Siete vidas

17 Mar

No creo que pueda existir un dolor más grande que el causado por la muerte de un hijo.

Una tragedia para la que nunca se está preparado al parecer inversa a las leyes de la naturaleza, al tratarse del ser que has creado para que te suceda, para que continúe prorrogando la memoria de tus genes y te haga seguir en el mundo, multiplicándote en sus propios hijos y los hijos de estos.

Sobrevivir a un hijo es admitir que, perdido un eslabón, la cadena se ha roto y preguntarse por qué cada día que recibes como un don envenenado de la existencia, como un castigo inexplicable de la fatalidad, en el que a la incredulidad a veces se suma la culpa. Una culpa, en ocasiones, tan vaga e imprecisa como esa marca del pecado original. Cruel destino es el del que muere en plena juventud, aunque ya dijo Byron que son ellos los más amados por los dioses, pero mucho más cruel el de los padres que soportan su vacío. O no.

Cuentan que la madre de Miguel, el niño malagueño de seis años que murió atropellado por una carroza en la cabalgata de Reyes, fue hallada muerta, pocos meses después en su casa.. En principio, se habló de suicidio, pero luego se dictaminó que su corazón, ya debilitado por una patología, no pudo resistir este golpe.

Me hago cargo de lo puede ser el vínculo con un cuerpo que ha sido tu propio cuerpo; el propio poder incuestionable de la sangre y luego de la costumbre; acostumbrarse a su voz, oír con emoción las primeras palabras que salen de su boca, guiarlo en sus primeros pasos, marcar en la pared a lápiz los centímetros que va creciendo, hacerse ilusiones con su futuro, para que luego ese futuro, sin más, se cierre en cualquier momento de un portazo.

Me hago cargo, aunque, ciertamente no sé lo que eso. Pero sí sé lo que es acoger a una criatura viva en sus primeros meses de vida; darle hogar, darle nombre, hacerla tuya y hacerse suya, aunque no haya sido materia de tu propio cuerpo.

Dirán que es un gato, sólo un gato, que es inmoral sufrir de esta manera por un animal con las atrocidades que padecen tantos seres humanos en el mundo.

Vivo en un mundo grande, de cuyas catástrofes me alimento a través de los periódicos, pero dentro de ese mundo grande, tengo otro mundo pequeñito y cercano donde hemos vivido mi gato y yo. Él me ha acompañado en los más desesperados momentos de soledad, me ha consolado de la tristeza, ha soportado mis malos humores y ha sido también muy feliz cuando yo he sido feliz. Me ha animado a escribir, ronroneando en mis piernas, cuando yo me debatía con la página en blanco y ha sido mi inspiración para los primeros relatos. “Fidelius” se llamaba en uno de ellos, porque la fidelidad es el rasgo principal de su carácter. Quien diga que los gatos son ariscos y traidores por naturaleza, no conoce a éste, precisamente. O no sabe, en general, cómo tratarlos, porque un gato tratado con cariño no tiene nada que envidiarle a los perritos más leales.

He sido inconsciente a las reglas que rigen la extensión de la vida de los animales, sin pensar que sus años pesaban más que los míos, que se estaba haciendo mayor a la edad en que los niños todavía son muy niños. Ahora me dicen que los gatos duran lo que duran y el mío ya ha durado suficiente. Con suerte, le quedan dos años, afirman.

Traigo locos a los veterinarios de la ciudad, dos años, en el mejor de los casos, son muy pocos. Quiero que viva tanto como pueda vivir yo, que por algo dirán que los gatos tienen siete vidas.

Sé que, a lo mejor, resulta ridículo decir; es que Horacio no es cualquier gato, es mi gato ¿lo comprende? Y, en eso, tampoco estoy sola. Hay también muchas personas en la clínica veterinaria, que pagan y hacen lo que sea por devolverle la salud a sus mascotas, aún si su caso es más que irremediable; si el animal está muy viejo o intoxicado o con muchos huesos quebrados por un atropello. Algunos esperan con notable ansiedad el resultado de los últimos análisis o de una complicada operación y a otros los veo salir completamente destrozados, después de firmar la autorización para la eutanasia o la incineración. Y dirán que esto es frívolo, desmedido, pero quizás se interprete también como sintomático. En un mundo tan agresivo y egoísta, los animales, aún intactos en su nobleza y lealtad,  saben darnos el amor precioso y preciso que tanta falta nos hace. Y cada uno de ellos, a su manera, sabe hacerse único. El tuyo también.

