¡Málaga qué complicada eres! Parto de la base fundamental de que un servidor no es muy dado a opinar sobre toros. La razón es bien sencilla, todo el mundo sabe o dice saber muchísimo sobre la fiesta, -cosa admirable- y por lo tanto no apetece meterse en berenjenales por el simple hecho de mostrar tus gustos.
En cualquier caso, teniendo cerca la novedosa feria de la primavera en nuestra ciudad, siempre es bueno echarle un ojo a la plaza para ver qué se cuece allí.
Hablo pues como malagueño, no como taurino.
Me llama la atención que Málaga, teniendo en cuenta su nivel económico, su tejido empresarial y su fortaleza como gran capital europea haya tenido que tirar de gente de fuera para explotar la plaza de toros de la capital.
Y es que, desde hace pocas semanas, meses, nuestra plaza de toros ha pasado por primera vez en su historia a manos de señores que no solamente no son de Málaga si no que no son ni andaluces. Es más, la única similitud que tienen con Málaga es que, si doblas el mapa, ambas localidades están muy muy cerca. Tenemos a Giputxis en La Malagueta.
En las últimas décadas, nuestra plaza de toros ha vivido grandes momentos y ha conseguido mantener un equilibrio y crecimiento constantes.
Podemos marcar como fecha del comienzo en esta nueva era en pocas décadas atrás cuando el empresario Manolo Martín cogía las riendas de la plaza de toros y junto a la gestión brillante del también empresario Curro Conde, consiguieron que las ferias de Málaga comenzaran a tener caché. Tal fue el éxito de la gestión que en poco tiempo ese grupo de malagueños capitaneados por Conde consiguió la gestión de las plazas de Córdoba, Antequera, Écija entre otras hasta superar la decena. A los apellidos de Martín y Conde se pueden unir los de Salas, Miranda o Marca. Responsables del crecimiento del nivel taurino de la Malagueta. Y eran de aquí. De Málaga.
Tras esta época, sucede en La Malagueta el empresario Martín Lorca con el que nuestra plaza sabría digerir y canalizar los éxitos anteriores hasta dejar la plaza como de primera categoría. Con Lorca se da un paso más en el saber de la gestión y se comienza a dar señas inequívocas de que se iba en serio con la plaza. Que se quería conocimiento por parte del público. Que se buscaba la excelencia y que Málaga, su Málaga, merecía una plaza de primera.
Así llega el último año de gestión donde Enrique Ponce indulta un toro en una noche que quedará para la memoria de los que allí se reunían y que fue la antesala de la gran noticia. La Malagueta era plaza de primera. Se había conseguido. Lo habían conseguido un grupo de hombres. Y eran de aquí. De Málaga.
Y mientras la euforia se sucedía en el ambiente taurino, desde un rincón elevado de la malagueta se gestaba algo grande. Distinto. Nacía la idea de la Corrida Picassiana para Málaga. Un torero de la tierra, Javier Conde, haciendo gala de su sensibilidad a la hora de formular el toreo, dibujaba en su mente algo distinto. Una corrida a la manera de Pablo Ruiz. Otro tipo de toreo.
Y así fue. Conde, de manera independiente y con el apoyo de unos pocos familiares y amigos, planteó a Diputación la creación de la Corrida Picassiana aceptando ésta la propuesta y promoviéndola a través del aún empresario de la plaza, Martín Lorca.
Así, coincidiendo con la apertura del museo Picasso de Málaga, el 25 de Octubre del año 2003, fecha de nacimiento de Picasso, se celebraba en La Malagueta la primera corrida Picassiana. Con un cartel de esencia formado por Finito de Córdoba, Morante de La Puebla y Javier Conde y bajo la atenta mirada de Bernard y Christine Picasso a la que Javier brindó su primer toro, se pudo vivir una tarde donde el Malagueño y el Sevillano consiguieron un par de trofeos cada uno.
Y nació la corrida picassiana. Y se hizo con gente de aquí. De Málaga.
Tras esta etapa comenzaba una nueva unión de empresarios en la que, con gran diferencia, más trabajo y dinero se ha invertido en la plaza de toros en toda su historia. Remodelaciones, arreglos, dinero para ganaderías y los mejores toreros de España eran la tónica habitual de La Malagueta. Después, el resultado no siempre era el esperado y poco a poco el público malagueño se volvió exquisito y ya no admitía nada. Todo debía ser esplendoroso. Y con razón.
Málaga era importante. De nivel. Y se estaba haciendo con gente de aquí. Nuestra. Vecinos. Hermanos. Ahí reside el éxito y la esencia.
Pero algo ha debido cambiar. Algo se ha debido hacer muy mal o existen otros intereses. Llegaba la hora de reciclar a los empresarios. Seguir creciendo desde Málaga y para Málaga. Había opciones. Ofertas buenas. Grandes empresarios locales unidos con casta y torería que tenían en su haber el levantar una plaza casi muerta dejarla de primera y con las grandes figuras en los carteles.
Pero se luchaba contra gente fuerte. Empresarios en el sentido más estricto e hiriente de la palabra cuando se habla de sentimientos locales.
Y no pudo ser. Ganó el de fuera. Perdió Málaga porque perdieron malagueños. Porque dejamos de tener una plaza llevada por nosotros. Porque, sin pensar en la gestión, siempre debemos luchar porque lo nuestro se quede aquí. Porque lo de aquí no se negocie a mil kilómetros. Porque seguimos en la misma línea. Porque nos franquician. Porque Málaga no se merece estar hecha un puzzle donde las piezas tienen más historia y categoría que aquellos que la gestionan. Porque no nos lo merecemos.
Está por ver cuál es el resultado de esta nueva empresa “extranjera”. Es evidente que tienen fuerza. Que son profesionales y que, probablemente, el resultado sea satisfactorio en unos mínimos de calidad. Esa no es mi pena. Bravo por ellos.
Mi lamento es que Málaga no sea capaz de defender aquello que tiene. Mi pena es que nadie diga que prefiere a un paisano antes que a uno de fuera en igualdad de condiciones. Mi problema es que no entiendo cómo puede ser más valioso unos años de experiencia ante el haber levantado esta plaza y ser de aquí.
Prefiero menos de aquí que mucho más –que está por ver que así sea- traído de fuera.
Ya mismo, si seguimos así, llegaremos a La Malagueta en feria bailando por Aurreskus tras disfrutar de un rebujito de grifo en una taberna andaluza con CIF de Móstoles.
Sigamos franquiciando nuestra tierra. Veréis que bien nos va. Viva Málaga.