En las llanuras manchegas hay espejismos como en el desierto, escribía García Pavón. Y, desde luego, hay algo en la monótona aridez de este paisaje aburrido, para los ojos prosaicos, que excita las fantasías más febriles. Sólo en La Mancha son concebibles las aventuras delirantes de El Quijote y sólo de la Mancha puede venir la inspiración que a José Luis Cuerda le hizo recrear las tramas disparatadamente surrealistas de sus películas. El manchego, criado entre boinas, rebaños de ovejas y ancianas de luto, tiene un punto alucinado en su creatividad cuando es artista. Como si cocinase en su obra uno de esos platos extravagantes propios de esta tierra en los que todo se mezcla con concupiscencia barroca. Las propias películas de Pedro Almodóvar son como un guiso de las bodas de Camacho o unos galianos. Cualquier ingrediente cabe en sus dispares peroles. También un humor estrafalario que, con su denominación manchega, se deja ver a su vez en las parodias rurales de José Mota.
En la España central, la excentricidad se mama y da lugar a actrices que se interpretan en la vida como señoras que fuman puros con tronío y ponen al macherío de Hollywood a sus pies haciendo piruetas de culebra con una lengua que ya, al hablar, pecase. Sólo de Campo de Criptana pudo venir la fantasiosa e irrepetible Sarita Montiel, allá donde El Quijote confundía los molinos con gigantes. Y sólo de Tomelloso podían ser los detectives que creó García Pavón; Plinio, el hidalgo jefe de la guardia municipal de Tomelloso (GMT) y su escudero, don Lotario, el veterinario, que son también una versión de Quijote y Sancho en plan novela negra o de Sherlock Holmes y Watson por tierras manchegas. García Pavón inventó la novela policiaca rural y ya no volvió a reinventarse. Los pliniófilos sabemos que el género pliniesco es único y, por eso, volvemos a sus páginas de vez en cuando con garantía segura de fruición.
De otro pliniófilo, el dibujante Ángel Idígoras, tomé la idea de hacer un viaje a Tomelloso para conocer los lugares de Plinio que ahora vuelvo a reconocer en las novelas con la constancia de lo visto.
Tomelloso, en sí mismo, es un misterio. Nadie sabe a qué vino construir aquel pueblo en medio de la nada como un espacio espectral y fantasmagórico. Fuera de algunas calles alrededor de la plaza de España, donde se encuentra el Casino de San Fernando, escenario en el que Plinio y don Lotario, discernían sobre las pistas de los crímenes, sólo hay hileras de calles alarmantemente desiertas con casas de una sola planta, hoscas de ventanas y cerradas a cal y canto, detrás de cuyas puertas, uno se imagina, como en las novelas de García Pavón, que normalmente no pasa nada y, de repente, pasa todo, porque el aburrimiento, que es el peor enemigo del hombre, le puede sacar el loco que muchos llevan dentro y cometer crímenes atroces. “Cuando el hombre está mucho tiempo quedo, piensa en lo que es, en su miseria y vecindad de la muerte y enloquece”, sentenciaba Natalio Torres, Copérnico, personaje amigo de Plinio y entusiasmado vigilante de las costumbres de los gorriones.
Otra aspecto valiosísimo de estas novelas son las tertulias filosóficas en las que Plinio y sus amigos discuten sobre la condición del género humano, siempre bien rodeados de buenas viandas, dándole al epicureismo con los buñuelos de la Rocío, las gachas con torreznos, el buen queso manchego, las migas ruleras o las redondas tortas de Alcázar, de las que decía el poeta Eladio Cabañero, que sólo les faltaba el pezón. El tomellosero Cabañero y el pintor Antonio López Torres, tío del célebre Antonio López, son también personajes presentes en estas novelas. Reflejo de lo que Tomelloso da de sí en cuanto a talento artístico con la suma del también oriundo Félix Grande. Se diría que el prodigioso vino de Tomelloso actúa como poción mágica sobre el ingenio, poniendo también en las mentes su puntito onírico y alucinado. Ese mosto que también determina el ritmo de las estaciones en esta tierra y el carácter de sus habitantes, llevándolos a la filosofía y el lirismo. “Las uvas son los últimos frutos de la lozanía del año (…) el mosto, calido y pegajoso, es sangre tardía, sangre de abuela joven o de madre vieja. Sangre con muchas noches de lágrimas y reíres. El mosto viene del más soterrado ovarial de la tierra”, decía García Pavón.
Y, animados por la fuerza de este vino, que da más sangre a la sangre y provoca la sed de aventura, seguimos por la ruta de Plinio hacia las lagunas de Ruidera, donde se desarrolló el episodio de las lesbianas suecas. Una de ellas apareció brutalmente asesinada y, aunque un vizcaíno fingido, oficialmente muerto, aclaró parte de los hechos, la novela se cierra con un inquietante final abierto para este asunto. Seguiremos tras la pista.
Tras de la luna de abril
venía la luna de España
en autobús o ferrocarril
destaca la tierra blanca
un cielo de alborada gris
despacio va y se levanta;
sereno reflejo de Azorín
el pedregal y la retama
aguda torre bajo el añil
el azul de las montañas
que es del páramo atril…
Campo gótico se llama
si es meseta del norte
y la del sur por su porte
es la milenaria Mancha
por aquí patrulla Plinio
con un coche saleroso
para lucir en domingo:
“yo me siento muy orgulloso
de ser en la vida el que soy
un servidor de este pueblo
y un defensor de la ley…”
como lo hace Sam Cade
en la frontera de México
éste con jeep todo guay
Plinio en un seiscientos…
diferencias no las hay
solo varían los tempos
De Tomelloso me queda
el recuerdo de otro cine
que se hizo en los sesenta
sin pretensión de alucine;
Los Chicos del Preu cuenta
una historia de estudiantes
todos pijos y más tunantes…
salvo Emilio Gutiérrez Caba,
de Madrid se decía dichoso
por no decirse de Tomelloso;
así la Corte ya retomaba
con argumentos muy serios
moderno es decir monadas
y cultura, pal monasterio
Que solo pasa en España…
Muy bonito, seña Lola
Ese lugar de la Mancha
Qué oculto es el misterio en la llanura,
qué exhausto el adjetivo casi nombre,
qué efecto el del linaje en su pureza…
Castilla cuando baja es una reina
que pierde su corona en la meseta,
que brilla como el sol y la veleta
se mueve a contraviento.