22 respuestas a «Siete vidas»

  1. Lola, felicidades por tu artículo. Como siempre da gusto leerte. En esta ocasión no voy a criticar nada absolutamente de lo que has escrito. Yo lo escribiría de otra forma. ¿Sabes por qué? Porque jamás he tenido mascota y jamás he sufrido en mis carnes la tragedia de un hijo muerto. Creo que Umbral en su «Mortal y rosa» sí que aventó sus sentimientos por el fallecimiento de una hija suya. Es la ventaja que tienen (o tenemos, no lo sé) quienes nos dedicamos al oficio o al hobby de la escritura: tener la capacidad o la fortuna o la desgracia de expresar con palabras nuestras pasiones o nuestras desdichas. Lo único que te sugiero es que esa madre muerta tras el óbito de Miguel se ha llevado a la tumba su secreto. Son dos sucesos casi simultáneos, tal vez relacionados o tal vez no. Nadie lo sabrá jamás. Sólo ese ser humano desaparecido, pero no podrá contarlo. Aunque hubiera tenido palabras para definir su mal, la fisiología no admite nada parecido a la literatura. Su dolor es el dolor de nuestra especie. El dolor de nuestra pequeñez. A pesar de todo ello, vivir es lo único importante. Lástima que una madre sufriera y gozara doblemente. Por el parto y por la muerte tan temprana. Sospecho que ambos extremos (vida y final) se unieron en el alumbramiento (gozo con dolor) y en la despedida (el tanatos griego). Termino esta intervención de un «cultureta» empedernido, comentándote que, en mi opinión, el mejor poema jamás escrito en lengua castellana es «Hijo de la luz» de Miguel Hernández. Cualquier madre, opino sin conocimiento de causa, podría verse reflejada. Escrito por un hombre, me parece imperecedero y grandioso, a la vez que bellísimo. Un parto esculpido en caligrafía masculina. ¡Casi nada! Por parte de Hernández, una osadía y un desafío tremendos. Pero resueltos ambos con maestría de genio indiscutible. Disculpa la extensión de mi respuesta y gracias por tu tiempo.

    • El dolor de un padre ante la muerte de un hijo es también enorme, como se refleja en la obra que mencionas de Umbral «Mortal y rosa» y en el poema de Miguel Hernández, aunque ese hijo no haya sido alguna vez parte de su cuerpo, como es el caso de las madres. Un padre es mucho más que un espermatozoide. Conviene recordarlo tan cerca de el Día del Padre.
      Y, de camino, voy a decir que fue, precisamente, mi padre quien me leía poemas y me los recitaba de memoria y ya, de niña, me inyectó el veneno adictivo de la literatura.
      Me enseñó a reconocer el estilo de cada poeta y me presentó a un concurso que gané con 12 años, lo que fue mérito suyo. A ver qué niña con esa edad va a saber por su cuenta tanto de poesía.
      Admito que mis ripios a día de hoy no tienen pretensiones, son sólo un divertimento, porque he dejado de ponerme a ser poeta en serio, ya que para mí ese arte es demasiado sagrado y no estoy a la altura, así que me quedo oficialmente en la prosa.
      Lamento el malentendido con Winspector. Estas cosas pasan por las cosas del internet, que eliminan las presencias físicas, porque estoy segura de que si conocieses a este hombre en persona, seríais buenos amigos, por lo muy amantes que sois de las letras y el buen arte que os dais para juntarlas.

  2. Bueno, Winspector, te dediqué en mi anterior entrada «Ne me quitte pas» y ahora ésta de nuestro querido Joe Dassin. Ay, qué haría este blog si tu ne existais pas…pues eso.

    • Lola, termino diciéndote que echar la culpa al empedrado es más antiguo que lo que te apetezca. La culpa no es de Internet, es de quien elimina su nombre y lo transmuta por un alias o mote. Pero, es igual. No seré yo quien se entrometa en nada. Ni en amistades ni en ripios ni en conocimientos. Sigo leyéndote encantado. O embrujado. Yo que sé.

