Yo no voy a escribir del metro. No. Me niego. Y no por falta de ganas. Bueno sí. También. Pero realmente me da igual ahora mismo. Me importa poco y, total, no lo voy a usar a no ser que vaya de goleor profesional como el 99% de los pasajeros, así que fuera. Al siguiente. Que paso del tema.
Y paso porque hay algo mucho más importante y que en Málaga no se está tratando. Algo que nos hace los veranos malos o buenos. Un elemento que distingue a una ciudad costera entre buena, mala o indeseable: Los chiringuitos.
Realmente la cuestión no es analizar los chiringuitos de la ciudad, sino reconocer la labor de unos señores –desconocidos por completo por un servidor- y que consiguen que las noches de verano aún merezcan la pena.
Tras las últimas remodelaciones, leyes de costas y demás descargas de los mandatarios, la capital ha sido desprendida de los chiringuitos clásicos de toda la vida. Los de caña, pisando arena y con su plato de Duralex. Magníficos. Los chiringuitos de verdad.
A día de hoy, podemos hacer una división mental de los chiringuitos malacitanos. En la zona este de la ciudad pasamos de los populosos de la playa del dedo hasta los más arreglados de la caleta pasando por los intermedios de Pedregalejo con Miguelito el cariñoso y el Morata como referencias muy buenas y personalísimas de un servidor. Justo cuando acaban los Baños del Carmen. Stop. –Los Baños del Carmen que se ha venido arriba porque le han colocado tres sombrillas y un césped de plástico para vender copas-. Calma amigos. Que aquello sigue estando destrozado y ahora no os vayáis a creer que está de modísima. Que no. Que aquello está igual pero te hacen pensar que es lo máximo para que, no sé quien aunque me lo imagino, venda sus alcoholes.
Sigamos. Justo cuando acaban los Baños del Carmen llegamos a la zona compleja. A la de la Caleta que, tras la remodelación última de eliminación de chiringuitos y construcción de bunkers de la segunda guerra mundial ha concebido un nuevo modelo de chiringuito. Una mezcla entre barecito pijo, tienda de muebles de cocina modernos y sala de espera de ambulatorio del SAS recién construido.
En cualquiera de los casos, al pasar por ellos te das cuenta que son maravillosos. Copas buenas. Mobiliario potente. Tarima en el salón de dentro. Musiquita suave. Carta bonita. Mesas buenas. Mantel de tela si encarta. Lámparas. ¡Lámparas! Unas sombrillas así muy finitas y muy abiertas. Que si un muñeco grande de Buda. Sí. Buda. De la Virgen del Carmen a Buda. Unas cristalerías….Unas Vajillas…Qué cosa madre mía… Es de todo menos un chiringuito.
Antes de llegar a la zona oeste pasas por La Malagueta que aún mantiene los semi modernos de antaño pero que en algunos casos ha pasado a mejor vida para convertirse en un barecito en la playa más que en un chiringuito. El otro día paseando con mi perro Benito, al que ya entrevisté en su día, observé cómo de todos los quedan en la zona el único que subsiste es uno denominado Sicsú. Había gente. Mucho espeto clavado y movimiento en la cocina. Eso solamente puede ser señal de una cosa: Hacen las cosas bien.
Al cruzar el ¿río? va poniéndose la cosa calentita. Calentita pero perdida. Y es que los clásicos merenderos de Huelin y la Misericordia pasaron a mejor vida y Escribano o María ahora son similares a los de la Caleta pero en otro estilo. Algo más feíllos. Ahí no hay Budas y mantienen a la Virgen del Carmen pero el rollo viene a ser el mismo. Han perdido gran parte del atractivo. Ya no te limpias las manos con un pedazo de limón. Ahora te dan toallitas. Sí. Toallitas en un chiringuito de playa. Y he llegado a ver, ojo cuidado, platos de sardinas con guarnición. Sí, sí. Guarnición. ¿Pero esto qué es? En fin. Que mantienen sabor pero si no eres de Málaga y no vives del recuerdo, los chiringuitos de la zona te pueden decepcionar y es que, sentarse a muchos metros de la playa, en un cercado con una tierra muy negra que parece la caja de un gato, deja mucho que desear para el barrio más marinero –con permiso de El Palo– de nuestra ciudad.
