palabra encerrona-, estaban los toreros de Málaga –y también Málaga con su trato absurdo a sus toreros-, estaba las grandes figuras –algunas como figuras y otros como figurones- y estaba José Tomás. Impresionante. Estratosférico. Espectacular. Lo nunca visto. Y no me refiero al torero. Me refiero a la cantidad de coches caros que se agolparon en el paseo de Reding para verlo torear.
Lo que ninguna empresa importante del tejido malacitano ha podido, lo ha conseguido un torero. Reunir a presidentes de bancos y grandes empresas eléctricas. A gente rica de verdad. Todo eso y más lo hace Tomás.
Pero acaba la feria, hacemos un repaso a lo visto y vivido y nos quedamos con cositas. Soplidos. Mijitas. Nos agarramos a cosas muy puntuales para justificar un todo enorme.
¿Es normal que habiendo todo bueno –plaza, empresario, carteles, toreros, gente- solamente salgan esas escasas gotitas de néctar? ¿Tan difícil es ver grandes tardes? ¿Por qué tan sencillo ver toros apagados hasta en las mejores corridas?
¿Qué sucede para que un toro escogido a dedo para el mejor torero del mundo se apague y no valga para nada? ¿Cuánto supone para un espectador que ha pagado mil euros por ver los toros que José Tomás no pueda hacer nada con el primer lidiado en Málaga este año?
No me imagino un concierto en el que no funcione el micro durante veinte minutos. Pero tampoco imagino a un promotor musical comprando a propósito un micrófono que funcione mal.
Algo debe cambiar y en el mundo taurino todo lo cubre una nebulosa donde las únicas verdades son las que atraviesan las piernas de los toreros y las puntillas que acaban con el animal.
Málaga ha cumplido en todas sus partes y ya no caben reflexiones inculpatorias por lo bajini como la de los muchachos que cantan –o algo así- rock. El que monta la historia ha comprado todo en los mejores sitios y tal y como le dijeron. Lo ha montado siguiendo las instrucciones al dedillo y ha funcionado a las mil maravillas –estoy convencido- en la parte empresarial. Igualmente habrá funcionado con los toreros que han disfrutado de una plaza siempre rebosante y han cobrado cristianamente. Hemos visto la nueva vieja Malagueta. La de las grandes tardes con mucho ambiente pero también la de algunos sinsabores sin tener claro de dónde viene el problema y si realmente hay alguien a quien culpar.
Alguien sabrá de dónde viene que tantos toros no den la cara en Málaga, en Sevilla o en Pekín. Pero así, a la larga, puede que todo se vaya apagando de la misma manera que lo hacen algunos animalitos que no debieran morir pues en el cuerpo a cuerpo con el torero ellos ni siquiera están presentes.
En cualquier caso la Malagueta ha brillado. Ha funcionado el boca a boca y la crisis ha debido coger por la circunvalación porque no se le ha visto pasar por el paseo de Reding. Y fíjate qué cosas, que hasta los anti taurinos no han ido a la corrida potente a montar bronca en la puerta. Eso sí, han dejado unos garabatos en las paredes como medida valiente y seria de protesta.
Aquí acaba mi feria taurina. Pero no la doy por finalizada sin hablar de la terrible vergüenza ajena que paso cada vez que el distinguido público se dirige con protestas a la presidencia de nuestra plaza.
Es habitual encontrarse con decisiones de Ildefonso del Olmo y Ana María Romero que no son del gusto de los presentes –Yo sé poco de toros y por lo general prefiero el defecto al exceso así que no encuentro el problema-.
En cualquier caso, cada uno es libre de opinar a razón de su criterio y mostrar, si no le da vergüenza, su descontento de la manera digna que considere oportuna.
Pero lo que no soporto es a los babosos, ineptos, analfabetos y mequetrefes que, a la hora de protestar a la presidenta Ana María Romero, se dirigen a ella gritando espuma podrida digna de cualquier machista desgraciado.
Me llama la atención que un grito de mono a un negro en un campo de fútbol o concierto suponga multa y el cierre del campo, pero que mandar a fregar a una mujer, decirle guarra o analizar su vestido no tenga ningún tipo de relevancia.
Es un mundo complejo el de los toros donde hay sectores que aún huelen a cerrado pero ni Málaga, su plaza y sus gestores deben permitir que se mantenga esa tónica habitual de tratar, no siempre de la manera adecuada, a nuestra presidenta por el hecho de ser mujer.
Hay un año para intentar mejorar la bravura de los toros que vienen a la Malagueta. Y como al fin y al cabo se trata de una lotería que no se descubre hasta que se enfrentan al torero, yo apuesto por ir fichando a los tarados machistas que se cuelan en nuestra plaza y ponerlo frente a los toros dudosos. Ahí hablaremos de machos y nos limpiaremos de mamarrachos.
Viva Málaga.
Los antitaurinos no estuvimos en la plaza de Toros porque la delegacion de gobierno nos lo impidio, porque «supuestamente» habia convocada una manifestacion taurina el mismo dia y a la misma hora. Manifestacion que no se celebro, claro, porque era falsa.
Empiezan a tener miedo de que casualmente, se quebrante vuestra moralidad de torturadores.