Málaga ya empieza a hacerle cosquillas a la primavera y con ella florecen comentarios sobre la Iglesia que no van encaminados por el camino habitual, es decir, por la crítica ante sus malas prácticas.
La Semana Santa y el mundo de las Cofradías ha conseguido que en Andalucía la religiosidad popular haga gala de su nombre sin sufrir los azotes propios de los que mandan en la casa de Dios.
Por desgracia para todos, estamos viviendo unos momentos realmente sospechosos en los que, por parte del Obispado, observamos una faceta desagradablemente rancia que ataja, con los papeles en la mano, ciertas participaciones en el mundo cofrade de personas que, por diversos aspectos, no son dignos de manejar hilos.
Esta historia comienza en el momento en el que se empieza a escuchar – y ver- que el Señor Obispo toca el timbre de aquellos que regentan cargos en las Cofradías sin ser Cristianos de los buenos. Bravo. Es lo que debe hacer un buen Obispo. Luchar para que las Hermandades –de las que la Iglesia se aprovecha debido a su enorme potencial- tengan claro el camino de rectitud con referentes adecuados para ello.
Sin necesidad de ser Cura –porque resulta que se puede opinar sobre la Iglesia sin ser del Clero- uno sabe a la perfección por dónde deben ir los tiros de la honestidad y la bondad. Es tan sencillo como ser buena gente. Nada más. Y nada menos. Hasta aquí la historia. Y desde ahí las estupideces en cadena.
Durante meses, llevamos escuchando voces que alarman sobre los criterios mediante los cuales miden, desde la casa de Monseñor, lo apropiado o no que se debe ser para mantener un cargo cofrade.
Mariquita…Sí. Pero si no hace mucho ruido -incluidos los Sacerdotes que lo sean-. Escaladores profesionales con los codos metalizados…sí. También. Son buenos. Profesionales en tropezar con la justicia…sí. De estos póngame varios. Que se me dan muy bien porque son dadivosos. Divorciados…¿Cómo? ¿Perdone? ¿Qué ha dicho? ¿Divorciados? ¿Divorciados en la Iglesia? No, hombre. ¡No diga usted barbaridades!
Efectivamente. Así de surrealista está el asunto a día de hoy. Y es que desde la Iglesia en Málaga, se está lanzando un mensaje absolutamente contradictorio con el que nuestro Papa Francisco predica en los últimos meses desde Roma. Puede suceder, y sucede, que esté usando este tipo de argumentos para no señalar a más de uno que bien debe abandonar el cargo por no ser ejemplo de nada pero que, desde la Iglesia, se debería tratar sin usar el argumento del divorcio.
De la misma manera que nosotros opinamos sobre el Clero sin ser Curas, ellos lo hacen sobre los hijos o matrimonios sin procrear ni conocer hembra o varón –según los gustos-.
En este sentido, y agarrándose con todas sus fuerzas a un papel viejo, insisten en que alguien que se ha divorciado o está en ello, no es digno para capitanear una cofradía de Semana Santa. Y lo peor de todo es que no lo hacen, por lo general, en público y sin reparos para que todos sepamos realmente qué piensan de ellos. No. Su modus operandi, -por respeto a la intimidad de los afectados, dicen- es el de reunirse y comunicar a las personas pecadoras que su camino no es el correcto y que vayan haciendo el petate.
Ante esta circunstancia, a las personas como yo, que tenemos la suerte de poder elevar un tono más que el resto nuestras opiniones, únicamente nos queda intentar transmitir una opinión que no por ser personal deja de ser de muchos.
Estimados señores del Obispado: Se puede ser divorciado y ejemplo de bondad y rectitud. Se puede ser divorciado y buen cristiano. Se puede ser hombre cabal y no haber encontrado a la persona adecuada para compartir el resto de tu vida. Está permitido que te abandonen. Está contemplado por la vida que te sean infiel o incluso que dejen de quererte. Y por eso, Señor Catalá, no es menos idóneo para capitanear un barco semanasantero.
No es momento de apartheid inútiles en busca de no se sabe bien qué. Es ridículo buscar en un acto natural y humano una mancha en el expediente. Que no. Que ya pasó la época de las cartillas y los sellos. Que ya no se mide por lo que dicen que has sido. Ahora se mide por lo que realmente eres.
Hagan el favor de recetar miligramos de moralidad a quienes realmente la necesitan dentro y fuera de la Semana Santa. Porque de lo contrario – y si se mantiene este ritmo atemporal de pensamientos más que caducos- va a llegar el día en el que seamos los propios cofrades los que digamos basta. Los que nos sentemos con el Obispo, lo cojamos de la mano y le digamos a la cara que ya no lo queremos. Que le pedimos el divorcio. Que deseamos separarnos de alguien al que no tenemos el más mínimo afecto por sus actuaciones, por no tratarnos de la manera menos adecuada y por medirnos con varas propias de otros tiempos.
Yo no estoy divorciado. Ni casado. Pero si lo hiciera y por alguna razón tuviera que acabar con dicha relación, es por seguro que lo haría por el bien común.
Hablo por mí y hablo por todas aquellas personas brillantes, rectas y serias que a día de hoy forman parte de la Semana Santa y están divorciados.
Vayan ustedes a señalar con el dedo por estar separados a la quinta puñeta. Vayan bien lejos. Mucho. Pasado incluso el Seminario. Sí. Ése que se está arreglando por más de cinco millones de euros. Eso sí, millones de euros de buen Cristiano.
Ya lo decía Jesús: “Gasten dinero en obras inútiles y señalen con el dedo al que se separa por no ser ejemplo de buen cristiano”.
Ah no, espere. Que eso no lo dice en ningún sitio. Que se lo han inventado ustedes.
Penoso.
Viva Málaga.
Bien dicho. Gracias por mostrar la opinión del pueblo que no tiene voto ni medio para decirlo.