Narciso Díaz de Escovar, que en 1886 fundó la Academia de Declamación de Málaga junto al actor José Ruiz Borrego, estaría muy orgulloso de escuchar el discurso de Antonio de la Torre, que ha sido elegido mejor actor protagonista en la Gala de los Goya. La ciudad que vio nacer a Rita Luna, dio a los teatros nacionales e internacionales, figuras de primer orden como Emilio Thuillier y Rosario Pino, gracias a los esfuerzos del entusiasta Narciso y el incansable Borrego. Si bien hay que decir que no hubieran valido tanto dichos esfuerzos de no haber buena materia prima. Prueba de ello es la cantidad de actores y actrices que dio y sigue dando Málaga, desde la inimitable Rafaela Aparicio, el carismático Antonio Banderas y la personalísima María Barranco al humorista, Dani Rovira y, cómo no, al talento del premiado Antonio de la Torre, que tanto encaja en los papeles cómicos como dramáticos y ya brilló en las películas, AzulOscuroCasiNegro y Gordos, ambas del magnífico director, Daniel Sánchez Arévalo y en Muertos de Risa y Balada triste de trompeta del no menos magnífico director, Álex de la Iglesia.
Un bonito detalle en el discurso de agradecimiento de De la Torre fue su homenaje a Chiquito de la Calzada, remedando las célebres frases, “Hasta luego, Lucas” , “Por la gloria de mi madre”, parte del habla chiquitiana como sus neologismos (finstro, gromenauer ), que han pasado ya a la memoria lingüística nacional. Chiquito quiso ser cantaor flamenco, pero su vena fatal de actor terminó imponiéndose. Contaba chistes muy malos, pero, como los interpretaba tan bien, parecían insuperables.
Por cierto, que en la gala, los presentadores, Andreu Buenafuente y Silvia Abril, reivindicaron el humor, tan coartado hoy día por lo políticamente correcto y, de paso, hicieron bromas a diestra y siniestra. Hubo pullitas para Rajoy, Pedro Sánchez y también Pablo Echenique, que, estando presente, se rio sin ofenderse, como tan saludable debería siempre ser.
A propósito, que si Campeones ha sido premiada como mejor película , la mayoría de las distinciones se las ha llevado El Reino de Rodrigo Sorogoyen, gracias también a la excelente interpretación de Antonio de la Torre, que bordó un papel que despierta nuestras sensibilidades, pues encarna a un influyente vicesecretario de una comunidad autónoma, que antes de dar el salto a la política nacional, se ve salpicado por una trama de corrupción tan flagrante en el seno de su partido que no sabe si intentar hacer desaparecer las pruebas o…todo lo contrario.
Nos parece buena señal que la denuncia de la corrupción política sea ya motivo de galardón y que se haga a diestra y siniestra, pues es sabido que sólo cuando un problema es reconocido, puede empezarse a solucionar. No hay arma más destructiva para este país que las mentiras, pues ellas son responsables de lo peor que nos ha pasado.
La película Campeones no ha acumulado tantos premios como esperaba, pero ha contado con muchas simpatías. Su director, Javier Fesser, había puesto en marcha una fórmula de éxito, que emula en gran manera a la comedia francesa , Un gran equipo, de Olivier Dahan; historia de las tribulaciones de una vieja gloria del fútbol que, sin trabajo y arruinado, se ve obligado a entrenar al equipo de una pequeña isla bretona. Sólo que Fesser ha sustituido a los pescadores pueblerinos por discapacitados y al entrenador de fútbol por entrenador de baloncesto.
La intención era buena y todos la hemos entendido; se trataba de reivindicar la diversidad, que es un asunto en el que estamos, y con ello ha dado en el blanco.
Hay que darles oportunidades a los diversos, también en el mundo del cine. Jesús Vidal ha sido premiado como mejor actor revelación por su papel en esta película de Fesser y cuenta como referente a nuestro Pablo Pineda, cuya interpretación en Yo también fue memorable.
Pues bien, Campeones, ha sido la premiada como mejor película en los Goya. Fesser, que es un gran especialista en diversidad, junto a su hermano Guillermo, ya hizo una película muy diferente, El milagro de P.Tinto, que es un hito en nuestro séptimo arte. Ésta última, sin ser tan original, causa el efecto positivo de tratar un tema delicado, que, en manos más torpes, hubiese ofendido.
En esta convocatoria de los Goya se ha apostado de modo valiente si se tiene en cuenta además que otra de las películas galardonadas gira en torno a una historia de amor entre dos chicas gitanas; un tema tabú y, más aún, en determinadas tradiciones.
Sin embargo, la película de Arantxa Echevarría, Carmen y Lola, está escrita, dirigida e interpretada con tanta elegancia, que no pinta nada para polémicas y sí para un reconocimiento sonado en el Festival de Cannes.
Mucho menor ha sido el calor con que en aquel mismo Festival fue acogida Todos lo saben, dirigida por el iraní Asghar Farhadi. De un cineasta con dos Óscar se esperaba algo mucho mejor, pero hay que hacerse cargo de que el arriesgar para superarse puede desembocar en naufragio. Las ambiciones de Farhadi al intentar combinar thriller y retrato de familia de la España profunda se malograron, en cierto modo, por su afán de rizar el rizo y pisar sobre un terreno que no conocía, sino superficialmente, si bien la empresa ha merecido la pena por la brillante actuación de tres grandísimas figuras; Penélope Cruz, Javier Bardem y Ricardo Darín, que han dado su do de pecho ante los requerimientos de un implacable director de actores.
Sin embargo, tales intérpretes se han ido de la gala de los Goya de vacío, tal vez al considerarse que no les van a faltar otras ocasiones para recibir trofeos.
Creo, en resumen, que la cosecha goyesca de este año ha remontado con respecto a las anteriores y espero que ocurra lo mismo en el próximo Festival de Cine de Málaga. Por lo pronto, observo que se está perdiendo rigidez en los planteamientos y hay ganas de contar algo más que lo previsible, sin rehuir el retrato de la realidad más próxima y palpable, y buscando a su vez la calidad. Algo se está moviendo en el cine español; que siga la racha.