Vaya mala suerte ha tenido Málaga a la hora de terminar lo que en su momento era el inicio del metro. Mala no, malísima.
Nos ha tocado sobrevivir a un gobierno autonómico llenito de Amish. Sí. Amish. Los de los métodos antiguos, las maneras básicas y su resistencia a las nuevas tecnologías. ¡Qué pena!
Con esto de que no hay dinero, la Junta de Andalucía no puede hacer frente al proyecto que se comenzó para que Málaga disfrutase de unas líneas de metro.
Los clásicos retrasos, las elecciones, las tonterías de cada director y las peleas internas y externas han hecho que esta obra dure lo propio de aquellas que son públicas, es decir, mucho más de lo pactado y prometido en inicio.
Ante esta situación en la que resulta de todas todas imposible tener un metro en condiciones, desde el Ayuntamiento se frotan las manos, babean y bailan de manera desvergonzada al pasar por la Alameda. Qué gran noticia para los regidores municipales del PP es ver cómo su rival malísimo no cumple su promesa en Málaga. ¡oh yeah! El PSOE malo con Málaga. ¿Lo ven amigos? ¿No les decía yo que la Junta no quiere a esta tierra? ¿Y si les hablo de Sevilla? Ellos tienen metro… ¿Y nosotros? Nosotros no tenemos ¿Verdad? Coctel perfecto para los torpes…
Con la tesitura de la imposibilidad en lo alto de la mesa, los grandes encargados del metro tenían dos opciones. La sensata, que resultaría de llamar a la ciudadanía, decir el dinero que hay y asumir que esto ahora no sigue en marcha por falta de financiación y acabar diciendo que se cierra la puerta del metro y se abrirá en cuanto se pueda.
¿Qué problema tiene esta medida? Que la gente se enfadaría. Se sentiría engañada. Se sentiría inferior. Preguntarían dónde está el dinero. Preguntarían a dónde va a ir el dinero ahora. Preguntarían cuánto dinero se llevan los demás y para qué proyectos. Y en definitiva, como suele ocurrir, le sacarían los colores a los que cierran el chiringuito aún haciéndolo porque no hay más remedio.
Para tomar esa decisión hay que ser muy valiente, muy honesto y muy responsable. ¿Se ha tomado? No. Regla de tres simple.
En este caso se ha decidido tirar por la calle del menudeo mental intentando convencer a los fans políticos para que hagan de martillo neumático de opinión pública. Este modus operandi es propio y reconocible en muchos asuntos del PP y recuerda a esos momentos en los que ves un avión verde y ellos repiten una y otra vez que era un barco rojo. Y hay quien se lo llega a creer.
Para más divertimento, no solamente se ha optado por negar y asumir la realidad, sino que, todo hace pensar, que por parte de los que mandan de verdad en la Junta, han lanzado al ruedo político del metro a más de uno y de dos de Izquierda Unida.
Y se ha liado el taco.
Los amigos de IU los verdes han tomado la iniciativa con argumentos interesantísimos para defender que, en vez de un metro, por el centro la ciudad pase un tranvía en superficie. Tápate y suda.
En un dechado de tonterías y bajo el argumentario escrito por algún iluminado en un cuartillo de una sede con posters del Ché Guevara, los amigos comunistas tienen los arrestos para defender que Málaga lo que de verdad necesita es un trenecito por mitad de la Alameda.
Son capaces de justificar el tajo a la gran arteria hermosa de la ciudad con interesantísimos asuntos como lo son unos árboles plantados hace cien años o el ahorro de dinero. Claro que sí. Como si lo pagaran ellos…
Lo lamentable y penoso del asunto, es que, los de Izquierda Unida –Los Amish, convocatoria por Andalucía, están siendo usados por el PSOE para que sean ellos quienes se lleven los guantazos y convertirse en el hazmerreir de más de un malagueño.
A mí me resbala lo que piense cada uno y no me interesa la forma de vida que adoptan las diferentes tribus políticas malacitanas. Ahora bien, lo que me enerva y llega a demostrarme la pobreza mental de más de uno, es que haya personajes capaces de defender basuras para nuestra ciudad con tal de defender a un partido político.
Que eso lo haga el PSOE o el PP no debe extrañar lo más mínimo, pues están acostumbrados a ello. El problema es que si lo hace un partido que, a simple vista, vive de ideales y suele ser más coherente con la sociedad, uno se derrumba e incluso llega a enfadarse pues todo queda en fachada.
Así, en Málaga, estamos presenciando cómo los de Izquierda Unida van vendiendo un proyecto como si fueran Amish. Hablando de árboles, de impacto medioambiental en una avenida llena de edificios y asfalto, parloteando de animalillos, haciendo apología de falso humanismo urbano y demostrando que se venden por dos cartuchos de cacahuetes. Y se quedan tan anchos.
Según los enemigos de la corbata , siempre será mejor comprarse un jersey malo que no abrigue que esperar a tener para comprar uno bueno. Según los adalides de la justicia social pero pringados en los ERES, Málaga no necesita un metro y le basta con un tranvía por mitad de la Alameda. ¡Que pedimos demasiado!
Lo más triste de todo es que, si un partido se asienta sobre ideales muy bien tuneados hacia el exterior y después son igual de pringados que los demás, son –si cabe- más rematadamente incapaces para la sociedad. Me da igual que unos usen la bandera nacional como símbolo propio y que otros lleven pañuelito o vayan sin corbata a un pleno. Si después acaban igual, son dos pobres disfrazados.
Hace dos días, un iluminado de IU-Los Amish, tuvo la desfachatez de venir a Málaga a pregonar sus ideas y vomitó que los malagueños no somos topos y nos gusta ir en superficie. Con esa bobada propia de un caduco, este caballero pretende convencer a esta ciudad de que es mejor colocar el trenecillo barato. Que con eso tenemos de sobra.
Pues bien, eso, en boca del director de movilidad de la Junta de Andalucía ha sido un desprecio por Málaga en toda regla. De libro. Y que bien merece su destitución inmediata.
Qué pena ver a unos dando saltos porque tienen de rival a otros aún más torpes que ellos. Da igual el resultado, gane quien gane de los dos, nuestra ciudad pierde seguro.
Y después os quejaréis. Catetos.
Viva Málaga.
Lo de siempre.A IU se le exige pureza y coherencia máxima y a pp y psoe no porque «estamos acostumbrados a ello».Lamentable.