El primer mensaje motivador nos llega de buena mañana con el azucarillo del café. Esos sobrecitos que llevan escrita alguna frase transcendente y estimulante de alguna celebridad que nos invita, en definitiva, a vivir nuestra propia aventura y a alcanzar nuestros sueños. Cosa bastante paradójica, teniendo en cuenta que nos acabamos de tomar un café para despejarnos del sueño, precisamente.
En cualquier caso, a quien madruga Dios le ayuda, aunque sea por boca también de un ateo, como lo son muchos de los que suscriben estas frases, pero ¿qué son estos ateos sino sacerdotes de lo laico? El azucarillo filosófico, en fin, nos endulza el primer instante de la mañana, incluso a los que tomamos el café sin azúcar, pero coleccionamos los sobrecillos para luego meditarlos en casa y hacer fondo de armario existencial. Si no nos olvidamos de rescatarlos del bolso y acaban rotos, poniendo pegajosas las llaves y la cartera.
Sea como sea, conviene a la estimulación de la primera mañana el azucarillo motivador, se tome o no se tome, a ser posible sin cigarrito, porque quien se desayuna con cigarrito va a encontrar el contrapunto al mensaje motivador de dicho azucarillo en esos mensajes tan desmotivadores que aparecen en las cajetilla de tabaco; fumar produce ceguera, fumar daña los pulmones, fumar daña los dientes y las encías, fumar es causa de múltiples cánceres y en plan más sinóptico y contundente; fumar mata, a ti, a tu hijo y a todo el que se te acerque. No es extraño, pues, que el fumador mañanero afronte ya la jornada laboral con una ración de pesimismo y sentimiento de culpa importante sobre su conciencia. Me hago cargo, por más que de mañana la única sustancia que tolero es la cafeína pura y dura sin compañía de nicotina ni glucosa.
Pero, pese a eso, tengo ya adicción al sobre de azucarillo y su sentencia iluminatoria como alimento espiritual en ayunas.
Hoy, para mi sorpresa, viene el azucarillo con una sentencia de Camilo José Cela:
“No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que andar jodiendo”.
Esta frase ya celebre del Nobel español fue la respuesta que dio el autor cuando, siendo senador, se le vio dormitar en una de las sesiones de la Cámara Alta y fue reprendido por el Presidente:
-Señor Cela, está usted dormido.
-No, señor, no estoy dormido; sólo estoy durmiendo.
-¿Acaso no es lo mismo?- le replicó el presidente.
-¡Claro que no es lo mismo! Porque no es igual estar dormido que estar durmiendo, como tampoco es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.
De modo que en la transcripción de la frase ha debido haber una modificación, no sé si censuratoria, porque tampoco es lo mismo estar jodiendo que andar jodiendo. La segunda expresión elimina el matiz sexual, al que Cela era tan aficionado, y también el matiz argentino, pues en argentino “joder” es “bromear”.
Me contaban mis primos, que estudiaron en Argentina, que los habían invitado allí a una fiesta, comentándoles que sería muy divertida:
-Nos la vamos a pasar muy bien, viste, allá vamos a chupar, a joder…
Chupar es beber y joder, ya sabéis, pero, sin traducción previa, como que se asustaron.
Valga la anécdota, aunque yo creo que el escritor gallego usó el término en el sentido más castellano de la palabra y en ese sentido también se le entendió. De ahí, la transcendencia y las risas.
Pero, en fin, los mensajes motivadores suelen ir por otros derroteros con menos sal y más azúcar. Vienen en sobrecitos con el café y luego en Facebook con letras muy cucas y colorcitos llamativos. También decoran las cubiertas de los cuadernos en blanco que venden las papelerías para que reescribamos nuestra vida, que, dependiendo de nuestra actitud positiva, será un sueño, una aventura y todas esas cosas, porque, en el fondo, valemos todos mucho y somos la pera.
La microfilosofía de la autoayuda con sus mensajes motivadores conforma un catecismo pijo, que se sigue con fe ciega, como todos los catecismos.
Y ciegos dejamos que el mundo gire a nuestras espaldas, a su aire, sin darnos bola, mientras volamos hacia nuestra aventura personal con alas de cera, cada vez más cerca del sol
¡Eso era, la microfilosofía! ¡Euroeka! Tanto madrugar, tanto amanecer perdido, tanta cartera perdida (y encontrada por alguien menos madrugador que yo y algunos más, evidentemente) y esa ayudita de Dios va a parar al bien dormido, bien jodido (en positivo) bien comido y menos madrugador… O sea, al segundón, como si fuese la Liga Santander, avalada por la troupe arbitral. Aunque quizás la microfilosofía tenga que ver algo con esto último, de ahí el entusiasmo preliminar. ¿Acaso no era eso mismo lo que, preferentemente, te vendían…? Aquel apartamento en Tampico, cuyo contrato y condiciones estaban desglosados en letra tampiqueña que nadie se molestaba en leer y que, no por ello, de buena gana y fe, se firmaban, porque el personal se quedaba solamente con lo visible: la maqueta de la urbanización, la piscina, el coche estacionado junto al seto…eran la piedra, digo, el azucarillo filosofal, surgido de lo micro, casi de la nada…y motor del universo. Llegamos a Aristóteles.
