El Cottolengo y los enfermos de fuera

2 May
LVMM

En el año 1827 San Benito Cottolengo fundó en Turín, Italia,  el hospital llamado «La Divina Providencia» donde se asistieron a más de diez mil enfermos sin pedirles nada a cambio. Sí. Ni dinero. Ni trabajo. Ni residencia. Nada. Cero. ¿Estás malo y puedo ayudarte? Yo te curo porque quiero y puedo.  -Esto lo ve Cospedal o cualquiera de sus compinches monguers y les da un jamacuco-.

Benito, que se llamaba como mi perro pero con menos pelo, era un religioso Italiano que durante su vida dio testimonio de algo que va más allá de la fe y las creencias religiosas: La entrega absoluta por los demás.

Cada vez que se suceden situaciones en las que salen a la luz historias de personas o grupos que entregan toda su vida a ayudar a los que nada tienen, suelen aparecer personajes que alzan la voz para escupir manifiestos extraños.

Es un recurso muy interesante el de hablar de la bondad o la humanidad sin  que éstos lleven ningún sello de identidad. No hay conversación sobre el trabajo de caridad que realizan las órdenes religiosas en el mundo en la que no salga alguien –que suele proclamar su izquierdismo a los cuatro vientos- que espete que la caridad  es cosa de todos y que se hace mucho por lo demás sin necesidad de llevar crucifijos.

Por supuesto que sí. En el mundo entero hay millones de personas que hacen el bien por los demás sin pertenecer a la iglesia católica. Es evidente que la caridad no es propiedad de los religiosos, de la misma manera que la bandera de España no es señal de fascismo.

Lo curioso es que, al final, la mayoría de las obras importantes de ayuda al prójimo vienen del mismo sitio. Y son los mismos los que dan más dinero que nadie en el universo para curar brazos partidos, dar comida, enseñar a leer o tener agua potable.

Igual de curioso es, por cierto, que el 99,9% de la gente que veas forradas en banderas de España, os puedo asegurar que no son fans de Bakunin o Julio Anguita. -Bueno… en realidad alguien que vaya forrado de banderas, sean del color que sean, es más que probable que no sepan ni quiénes son estos señores-.

Como siempre, la gente buena que siembra en condiciones hace que las cosas broten con calidad por los siglos de los siglos. Así, en el año 1947 la Madre Rosario Vilallonga, natural de Bilbao , decide fundar la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús con la aprobación y colaboración del Jesuita Andrés Aristegui. –Viva los Jesuitas y en especial el Papa Paco-.

A partir de ese momento, la Institución se expande hacia otros lugares de España hasta llegar a un total de siete residencias situadas en Bilbao, Albacete, Sevilla , Granada, Almería, Málaga y Bolivia.

Nueve años después de la fundación de la institución, 1965, se abre en Málaga la Casa del Sagrado Corazón donde se atienden a niños enfermos de Poliomielitis.

La Polio era y es una enfermedad devastadora que acababa con el sistema nervioso de los niños y que se contagia de manera muy sencilla y rápida. Vamos, un riesgo al que seguro que todos quisiéramos estar expuestos.

Junto a estos dolientes, la casa acogía a todos los enfermos que no tenían donde caerse muertos –literal- y que en este rincón de El Bulto  encontraban las benditas manos de las hermanas.

Se nos olvida que a día de hoy. En el mundo de la mirada asesina, la carrera contrarreloj por pisotear, la mentira por ganar y el cuchillo afilado por diez céntimos hay gente que ha prestado su cuerpo y su vida por entero para ayudar a quien, por no tener, no tiene ni control sobre sí mismo. Y eso lo hace la iglesia. Y eso se hace en Málaga. Y eso lo hace el Cottolengo.

Desde hace unos días, en la ciudad se vive con intensidad y rasgado de vestiduras la crisis interna que ha sufrido la institución. La falta de vocaciones hace que este tipo de fórmulas se vean en la cuerda floja para poder subsistir. Pero claro… una Orden religiosa cerrando un centro de ayuda significa barra libre de desacatos por parte de los salvapatrias de sofá orejero ante la posibilidad de quiebra de un centro de ayuda.

La historia se ha hecho más grande con medios dándolo todo por vender periódicos si la cosa se vuelve más carnosa. Y al olor de la carne pasada acuden los gorriones a ver si pican algo para engordar porque por ellos mismos se quedarían como sílfides.

La especulación urbanística como telón de fondo y cuatro o cinco diciendo por lo bajini que ellos saben de qué va el asunto han hecho de este problema algo sin sentido. Sentido que, gracias a Dios, le ha dado la propia Diócesis de Málaga al solventar el asunto en poco tiempo y trabajar para que la casa no se cierre. Que se vaya la Orden si no puede sostenerla. Pero seguirá abierta la institución. Se buscan las formas pero se mantienen los fondos y el trabajo brillante de la Superiora  Hermana María Isabel.

Y volverá la calma. Y volverán los gorriones a buscar en otro sitio. Y seguirán siendo injustas las generalizaciones. Y seguirán los parias siendo parias. Y los pobres, pobres. Y los muy ricos, sospechosos. Y lo malo seguirá siendo malo dentro y fuera de la Iglesia. Y lo bueno seguirá siendo bueno fuera de la iglesia pero para algunos será malo lo bueno si tiene un crucifijo. Y entonces tendrá que saber que está enfermo. Pero puede estar tranquilo. En la ciudad tendrá quien lo cuide. Dentro y fuera. En la iglesia seguro.

Viva Málaga.

3 respuestas a «El Cottolengo y los enfermos de fuera»

  1. Totalmente de acuerdo, nada puede ser perfecto, pero a la Iglesia siempre se le pide mas y no se le reconoce lo que hace bien y generalmente mas alla de bien.

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