En Málaga según una serie de estudios que fueron planteados y publicados años ha, quedaba patente que dentro de los personajes más influyentes para la ciudadanía se encontraba la figura del Presidente de la Agrupación de Cofradías. ¡Oh cielos! ¿Eso es lo de los tronos, las Vírgenes y los penitentes? Sastamente.
En la época del franquismo surge en los pueblos una institución curiosa: Las Fuerzas Vivas. Se trataba de una mesa de poder compuesta por el Alcalde, el Cura, el Guardia Civil, el Maestro, el Médico y algún que otro personaje influyente más.
A día de hoy eso se ha reciclado y no existe como tal pero el estudio del que os hablo evidencia que, de manera paralela a los que verdaderamente gobiernan, la gente asume y entiende quiénes son esos que maniobran el día a día de la sociedad malacitana. Los que están en la pomada. Y uno de ellos es el Presidente de la Agrupación.
La gente entiende que el que manda en las Cofradías junto con el Alcalde, la Decana, Antonio Banderas, el Jeque, los directores de los medios y cuatro o cinco personajes más, son los que en realidad tienen en su mano el devenir de la ciudad. En algunos casos sucede por su influencia y prestigio y en otros por tener en su mano a un grupo de presión. Así está la vida.
El capitán de San Julián ha sido siempre alguien distinguido y respetado pero con el tiempo, a Dios gracias, se ha ido depurando la figura dejando atrás la estampa rancia y clasista dominante en las Cofradías a principios de siglo. A día de hoy y haciendo un repaso a los últimos presidentes, comenzamos a encontrar a caballeros sencillos cuya extensión de poder era aquella que les otorgaba su trabajo y nada más. Gente normal que se llama.
Por este cargo han pasado personalidades locales de cierto nivel: Pepe Atencia, Carlos Gómez Raggio o Antonio Baena. Ya eran personajes antes de ser Presidentes pero en todos los casos han tenido a posteriori un reconocimiento y una vida pública si cabe más notoria.
A día de hoy la cosa ha cambiado. El aún Presidente de la institución es un caballero llamado Rafael Recio al que todos llaman Pipo. –Ahí va una pista sobre la variación de la que hablo-. Bajo su mando la Agrupación ha dado el estirón. Se ha bañado. Se ha peinado. Ha ido al colegio y ha abierto las puertas de la casa para que se airee. Y todo sin necesidad de pompa, boato ni apellidos de postín. Otra historia.
En cualquier caso una entidad de tanto prestigio precisa de un crecimiento y control constante. No todo está hecho y aún queda un camino largo. Infinito diría yo.
Y resulta que aquí también hay elecciones. Y que el presidente se elige de manera democrática. Que se vota. Los hermanos mayores de las Cofradías junto con sus delegados decidirán dentro de trece días quién es el nuevo Pipo. Quién es el nuevo Presidente. Quién se va a sentar en el burladero de La Malagueta. Quién debe acudir a las citas gordas y quién se va a codear con la solera malagueña.
Hay patás y pellizcos por coger el sitio.
Tras algunas semanas de movimientos de que si yo, que si tú, que si el otro… ya se cerraron los plazos y hay candidatos. Dos. Uno que desde el principio dijo que lo haría: Eduardo Pastor. Y otro que ha salido tardío: Pablo Atencia.
Eduardo Pastor es un caballero que trabaja en la banca, es Hermano Mayor de la Sentencia y representa a la gran mayoría de las Cofradías. A la masa. Su trabajo se evidencia en la progresión de esta Hermandad. De las de clase media que necesitan hilar finísimo para conseguir avances. Y los ha conseguido. Igualmente es Secretario de la Agrupación en este último mandato de Rafael Recio y conoce bien el asunto. Sigue una línea que se abrió hace tiempo en los mandatarios de San Julián: Gente normal.
En el otro lado aparece Pablo Atencia. Abogado, Hermano Mayor de los Estudiantes hasta hace poco y miembro también de la Agrupación. Distintos estilos. Él representa con su Hermandad, o al menos eso parece, a las Cofradías grandes. A las de postín. Las de muchos penitentes con cíngulos caros. Ha conseguido que la suya sea la que más nazarenos saca a la calle. Casi mil. Ha hecho de Los Estudiantes una marca. Un sello. Algo que la gente quiere tener. Ser de su Cofradía da prestigio. Te encasillas y las clases altas suelen participar de ella. Hay de todo, como en botica, pero predomina ese estilo.
Ante estos candidatos y viendo sus programas queda claro como el agua que al final vienen a decir las mismas cosas. Parecidas al menos. Por tanto se hace fundamental fijarse en los planteamientos con los que cada uno ha gestionado sus Cofradías. Hay que mirar a sus casas. Ahí está la clave.
Se enfrenta pues lo clásico y propio de las Hermandades a lo distinto. Los de los cultos muy trabajados a los que empiezan en ello. Los de las cuentas justas a los que van sobrados. Los que se atreven con novedades a los que no. Los que llegan muy enteros y los que se desmoronan por un acto.
Yo siempre he tenido una teoría al respecto de la Semana Santa. Nunca he comprendido aquellos que intentan buscar la modernidad en lo que es viejo. Nunca he entendido los carteles supersónicos presentando algo que es barroco. No porque no peguen, que sí, pero porque creo que no reside ahí la verdadera progresía. Es falso presentarse revestido de novedad y éxito en los números cuando en el fondo eres tradicional, conservador y algo rancio.
Mejor ser transparente y ya está.
De nada sirve convertir la Agrupación en un sitio modernísimo, repleto de personal y gestionado como una empresa. No se trata de eso. Se trata de que funcione bien.
En estos tiempos donde todo se subcontrata, se franquicia o se delega, nos encontramos con una entidad que, si por algo se caracteriza, es por mantener ese encanto que te otorga el ser un nido. Una madriguera. Un reducto institucional con nombres y apellidos. Un lugar donde Málaga se esconde y se protege de aquellos que por mejorar la convierten en un fortín personal.
Yo aquí no me voy a decantar. Pero doy pistas. De pipo a dudy suena bien.
O Pablo se busca un nombre cortito o se va a quedar con las ganas.
Viva Málaga.