Como pronto se celebrará el Día de la Violencia de Género, o mejor dicho, contra la Violencia de Género ( pues la ausencia de la preposición mueve a peligrosas confusiones) conviene que el término delictivo quede, al menos, claro, que no la etiqueta, pues de lo contrario tendremos ese tipo de guirigays lingüísticos que, en estos terrenos, hacen furor, dando pie a largas sesiones donde, básicamente, se pierde el tiempo y se deja la casa sin barrer.
No se trata, me parece, de matizar qué denominación es la más conveniente, porque eso se ve que, pese a ser una cuestión clara, no es diáfana, sino de que como, en lo básico, entendemos que abarcan los mismos contenidos, sepamos en lo posible, cuáles son estos.
Si nos vamos a la definición estándar del delito se trata de la violencia que ejerce un hombre sobre una mujer por el mero hecho de serlo, pero en lo institucional está suscrita a la que recibe una hembra de un varón si éste es su pareja o expareja. Ello omite los casos en los que una mujer es afectada por la violencia machista de un sujeto que ni es ni ha sido pareja ni cónyuge y que se dan también sin duda.
Digamos que todavía queda por ahí mucho cabestro que no se recata de envalentonarse en el trato con la fémina- sea cual fuese su relación con ella- llegando al grito y al gesto intimidatorio, cuando es mucho más comedido con sus congéneres. La mujer que trabaja, de cara al público, tiene más riesgo de recibir agresiones verbales que el hombre y aquí podríamos remitirnos a porcentajes. Será cosa de las conductas aprendidas, que difícilmente se desaprenden, o de que una complexión de mayor envergadura acobarda a la hora de meterse en tales harinas.
Aunque en este sector de riesgo entran también los varones que no responden al canon masculino atávico; o sea, que por apocados -o educados- que estas características se suelen a menudo confundir, no van por ahí enseñando los dientes y avasallando; ejemplares estos últimos que, por si acaso, son tratados con mayor delicadeza. Que las malas maneras sean premiadas y castigadas las decorosas dice muy poco a favor de que estemos en una sociedad civilizada.
Pongamos que para el agresivo patológico, raza muy propagada por desgracia, no hay una mayor atracción que encontrar un blanco fácil. Ése puede ser su mujer, su pareja o expareja o cualquiera que se lo ponga a tiro; basta con que sea sensible, vulnerable y no comparta su pésima educación.
Pues hasta hoy mismo se ha estimado que la víctima de la violencia de género es una mujer con marido o pareja, se ha dejado fuera del sector a las solteras, quienes, desde el principio de los tiempos, han sufrido violencia machista de todos los colores. Por no tener un esposo al lado que las defienda, por no haber cumplido con su natural destino y porque para eso están.
Desde “Doña Rosita, la soltera” a “La señorita de Trevelez”, la soltera ha sido en el imaginero social un personaje patético y grotesco, que está sujeto a toda clase de chascarrillos y bromas mordaces. O bien es una desvergonzada que vive de sus encantos o bien una solterona rancia rechazada por todos, escribe Antonio Albuera Guirnaldos en su crónica de la Málaga del siglo XIX. Las cosas no han cambiado tanto a día de hoy. Se podría comprender, a estas alturas, que una soltera es la mujer que elige un tipo de vida libremente, incluso para realizarse, pero no es así. La soltera en nuestro entorno social, en las familias, sigue valorándose como un miembro de categoría inferior, que ha de entregarse a los demás sin esperar a cambio ninguna gratitud. Ése es su cometido, si no, haberse casado, qué caray. En México ya tenían estipuladas sus leyes internas para ello como vimos en “Como agua para chocolate”. Estas leyes también rigen ahora, aunque no tan explícitas.
Otra ley familiar que ya no se conserva, por fortuna, es la de que la mujer maltratada que huyese de casa, regresara al hogar, – vuelve con tu marido, a él te debes– aconsejaba la madre.
Ahora se llama violencia de género o machista, entonces ley de vida; obediencia, obligación marital. Resulta muy fuerte pensarlo; obligar a una mujer a volver con su maltratador es como obligar a una acosada a convivir con su acosador ¿lo permitirán las leyes?
Las solteras sufren también la violencia machista, sin embargo parece que a fuerza de ser ninguneadas, se han vuelto invisibles para las leyes y las instituciones ¿De verdad que nadie ha pensado en eso?
¿Y cuándo no es fiesta, Lola? El día de la violencia a secas, últimamente, es todo el año, incluido el año bisiesto; y la Violencia de Género, de suyo noctambularia y alcohólica, prosigue su andadura a buen ritmo y bien surtida de insultos, amenazas, aporreamiento de puertas… precedido todo ello de un puntillo de locura y frustración, acumuladas a lo largo del tiempo, tal vez por no haber conseguido el individuo llegar a realizarse plenamente, igualando al grupo de amigos que anunciaban, satisfechos de la vida, una famosa marca de ginebra y la voz de fondo: “es lo que vives”…y hala, zambullida y largo de piscina. Educar para vivir, que se dice.
Y eso, que también existe otra violencia, antigua y pueblerina, de mujer a mujer, que se podría resumir con la frase tipo: “lo bien que estaría ahora si estuviese “arrecogía”, con su marido y sus hijos, no que ya es mocita vieja, se ha quedado para vestir santos y para aguantar a los niños de la familia”. En esto último, tanto a la soltera como a la casada sin hijos, se les confecciona igual traje, porque a la que Dios no le da hijos, el Diablo le trae sobrinos; y tal vez abuelos que, por descontado, con una hija soltera en casa siempre estarán limpios y cosidos…La alegre soltería, digo.
Impresionan los casos de la otra soltería, aquélla donde se sublima la vida entera, caso de la “señorita”, cantada por E Montoya, que veía pasar los años a la espera de un sueño imposible, entre ironías hirientes. O la de la salmantina, de ojos de cielo y ventana invernal…
Pero no perdamos la esperanza en el cambio; si cambian los climas, los paisajes y hasta los animales irracionales, pues…
https://www.youtube.com/watch?v=jxc2ig5IFHc
Pues esto me parece como muy de Juan Valera, pero en plan muy trágico.
¿Qué es peor, Winspector, estar casada con un maltratador o ser solterona trágica o que te viole la manada y resulte que en vez de víctima eres culpable? Chungo lo veo, casi más chungo que nunca y aun así, te mando esta canción que no tiene desperdicio ¿Reirse? ¿Nos dejarán?
Menudo remate bíblico el de Juanita Reina. Lo peor de la manada y demás gente desechable (menudo montón de estiércol también) es que no tienen excusas válidas para justificar su violento salvajismo, pues todos ellos tuvieron acceso a la educación en un país en paz, lejos ya de otras secuelas. Pero llegó el “todo vale” en todas las instancias y ahí sigue, aupándose cada vez más alto. ¿Que tú acusas…? Pues llevarás consigo la excusa; bien de palabra, a la antigua; o con grabación mediante y sus interpretaciones legales, para desembocar en un abrumador “sálvese el que pueda”. Y, evidentemente, no era esto…
Me pone en un brete esa pregunta. Me recuerda otra de ese estilo y de otros tiempos, más inocente en apariencia y que decía: “si tu casa vieras arder, a tu mujer con un fraile y en tu trasero un avispero, ¿a quién salvarías primero…?”
Una de soltería, bien resuelta (a su manera) por nuestro inefable M Escobar: