Marqués de Beefeater

15 May

LVMM
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Qué rara es Málaga. Es rara a morir. Pero rara, rara, rara. Rara a niveles insospechados. Rara como La Noche en blanco o más. Y es tal la rareza de nuestros convecinos que hay situaciones y momentos en los que uno no se llega a explicar los acontecimientos.

Málaga parece Itálica. Vivimos entre ruinas por el centro. En diferente nivel de conservación pero siempre con el toque ruinoso que nos da ese sabor único de mezcolanza entre Cuba, Dubrovnik y  el portal de Belén.

Lo curioso de todo es que, aún así, el ciudadano medio no percibe la situación real de la ciudad. Nos han puesto gafas mal graduadas y además hemos dejado que nos las coloquen. Pero es que hay más. No solamente nos las han puesto sin permiso sino que hemos sido capaces de afirmar que vemos estupendamente. Que qué maravilla de gafas. Y así nos va.

Estamos llegando a nivel de ceguera tan sofisticado en el que ya nada importa salvo ver la parte buena de las cosas. Y ojo. Que es fenomenal ser positivos. Pero si su hijo dice jatón, jueda, jobejto y jamo de flojes, sería bueno comenzar a plantear la posibidilidad de ir pidiendo cita en el logopeda. Estamos en la Málaga en la que nos podemos flores de colorines en un puente para que no veamos la basura de río que tenemos.

Nada más lejos de la realidad en la capital de la costa del sol. Aquí si algo sobra es categoría, positivismo y gafas mal graduadas. Porque vaya oftalmólogo nos hemos buscado. El de las lupas limpias para ver la autopromoción pero muy sucias si uno aprecia la realidad. El de las Málagas que funcionan y las aplicaciones móviles pagadas por varios millones de pesetas. Que sí. Que está muy bien. Que bravo por ellos y especialmente bravo por la agencia a la que le hayan encargado el pastel.

Pero hay más que no vemos o que, peor aún, no queremos ver. Sin ir más lejos, ahora la moda pasa por criticar una publicidad en el andamio que cubre un edificio del centro.

El de La Equitativa, es un inmueble construido en Málaga en 1956 sobre el solar en el que anteriormente se situaba el palacio de la familia Larios. Como es lógico, nuestra ciudad nunca ha abandonado esa bonita tradición de cargarse cualquier vestigio de historia para, posteriormente construir un bodrio. En este caso, el edificio no es tal basura puesto que la torre de inspiración islámica que corona la construcción hace que se pueda aprobar la asignatura. De lo contrario nos encontraríamos con un bloque no bonito en uno de los lugares más importantes de toda la capital.

Justo antes de Semana Santa, se comenzaba la construcción de la estructura de andamios que recubre el edificio con el fin de remozarlo en sus fachadas. A ciencia cierta no queda claro con qué fin se está realizando esta obra puesto que aún no sabemos bien del todo si se convertirá en un hotel y si sus dueños son españoles, chinos, alemanes o de Benarrabá.

De lo único que tenemos constancia es de que se está limpiando y arreglando la fachada y por ello deberíamos estar bailando verdiales a diario en la puerta con alegría y entusiasmo. Pero no. Estamos enfadados y criticones.

Y es que resulta, maldita sea, que los dueños del edificio han decidido vender su espacio de fachada a una empresa para que la explote poniendo publicidad. Sí. Publicidad. Lo normal y lógico que se hace en todos sitios. Y resulta, casualidades de la vida, que en este caso se trata de una publicidad –muy bonita por cierto- de Beefeater. Sí. La Ginebra. Ginebra como Larios.

Cisma local. Oh qué mal. Oh qué pena. Oh qué granujas. Tiene tela el Ayuntamiento. Hay que cumplir las normativas… y así un largo etcétera de frases ambiguas que no conducen a ningún lado pero que visten mucho en una red social o una conversación tomando un cortado.

A mí personalmente no me molesta. Lo entiendo y veo lógico. Y la publicidad es bonita. Y es el futuro. Y es el mundo real. Porque se vive de los anunciantes y resulta sencillo aprovechar las oportunidades.

Solamente hay que acudir a cualquier capital europea y observar cómo durante las grandes obras privadas se forran los edificios con grandes pantallas o lonas que venden marcas. Pero no. Aquí ha llegado y en vez de sorprender por parecer Málaga una gran capital capitalizada, resulta negativo porque está rompiendo el entorno.

No lo entiendo. No me entra en la cabeza esa sensibilidad falsa y traicionera de la gran masa con nuestra ciudad. No entiendo el dolor por ver una lona publicitaria pero el silencio más absoluto durante años teniendo La Equitativa en ruinas. No entiendo ese sentimiento tan malagueño de protección pero nadie dice ni mu del Astoria. Astoria, por cierto, cubierta por una lona de las que sí dan vergüenza. De las que vendieron la rehabilitación de la Merced como una gran obra y ha sido una chapucilla cara que solamente beneficia a cuatro bares. Ahí sí hay silencio. El mismo que hay con La Mundial o el edificio de Correos. Dos edificios convertidos en pilinguis con esas mallas que las recubren cual meretriz de polígono a la espera de que un chulángano las compren con dinero sudado. Ahí nadie dice nada. Ahí ni mu. Ahí a callar. Claro que sí maestros.

Está muy bien echar varias horas en peinar la muñeca pero si miráis abajo y está vestida con harapos de nada sirve lo contrario.

Málaga lleva siendo un producto mucho tiempo. Tiene su calle principal revestida de franquicias. Tiene de marcas privadas hasta los museos y se ha vendido el puerto para que te vendan zapatos alemanes o una pizza congelada.

Un poco de coherencia. Un poco de sentido común a la hora de rechazar una lona temporal que alberga publicidad.

Huele a crítica cateta y vacía de contenido. Otra cosa hubiera sido que la publicidad fuera de alguna cosa extraña de las que se hacen en la ciudad. Tipo Soho… Uy, espera…

Viva Málaga

2 respuestas a «Marqués de Beefeater»

  1. Querido Gonzalo, decir que creerse que todo el mundo se equivoca con críticas negativas absolutamente con todo, me hace pensar que quien necesita una visita temprana al oftalmólogo sea usted.
    Su persona vive en un mundo paralelo, no dudo que maravilloso, a su estilo, perfecto; pero es su mundo, con sus ideas, que para el resto de los mortales, no resulte tan perfecto.
    Decir que las críticas utilizando un léxico tan abrumador como el suyo, a usted después de releer su artículo, le convence la estética de dicho artículo, pero el trasfondo no es muy certero, y hablo desde mi punto de vista.
    Aproveche la próxima expedición fuera de este mundo «irracional», lleve mochila, pico y pala, y suerte con la construcción de su maravilloso mundo.

  2. Totalmente de acuerdo con el escritor del articulo, faltaria mas que los propietarios de un edificio no pudiesen aprovechar las obras de arreglo de fachada para colocar publicidad! Y no como pretende el ayuntamiento de sevilla que colocar publicidad exterior es un monopolio del ayuntamiento.

    Otro tema es lo de la subvencion que dicen por ahi, eso me parece fatal.

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