El feminismo es cosa de hombres

19 Oct

Asistimos, se dice, a un momento en el que las novelas de orientación femenina ganan terreno a las históricas y las inspiradas en la Guerra Civil. Se constata, si se tiene en cuenta que el premio Planeta ha sido ganado por el escritor Santiago Posteguillo, con la novela «Yo, Julia», que relata las vicisitudes de una mujer de origen humilde que progresará de modo fulgurante en un mundo de hombres inmersos en la lucha por el poder político y que piensan que el liderazgo sólo les pertenece a ellos. Hasta ahí bien, aunque, según se sigue comentando lo hará usando sabiamente sus armas de mujer (esperemos a leer la novela para opinar sobre este segundo punto, pues la expresión armas de mujer, abarca un amplio espectro y, así de entrada, me resulta algo inquietante).

También la finalista de dicho premio, Ayanta Barilli, lo ha sido con una novela de tintes feministas «Un mar violeta oscuro»; una historia de tres generaciones de mujeres de una misma familia, a las que una figura masculina aboca a la locura y, según el jurado, «demuestra la evolución de la imagen social de la mujer».

Es notorio que tras las huelgas y pronunciamientos del 8 de marzo de nuestro 2018 aún en curso, se ha reavivado el tema de la mujer, desde el plano reivindicativo, como argumento literario, si bien no es sólo abordado por escritoras, sino también por escritores, por lo que se puede interpretar, en lo mejor, una sensibilización del sexo masculino hacia la discriminación de las féminas o bien, en una lectura sesgada, su propósito de no perderse tampoco este tren, que lleva a destinos tan favorables. El caso es que, cada vez más autores, se apuntan a cincelar tramas con personajes femeninos para denunciar micromachismos, ensalzar feminismos y etc, etc…y, con ellas, se apuntan tantos sin perder compás en esta carrera de fondo.

No es cuestión de citar nombres, vayamos a incitar polémicas innecesarias, pero basta con echarle un vistazo a novelas de última hornada para comprobar la vigencia del fenómeno. Los escritores se han lanzado a cultivar este género exitoso sin perder oportunidad de ocupar un espacio, digamos, golosillo. Dice uno de ellos, «Ahora que el movimiento feminista está encendido, la voz masculina es todavía más importante para que el feminismo no sea unidireccional. No es una buena estrategia dejar la voz sólo a las mujeres, la igualdad es una cuestión de todos». Pues claro que sí, hay que repartir el pastel, y no consentir que en la lucha por los derechos de las mujeres participen sólo las mujeres. «La voz masculina es todavía más importante ahora», cómo no. En fin, sólo espero que, a fin de cuentas, nos quede un hueco en el fomento de esta lucha que, por más matices que se objeten, es nuestra. Si el feminismo va a terminar siendo también cosa de hombres, poco o nada nos va a quedar. Imaginemos que una generación de escritores varones se cubran de honores por defender la causa feminista y que las escritoras feministas o sólo femeninas queden en el olvido hasta ser reivindicadas, tras la muerte, dentro de cien años. Lo peor de la historia es que se repite más que pepino en gazpacho.

Ahora mismo se apuesta por visibilizar el papel de las escritoras de la II República. Hay que decir que la cosa llega con cierto retraso ¿pasará igual con las autoras de hoy mismo?

Cuando presenté mi primer libro de relatos, «Sola en el Mundo» en 2012, advertí de que la literatura femenina estaba siendo invadida por los hombres y el asunto ha ido in crescendo.

Por hacer algo diferente, pasé de los relatos con voz femenina a los relatos con voz masculina y escribí «Masculino Singular». Y he de decir una cosa importante al respecto. Cuando un hombre se traviste con voz de mujer en la narrativa, merece todos los respetos, pero si es al revés, prolifera el rechazo. Por el anuncio de la publicación de este volumen, me llegaron bastantes descalificaciones, de masculinos que ni siquiera lo habían leído ¿A qué temían? me pregunto, ¿por qué, si es tan loable que los hombres se metan en el terreno femenino, no nos podemos meter nosotras en el masculino?

Por fortuna, han sido muchas las mujeres que han disfrutado con este libro y también los hombres que se dignaron a leerlo sin prejuicios. Esos sí que me parecen verdaderos feministas.

Conozco, lamentablemente, casos muy contrarios en gentes de doble moral, que públicamente se declaran feministas, pero apuñalan a la mujer por la espalda a la primera ocasión. De cara a la galería, son paladines que protegen a la fémina si sobre ella hay violencia física, sobre todo. Eso es muy bonito; es como ofrecer su tutela a un animal menor, indefenso, pero otra cosa es mirarla de igual a igual, ahí que no se atreva.

Ay, ay ¿vamos a decir que este país es feminista cuando ningún partido se atreve a nombrar como líder a una mujer? Y si hubo pretendida alguna ¿cuántas fueron las bromas pesadas a costa de su supuesta falta de inteligencia, a su funesta ambición o incluso a su aspecto físico y su modo de vestir?

Hay fachadas (nunca mejor dicho) que ocultan incluso un retroceso en la valoración de las mujeres. Por alguna deficiencia de ese catecismo de igualdad propagado, los jóvenes no perciben que la equidad sea un hecho respetable. En los centros educativos se celebra a bombo y platillo el día contra la Violencia de Género, pero sin tomar medidas se acepta que un menor (un menor puede tener 17 años y estar muy musculado) agreda de palabra y de obra a una profesora. Por lo visto, eso no está etiquetado como violencia de género ¿y qué es entonces? Escritores feministas, aquí tenéis un tema, ¿por qué no tratáis este argumento?

No vais ya a salvar a aquellas que fueron asesinadas irreversiblemente, sobre todo, si de eso hace 30, 40 o 100 años, pero en este asunto queda mucho que hacer. Si sois feministas, atreveos.

3 respuestas a «El feminismo es cosa de hombres»

  1. La verdad es que muchos, incluso paladines feministas de “avant-garde” de la política española, le echan cara al asunto y bien que lo disimulan. Pero, inevitablemente, a la que te descuidas, son capaces de decir, públicamente, que “la azotaría hasta que sangrase…” tal vez influenciados por algún jefe de tribu de esa zona donde, los lazos de amistad, se sellan con un barril de petróleo barato, energía que a unos acomoda y a otros – los más – incomoda bastante, sobre todo cuando llueve y se ven en monumental atasco…Mas, el caso, es tirar siempre pal monte desde cualquier posición, a sabiendas que pronto se cumplirán ochenta y cinco años de aquellas elecciones generales españolas, en que las mujeres pudieron ejercer, por primera vez, el derecho a voto en todo el territorio nacional…La pregunta podría ser, ¿por qué nos gusta tanto ir o sufrir la moda, tan semejante a la política, en España? Será que ir a la moda, a corriente, signifique también luchar por alguna causa, a saber…Pero las modas pasan.
    Digo esto pensando que, a principios de los setenta, o sea, el otro día, las mujeres de Suiza (cuarenta años de adelanto nos lleva, se sigue diciendo…) lograron, ¡por fin! el derecho al voto, casi cuarenta años después que las españolas. Es decir, que en 1971, todavía en pleno franquismo español, por increíble que parezca, algo más del 60% de los hombres suizos, autorizaban con sus votos a que las mujeres votasen…Gracias a la cineasta Petra Volpe (ese apellido…) el mundo puede conocer la denodada lucha de la mujer suiza por la igualdad, en su comedia “El Orden Divino”; orden patriarcal establecido desde siempre en ese país, hasta principios de los noventa, en que las mujeres pudieron votar en el último cantón que se resistía a ello (Appenzell-Ródano Interior) y con la intervención de las autoridades…

    Pero fue gracias al feminismo suizo, que se movilizó al máximo, porque no comprendía, entre otras cosas, cómo en un país moderno, rico y prospero como Suiza, podían existir tantas desigualdades entre hombres y mujeres y, para más inri, que las mujeres no tuviesen derecho al sufragio universal…Eso y que no tienen entre sus filas a Caín, creo que marca una diferencia casi insalvable con España.
    Luego están la educación, el concepto de libertad y si hay que escandalizarse porque, en Europa, existan dieciocho países con menores en prisión y España no se encuentre entre ellos.
    Tal como está el patio, es para tomar las calles a todo volumen..
    Saludos

  2. Por lo que sigo viendo hasta hoy mismo, la mujer por edad que tenga, sigue considerada como «menor de edad», aunque eso sí con muchos menos derechos que el menor y sin ninguna protección contra el menor…

  3. No ayuda lo que vemos a diario
    interminable glosario
    de conceptos que fluyen
    escapan y huyen
    sin tiempo para asimilarlos.
    Qué es esto, qué siento,
    nada, de eso no queda ya
    si acaso el eco
    de la mañana
    de un día remoto
    en que empezó todo;
    todo se vuelve
    y se revuelve
    como noticia viral vacía
    que se despeña al saltar
    el mismo día;
    Para saber lo que avanza
    y se estanca
    a buena marcha
    el mundo de la mujer
    en el páramo de España
    solamente escuchar
    a los padres de la patria
    aunque sea por una vez
    si es que finalmente hablan
    sin incurrir en desatino
    por esa boca de pez.
    Y nadie está protegido…

    Suerte Lola, ánimo siempre y avanti con esos libros, que han llegado ya
    hasta la calle Andarax (y la que se iba a liar aquel año con el agua de ese río, ja)

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