Un abrigo de verano es, en lo textil, un oxímoron, una antítesis y como mínimo; una paradoja. Digamos, para quienes prefieran la imagen a la retórica que el abrigo de verano es como una guitarra sin cuerdas, una cerveza sin alcohol o un jardín sin flores. Una prenda que no abriga si hace frío y que si hace calor, sobra y que, en todo caso, se usa en primavera, que es una estación bastante improbable en nuestras latitudes, porque los meses que caen a esa altura del calendario traen o días de verano o días de invierno, en los cuales hay que volver a sacar el abrigo de invierno si no quieres morir congelado. Pero somos tozudos y obedientes a las convenciones estacionarias, aunque se traten de meras utopías.
Si en enero nos sorprende una jornada de casi 30 grados, vamos vestidos de invierno, aún cociéndonos vivos, y, en una tarde gélida de primavera, sacamos el abrigo de verano para tiritar a la moda. Y, más aún, cuando toca boda o comunión; en esa coyuntura, no hay quien renuncie al modelito palabra de honor y la liviana mantilla de encaje, previstos para la ocasión, aunque pase luego una posterior semana de pulmonía.
Otra alternativa al abrigo de verano, si se trata de andar de diario, es el jersey de primavera. Una prenda que desaconsejan los comerciantes malagueños, si bien la ponen en venta.
El otro día fui a comprarme uno y me dijo la dependienta:
-Estas cosas en Málaga no sirven para nada. Aquí cuando llega el calor, llega a lo grande, y te estorba todo.
Así que, siguiendo su consejo, salí de la tienda sin compra, quedándose la vendedora sin venta.
El comerciante malagueño es esa rara avis del sector que antepone el sentido común al afán de lucro.
Si voy a un vídeo club y me intereso por una oferta en el alquiler de dos películas, el dueño me dice que con la oferta sólo me ahorro un euro y a lo mejor acabo harta de planchar tanto el sofá y si voy a la tienda de animales a comprar unas latitas carísimas de paté para los gatos, el propietario me persuade para que me lleve mejor pienso seco, que es más barato y mucho más sano. En muchas ocasiones, he salido de allí sin comprar y con unas cuantas muestras gratuitas. El secreto de que estas tiendas se mantengan es que vuelves siempre porque te dan confianza y eso, a la larga, resulta más rentable que el sablazo que es flor de un día.
Pero volvamos al tema. Un abrigo de verano es sólo concebible en los países que no tienen verano. Allí no se puede comprar el sol, pero sí un abrigo estampado, que no sirve para nada, pero crea cierta ilusión óptica.
El abrigo de verano es propio de lugares donde cunde el Brexit y se discute sobre el Peñón de Gibraltar. Huelga decir que las discusiones sobre el Peñón de Gibraltar son tan inútiles como los abrigos de verano. Aquí y en Inglaterra. Gibraltar es una anacronía que ha adquirido idiosincrasia como tal en su naturaleza mixta y va un poco a su aire. Como “San Roque on –the- Rocks”, la colonia española al sur de Inglaterra que recrean las novelas de Alfonso Vázquez como escenario de las pesquisas policiales del comisario Antonio Mompou y donde es más que concebible la residencia del periodista Julio Camba, la visita de personajes tan surrealistas como Dalí y “La invasión de los Hombres Loro” (editorial Reino de Cordelia).
Para viajar a este lugar no hace falta sacarse el pasaporte ni llevar abrigos. Tampoco facturar maletas. Basta colocarse al hombro una toalla, caminar un poquito hasta el rincón elegido de nuestra playa favorita, sumergirse en las páginas y disfrutar de la aventura y del sol de nuestros veranos, que sí son veranos del todo. O sea que cualquier día de verano de los que traiga esta primavera nos vamos a San Roque on-the-Rocks ¿qué tal hoy mismo?
Ay, ese abrigo de verano
tiene pinta de salario
medio en la actualidad;
cuando se quiere estirar
a otro lado se te va
no le da abasto a tapar
por arriba, por abajo
por delante, por detrás…
No resisten, aguantan
el salario y el abrigo,
no por nada esto es Málaga
que engalana su Cautivo
con el color del equipo
tras haber tumbado al Barça
¡Lunes Santo en buena hora
la albiceleste cautiva
sobre el Puente de la Aurora…!
Para San Roque –on-the- Rocks
la playa de la Atunara
(no es que sea la mejor)
donde pescadores únicos
cogían los cefalópodos;
poco antes de cocerlos
les daban bien la del pulpo
y que se pusieran tiernos
viendo la fruta madura
de Franco; de José Antonio
una vergüenza que dura…
¿Qué nombre le sienta mejor?
Fruta, vergüenza o…
No tachen de irreverente
a aquel que puso al Cautivo
camiseta albiceleste,
quien es malagueño entiende
que la afición
con sede en La Bombonera
le tiene gran devoción
y es el Señor
que consagra cada gol
en La Rosaleda
y que lleva cada socio
en su cartera.
Y cuando gana
cuenta con su bendición
doble si le meten dos
al azulgrana.
Si para el Barça
fue un domingo de Pascua
al Málaga le tocó Resurrección.
Y el lunes los costaleros
llevaron a su Cautivo hasta el cielo,
(que un lunes santo
combina bien el celeste
con el blanco)
En absoluto es irreverencia
hacia los nobles escriturarios
si fusionando arte y ciencia
se confeccionan devocionarios
y se señalan en calendarios
recordatorios de un día de gesta
cuando la blanca albiceleste
llevada en volandas de su gente
levitaba gozosa y compuesta
cantando victoria sobre el puente
igual que dentro de unos días
entre pasión, fe y algarabías
El Cautivo vencerá a la Muerte…
Existe ya un caso paralelo
(podría jurarlo Alfredo Landa)
como atravesar el Malinfierno
al volante de un Seat Panda…
El Cautivo
nos ayuda,
nos bendice los partidos
pero siempre hay algún Judas
que la lía
y nos jode la alegría.
La gente dice qué pasa
cuando se arma la sin Dios
en calle Carretería
y por ver la procesión
acaba en enfermería
y hasta el hermano mayor,
dice «o la hora se adelanta
o la hermandad se desarma».
Ay, por Dios,
¿quién la lió?
¿Serían hinchas del Barça?
Aquí hay otra misión
para el cura
que ya viene del Morrón
dispuesto en su Seat Panda,
hagan paso, por favor