    • Por vivir a pocos metros de una clínica veterinaria, puedo corroborar cuanto dices a propósito de las personas que acuden ahí con sus mascotas, de cómo se intercambian, amablemente, opiniones sobre su salud, acicalándolos y haciéndoles morritos…Es decir, se va generalizando el buen trato y la sensibilidad hacia los animales, en tanto el otro, más humano, digamos que se mantiene. Hace unos treinta años, cuando aún vivía María Zambrano y algunos la catalogaban, públicamente, como “esa vieja loca de los gatos…” también podías verte inmerso, por causa de perros, gatos y, sobre todo, de dueños, en algún lío vecinal, de los que no se olvidan, porque si el perro había matado al gato de un vecino, posteriormente el perro caía abatido por disparos y por derecho, según los mismos vecinos, pues, si bien era cierto que el perro, como animal, tenía unos derechos (hacían furor, recién ingresados en la CE…) no eran menos los del gato. Justicia torera y punto. Espero que alguno de estos haya escogido la otra vía y ahora se dedique a salvar animales; de paso se salvará él, que arrepentidos los quiere Dios…

      Tengo un gato y un hijo (y algo más, claro) preciosos ambos. Si Winspector “existe” es gracias a él, chico especial, “raro” para otros, que un día, hace más de veinte años, cuando se pusieron de moda los Powers Rangers, quiso que jugara con él y sus amigos. Estando todos los Rangers ya cubiertos por ellos y no sabiendo qué papel se me iba a asignar, el niño señaló hacia la portada de un cómic y me dijo: “papá, tu serás éste”. Hasta hoy. ¡Qué no podrá llegar a hacer uno por su hijo…!

      Como hace tan buena noche, mejor dormir bajo un puente.

  3. Con todo el respeto del mundo, genealogizado Winspector, voy a analizar morfológica y sintácticamente el párrafo «y ahora se dedique a salvar animales». Con su permiso, yo prefiero a los que salvan personas. Salvar animales está «chupao». Suelen dejarse siempre o casi siempre los irracionales. Con los racionales, hablo de darles una segunda oportunidad, la cosa es más peliaguda. No sólo precisan carantoñas, mimos, cosquillitas y demás repertorio sensibilísimo, sino que necesitan trabajo, futuro, desintoxicaciones, convencimiento, propósitos de enmienda, dolor de los «pecados» y, sobre todo, mantener intacto su orgullo (autoestima dicen los finos) de ser humano herido reintegrable a la colectividad. Perdóneme caballero por meterme donde no me llaman y donde menos me importa, pero es que Lola es mucha Lola, y eso de que «alguien tenía que decirlo» se pega, vaya, ¡y cómo se pega! Dicen en mi aldea natal, por cierto la más bella del mundo mundial, que todo se pega o contagia o imita o copia, todo menos la hermosura. Y voy concluyendo, señoría, porque se hace tarde. El ser humano de la «photographie», salvo que sea un montaje burdo e impresentable, parece que nos pide algo desde su silencio atronador. ¿Se habrá reinsertado o no? ¡Qui lo sa! La vie. C’est la vie.

    • Curiosos análisis morfosintáctico el suyo, Santiago, que no acaba de decirlo cuando ¡zas!, se me va por la vía de Tarifa, que es aquélla, bien lo sabe usted, que desde el siglo catorce tomaban los malhechores de la época y que les eximía de sus castigos.
      Por otro lado, eminencia, comparar casi nunca es el equivalente de razonar, en este caso tampoco, aun cuando su intención sea muy loable (que lo es) nadie está minusvalorando el hecho de salvar a las personas y su personeidad, ni poniendo por encima de ellas a los irracionales. Concretamente, en el caso que yo cito, los irracionales son todos, personas más animales, pero unos más que otros porque , encima, piensan y saben (o eso creen)
      En cuanto a Lola, nada, ahí está, como la Puerta de Alcalá, con su blog donde medran las malas lenguas y por eso seguimos aquí. Es verdad, en su aldea y en mi pueblo, que “to se pega menos lo bonito”. Nada que perdonar, caballero Santiago, que tenga un feliz descanso.

  4. Copio y pego: «los irracionales son todos, personas más animales». Si las personas, por definición, son «irracionales», pues nada, a otra cosa, mariposa. Que haya algunos homínidos que se salgan de los estereotipos, mientan, trasciendan, torturen, delincan, «corrupteen», hagan el ridículo o salgan en los videos de youtube o en la «caja tonta», no cursa patente de corso para llamarlos «irracionales». Y a nuestra especie en general, menos. Pero, en fin, serafín, perros y gatos. Yo me pido, en campo abierto y sin reservas, verlos trotar, comer, cazar o ser cazados, correr, parir, o ser el dueño de ambos especímenes libres. Lola elige a continuación el papel en el sainete, como anfitriona. que es. Vosotros sois los aficionados a los animalitos domesticaditos, civilizaditos, humanizaditos y sensibilizaditos. Yo no. Las mascotas, ciertamente, no me interesan. Los seres vivos libres, sí. La domesticación tuvo un sentido en el Neolítico, en el Paleolítico o en la Edad de los Metales. Actualmente, y ustedes disculpen por ser costumbristamente incorrecto, poquito.