Pero ahora llega él. El motivo de toda esta historieta. Llega contarles algo que no debería porque ahora seguro que van y me molestarán a mí. Y es que aún hay en Málaga un lugar puro. Un chiringuito de esencia. Un clásico. Un Jurassic Park de los espetos. El santo grial de la ensaladilla de pimientos. El chanquete -chino- pero bien frito. El calamar espetado con su majaíllo de perejil, ajo y aceite. Las almejas de Málaga. Sí, de Málaga. De las que no son grises sino marrón clarito. Es el paraíso. El chiringuito malagueño por antonomasia. Y está en Sacaba.
El último de Málaga. Si ustedes circulan hasta el final del litoral malacitano se toparán con la playa de Sacaba y un último chiringuito. Sin luminosos. Sin iluminación ostentosa –porque vender espetos y ser ostentoso es de traca-, con tierra para aparcar. Con aparcacoches simpático al que le debes dar el eurito y ese ir y venir de coches en la oscuridad con los neumáticos y amortiguadores rezando a San Cristóbal por los pedruscos y baches hasta conseguir la meta.
Es un lugar que debería estar protegido por la Unesco como patrimonio de la humanidad. O al menos de la identidad malagueña y andaluza. Un chiringuito con todas las letras. De los de toda la vida. Con caña. Con arena en el suelo. Con bandejas de acero inoxidable. Con la única decoración posible en el plato de un cuarto de limón. Con sillas de publicidad y espetos de verdad –no de acero inoxidable- para hacer el pescado.
Les hablo de la catedral de las manolitas. Que en cuanto los ojos pierden el brillo y salen al plato. Con pulpitos de Málaga en espeto. Con el respeto más absoluto por la fritura de Málaga. Es el mejor chiringuito de la capital con tal distancia del resto que me atrevo a escribirlo aquí. Y lo mejor de todo es que no sé ni cómo se llama. Pero ni falta que hace. Solamente sé que es el último. El perdido. El más apartado.
Con su mantel de papel y sus enganches de plástico para que no se vuele.
No me he fijado pero seguro que al lado del señor que está liado con los espetos hay un perro. Y si no lo hay lo ha habido.
Hagan el favor y déjense de historias con los chiringuitos. Menos masajes y gin tonics con cosas dentro y más no perder lo propio. Que sitios de esos ya hay muchos.Pero lugares como el chiringuito de Sacaba no hay ni uno más. Hagan el favor de ir. Les podría decir que comentaran que van de mi parte pero ni me conocen ni yo a ellos. Pero les aseguro que saldrán felices. Oliendo a candela, sardinas y limón. Que es como se ha olido siempre al salir de los chiringuitos en esta tierra. No oliendo a Buda, incienso y ni inventos de mier… ¡uy!
Viva Málaga.
El chiringuito de Sacaba
30
Jul
Los Baños del Carmen está de modísima. Que SI.
Se llama el litoral
Es el mejor sin duda y mantiene toda la esencia malagueña
Hola Gonzalo gracias por tus palabras por describir nuestra casa como es por levantarnos el animo a todos los que trabajamos alli 32 familias ni mas ni menos aunque eso a la junta no les importe no quieren mas mesas cargandose asi nuestra cultura vivimos del turismo pero eso no lo entienden bien dicen que no somos chiringuitos y los demas si ….Gracias y vuelve pronto pero esta vez presentandote .Viva malaga!!
Del metro no hablan los pijos, capillitas y herederos de la comodidad de no dar ni un palo al agua
Ese chiringuito al que llevo años haciendo visitas, en invierno y en verano. A ese chiringuito al que me acerco cuando tengo compromisos de trabajo o amigos que no son de aquí, les enseño lo que queda de nuestra esencia y me piden volver. A ese chiringuito, que buscando cualquier motivo que celebrar me acerco. Donde una gran y enorme familia se gana la vida con mucho esfuerzo, trabajo y siempre con una sonrisa. Ya esta bien, dejen que los malagueños podamos seguir presumiendo de los últimos chiringuitos que nos quedan, de los auténticos. Dejen que sigamos añorando esos veranos con los abuelos y todos los nietos pellizqueando las sardinas llenitos de arena, y vuelta al mar. Un abrazo para todos
Sin duda el ultimo chiringuito de playa autentico de Malaga.
Disfrutenlo…!!!
Sacaba es la catedral del chiringuito. Porque a los que nos gusta un buen espeto no necesitamos ni un Buda ni unas camas balinesas llenas de petard@s.
Un almeriense