Obviamente, Lola, ese azucarillo, por mucha positividad que pretenda transmitir, se parece mucho a las alas del mito: cuanto más se obstinen ambos en aproximarse al calor del café o del sol, antes serán derretidos. Nada como continuar la búsqueda de la milenaria piedra filosofal…Y, como decía aquel teniente –capellán castrense a los reclutas: “chicos, habéis llegado a un lugar donde se está bien jodido. Pero, ya que los estamos, vamos a jodernos alegremente…”
Y es que la jodienda
no tiene enmienda.
Eran los sueños de ayer
un apartamento en Torrevieja
que te da el Un, Dos, Tres,
luego ingresar en la cuenta
créditos con interés
y poner la vida en venta
hasta alcanzar la vejez.
Habrá que tomar la absenta
en el plan Toulouse-Lautrec
para olvidar esta afrenta.
O mejor emborracharse
con esas frases
y darse al autohomenaje.
Prometer hasta meter,
porque, después de metido,
se acabó lo prometido,
que el jodido
sabe bien lo que es joder
y lo doy por entendido.
Los mismos que hoy te dicen
no te invito a comer
pues ya te doy por comido
se afanaban en el beber
tras la firma del oficio
timbrado y de buen papel
a la salud de tu piso
es decir, de tu bolsillo
Que la desgracia no es ser
ciego – que al cabo lo es-
sino llamarse Casimiro;
si me apuro, casi fumo
si no llego, casi vivo…
Todo se resuelve en casi;
así cuando falla el bus
también tomamos un taxi
el cual pagamos (o casi)
Inmerso en dura campaña,
poniendo a prueba su aguante
con bocatas y unas cañas,
como un soldado de Flandes
avanza un bravo de España…
Quejarse ya es puro vicio,
porque al cubo de basura
arrojamos desperdicios
y cuentan de un sabio
que un día
se comió las mondaduras
y las regó con lejía
y el sabio se preguntó
acaso habrá por ventura
otro más pobre que yo
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta viendo
de sabios un mogollón
que la vez iban pidiendo
para su contenedor…
Ésa es la contradicción
¿y aún os quejáis, cuitados?
¡si ya en tiempos de Franco
estaba el pan tirado…!
Faltaba el complemento;
antaño fue leche en polvo,
la carne de novecento,
de entreguerras, de Corea
Y del sargento de hierro
Ahora te enseñan cachitos
de las dotes de Medea,
las ocurrencias y mitos
de aquel esplendor de Atenas
mezclados con rebujitos
Así la visión del cosmos
se parece a la de Ortega;
pongamos mantel y mesa
en el centro, una botella
abramos algunos tomos
filosóficos entre dos
se los pasamos a otros
¿título de la película?
digamos El Espectador…
Hartos de pan y cebolla
sin meter nada en la olla
como el niño del Poeta
y quien no quiera esta dieta
que vaya a hacer la maleta
y en Nueva York
o Alemania
oiga «Suspiros de España»
Lo de aquí es leche y habas
que suele decir la gente
de Alfarnate y Periana
cuando no se hinca el diente
o cuando el valor es nada
Luego no faltan motivos
para seguir escuchando
de España, los suspiros;
de hacer más kilómetros
que la famosa maleta
que portaba El Fugitivo
allá por los años sesenta,
al que una vez por semana
lo veías tras la cena
sin cebolla planteada…
Y después, a la mañana
escuchar el Emigrante
de Juanito Valderrama,
más sentido que suspiro
pues ya la cosa cambiaba;
ya se nos daba un respiro
de frontera franqueada
llamado tardofranquismo…
Y con vida renovada
y porque el azar lo quiso
ya demandabas el hechizo
y el favor de una gitana…
Genial, Lola. Lo tuyo es de matrícula de honor. Firmo, refrendo, doy fe y hago mío, desde «El» hasta «Alegremente». Se puede decir más alto, pero mejor, imposible, Me congratulo de tener una amiga así. Como siempre, saludos cordiales.
Muchas gracias, Santiago, tus congratulaciones me llegan al alma y las recibo como una extraordinario galardón, porque ya sé que no te congratulas tan fácilmente. Yo también me alegro de ser tu amiga y espero que firmes muchísimo en la Feria del Libro de la villa.