    • Pues según parece, Santiago, nuestra especie, en general, cada vez va a más, en cuanto a merma de su carácter racional, de la misma manera que disminuyen los animales salvajes y sus hábitats; mucho me temo que, en ausencia de marcianos o entes o gentes, venidas o llegadas del espacio exterior, sea la mano del hombre la que esté detrás de todo esto. Basta escuchar las proclamas de sus líderes. No digo jefes de tribus, clanes y otros subalternos. Hablamos de líderes del mundo, cuyas consignas y eslóganes harían sonrojarse a las mismas ratas. ¿Cómo no van a estar a gustito los animales de compañía? ¡si son unos priviegiados! (ellos y sus dueños) De sobra saben que ahí fuera, entre los demás racionales, les espera lo peor, la inseguridad total, la soledad, el abandono…como si fueran un humano cualquiera de nuestro tiempo, vaya. ¡Si hasta en la Ley de Caza, antes que matar o abatir un animal dice “asesinar”…!
      Pero nada hombre, estoy contigo: contra los veganos, ¡salva una planta, cómete un asado! Hala, que hoy hasta la prosa sale ripia…

  5. «De sobra saben que ahí fuera, entre los demás racionales, les espera lo peor…» ¡Tú sabes lo que saben los animales! ¿O tú crees que lo saben? ¿Los animales saben algo? Me da la impresión de que estás hablando por ellos, Y ellos (los animales, irracionales por definición) no hablan. Ladran, maúllan, balan, braman o lo que sea. ¿Las ratas se sonrojan? Ya sé que son metáforas, pero metaforizando de lunes a domingo consiguen los que sean que el lenguaje se degrade hasta extremos insospechados. «La mano del hombre la que esté detrás de todo esto». ¿Cuál si no? Nuestro mundo, en el que tan felizmente viven algunos o tan desgraciadamente otros, está construido por el hombre. Obvio. La mano del hombre y de la mujer mecen la cuna, envían naves espaciales, acarician gatitos de porcelana, curan enfermedades, aplican prótesis, aumentan la esperanza de vida, conforman hábitats y ecosistemas cada vez más amplios y acondicionados para los irracionales (parques naturales, reservas, doñanas, etc), luchan contra violencias o imposiciones… Los animales, en el fondo oscuro del subconsciente, del super yo freudiano o de los impulsos incontrolables ( el repetido «ahí va, se me ha escapado») constituyen para ciertos humanos (ciertos, ¡ojo! no todos) el sucedáneo o el recambio a su ineptitud, imposibilidad, incapacidad o dejadez para comunicarse con otros seres humanos. La vida se torna feliz o llevadera (hablo del personal ya maduro, no de los niños) cuando se tiene cerca a un ser vivo que aguanta todo lo que le echen, comida basura incluida, y que no protesta por más que los caprichos del «yo» del amo se revelen insufribles para otros congéneres. Hace unas horas he visto una furgoneta circulando y publicitando un rótulo revelador: «Peluquería canina móvil a su servicio, 24 horas.» ¡Lo que hay que hacer para comer caliente todos los días! El ser humano es la medida de todas las cosas, decían los renacentistas. De todo, añado yo, de lo bueno y de lo malo. Los animales, simplemente, aguantan, acompañan, observan, miran, emiten sonidos, descansan, duermen, se desperezan y reciben clases de buena educación. ¡Cuánto daño hizo Walt Disney! ¿Humanizar a los irracionales? Para ese viaje, me temo, las alforjas no son necesarias. El ser humano necesita algo o alguien a quien dominar y a quien transmitir sus afectos, carencias, miedos, alegrías, tristezas, sentimientos, frustraciones… Los judíos iban o van a un Muro. El resto del mundo mundial, y también los hijos de Abraham, lo hacen con los irracionales, generalmente cuadrúpedos. ¿Vale toro como animal de compañía? Vale. Pues, eso, que todo vale. O casi todo.

  6. Esa es buena, Santiago: “¡Tú sabes lo que saben los animales!” Anda, ¿y qué somos sino animales? ¿tal vez divinidades? El que nosotros, animales (racionales y ahí nos quedamos y porque es cosa nuestra) hayamos “progresado tanto” no nos libra de serlo y, en todo caso, antes que divinidad, no somos otra cosa, a la vista está, que producto de alguna cólera divina. Porque bastó matar a un solo dios para que, en lo sucesivo, ninguna ley impidiera a los hombres matar por millones a otros hombres. Contra los irracionales, evidentemente, llegamos a creérnoslo, qué duda cabe, y utilizamos el lenguaje racional para ponernos siempre de nuestra parte. Y no. Será, pero no. Si existe algo que espolea y encoleriza a los racionales contra todo, contra todos, es tener consciencia de su propia finitud y desde los tiempos más remotos anda buscando su tabla salvadora, divina, atea, exoplanetaria…¡Encima se quiere salvar! Vale, pero que lo haga ya, rápido, antes que terminen las presentes guerras y la injusticia prevalezca; que el fúnebre barquero, de ojos de llama, dicen que tiene muy mal genio y que las reclamaciones al maestro armero…

    • La mía es buena. La de alguien a quien no tengo el gusto de conocer, mejor. Poniendo en el mismo plano a los racionales y a los irracionales, mejor, mucho mejor. Y lo de la finitud, la tabla salvadora, el barquero y el maestro armero, a descubrimiento de la pólvora. O a Robinson Crusoe, Trafalgar o Salamina. ¿Tú que sabes lo que saben los animales irracionales? Podrás saber algo, algo, algo, algo, sobre humanos. Sobre los otros, poquito, muy poquito, nada. Te lo repito, nada. Si buscas Salvador o salvador o lo que sea, ya sabes: los niños y las mujeres primero. Lola y luego el resto.

      • ¿Las mujeres y los niños primero…? Otra porcelana racional, Santiago: lo he intentado, pero nadie se aclara con la identidad de género…

        • Santiago es muy peleón y le gusta discutir, o sea, que si tú dices una cosa va a argumentar la contraria. Para mí, que es un poco como los sofistas. Hay maneras de ser y estar en el mundo y ya está. Perro ladrador, poco mordedor…

          • Ciertamente es peleón
            como Santiago en Clavijo
            y algún vino amontillado
            que otros llaman divino;
            si fuese toro, astifino;
            verbosidad correosa
            de “ataero santiaguillo”
            que de ordinario remoza
            sazona y condimenta
            cual cándido cochinillo…
            Siendo sofista es socrático
            (no le falta el geniecillo)
            Mas, para ir terminando
            de alguna manera el ripio
            me pregunto si se atreve
            con este huracán de niño
            que ni da agua ni nieve
            Y no me vale que alegue
            miedo a lo desconocido…

      • Digamos que los humanos pensaban, ahora ya no tanto, porque para eso está el google. En cuanto a lo de sentir, para mí que lo hacen mejor los animales. Si te quieren, te quieren siempre y no cambian tanto de opinión. Si matan a otro bicho es para comer y no por ansias de poder, riquezas o megalomanías. Ninguno de ellos va al psiquiatra y reaccionan a cualquier cosa por motivos lógicos ¿eso no es racional? No vas a encontrar ninguna conducta de los animales que no sea por una razón muy concreta, o sea que…

  7. Santiago, apóstol de España,
    por favor,
    no des guerra a Winspector
    ni le metas tanta caña.
    En este blog,
    puedes ser buen guerillero
    pero si presentas armas,
    que el duelo
    sea a mi nombre,
    y aunque me llame Clavero,
    puedes ser torre
    y yo alfil,
    que me encanta discutir.
    Soy más Rosaura
    que dama
    y sólo en esas
    entiendo
    las tramas calderonianas,
    yo sola salvo mi honor,
    y no es Yago, Winspector,
    ni tú, Otelo,
    ay, por Dios, que este no es lugar
    para los celos.

    • Lola, gracias. Si provoco tus comentarios, me doy por satisfecho. Hasta más ver y discutir. Yo diría que razonar, pero, en fin, jamás me atrevería a polemizar con una dama. Preferiría extraer una sonrisa de su rostro que un mohín de fastidio. Saludos cordiales.

    • Muchas gracias, Nani, es un piropo muy generoso!!! Qué alegría de leerte después de tanto tiempo!!!
      Por fortuna, Horacio sigue vivo y se va recuperando poco a poco, pero, claro, los años no pasan en balde y se multiplican para los gatos. Tú lo sabes muy bien.
      Un beso!!

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