Castilla cuando baja es un antojo,
un fuero medieval a plano abierto,
más bien un acertijo,
un pase a la rareza de la raza,
un bonocoposdal, un paraninfo
donde cante el quijote sus abismos.
Lo que la Mancha es
y lo que inspira,
el espejismo que ocultan
sus mesetas,
ni siquiera a Rubén,
el gran esteta,
le dejaron, en nada, indiferente,
¿qué tendrá la Mancha que alucina
de tal modo, el ingenio de las gentes?
Místicos nos ponen las llanuras
y, en la sangre de sus vides,
nos dejamos la cordura.
Por la senda medieval de sus castillos
y el olor humilde del tomillo
que dio nombre al lugar de Tomelloso,
en loa de las letras venerado
por crear al detective más salado,
a los poetas más iluminados
y a los pintores del todo alucinados…
P.D: Excelentes versos los vuestros. Chapeau!!!
Cuando la noche llegaba
era Alcázar de San Juan
en la mente otro Alcázar
cuyo nombre es Baltasar
misógino y anti-Petrarca
mas poeta de buena casta;
recordando su lenguaje
-con el vaivén del vagón-
y versos de los de antes:
“guadramaña, maxmordón,
zafarraya y alfarnate,
galambao, calamorrate,
trincapiñones, choclón…”
De tal manera Cervantes
me decía pensando yo
igualmente Juan Valera
y menores en escalafón
la patria chica mentaron
y por el camino curaron
tristezas de una estación.
Muy distinta fue la ruta
de los autobuses “piratas”;
por escapar de las multas
se metían en secundarias
capachos llenos de uvas
en Jumilla los trataban,
ya una vez en Albacete
de viva voz pregonaban
vinos, frutas y navajas…
Qué pasada, los setenta
Qué tiempos los que pasaron,
añoranzas del pasado
en memoria presentada
cual hogaza de este hogaño.
Y es que el año se nos fragua,
quién lo diría,
de una tenue melodía
con un egosonsonte que promete:
Lo que fuimos;
peregrinos de la edad
que acabada ya lo voz,
cantamos viejas cantatas
estando viva la tata
y las bolas de alcanfor
contra la caducidad.
Pero los años pasaron
y en calendarios meados
(perdonen la irrigación),
vamos narrando el ayer,
ya sea tierra, juventud,
las calles que se perdieron,
o aquel bar olor a enfermo
donde una tarde aprendí
que los viejos no pagaban
y el tabernero fiaba
los chatos sin porvenir.
Pues también el Lugar,
necesita de esta manera
el lugareño que lo quiera
en verso o prosa citar
Winspector, haznos el honor
que tú eres de estas tierras trovador…
Aquel pueblito ubicado en la sierra malagueña
Lugar de asiento del morisco renuente y del cristiano
Fue cuna de mi nacimiento y es también su «medio pueblo»
Al albur de un canto de alondras y de paisaje virgiliano
Reluce el sol temprano en la cruz y en la espadaña
Nuevas gentes y nuevos ecos se expanden por el llano
Aquéllos que hoy gozan de la luz y del rocío de la mañana
También fueron árboles, ramas y flores del mismo campo
Es llanura y es montaña. Y de caminos, encrucijada
¿Su nombre…? primera sílaba de arriba abajo, en margen izquierdo referenciada.
Y muchas gracias, exagerada
Maravillosos acrósticos que merecen un lugar de lucimiento en el Lugar, que ya tiene su propio Virgilio. Hay que proponerle al Ayuntamiento que les dé su placa en sitio prominente para solaz de lugareños y viajeros. Sí, señor!!!
pero ahí vas a tener que firmar y dejar aparte la modestia del anonimato ¿no?
Aquí pongo este mi soneto o lo que parezca…
LUGAR ES LA MEMORIA
Los mejores lugares van sin mapa,
se esconden en la mente de los hombres
y salen a la vida, a su horizonte,
lo mismo que una amada inesperada.
Se quedan en el tiempo y su zozobra.
Cantan a lo perdido un elegiaco
poema de lo ausente ya vivido,
y anuncian tu vejez cuando los nombras.
Si alguna vez descuidas su añoranza,
será por el presente, que absorbido
te tiene entretenido en sus mudanzas.
Son lugares tan muertos como vivos,
que encuentran su cobijo en la memoria,
que hilan tu existencia y te han constituido.
Viajamos hacia nosotros mismos y sólo necesitamos para ese viaje una magdalena como la de Proust. ¿Pero al pasado? ¿Por qué? Te veo, Escribidor, muy melancólico ¿será el otoño?
Si desde mi pueblo, Lugar
me llamaran para firmar
yo me quitaría el sombrero
-mentira, que no lo tengo-
dejaría el anonimato
-por obviedad ya es verdad-
y muy gustoso estamparía
no más que una firma más
No la del hábito y la práctica
del sellar, signar, atestiguar
delegar, pasar, corroborar…
mas de gran belleza plástica.
Futbolero joven que sueña
con vestirse con la elástica.
Vaya, que ni yo mismo me lo creo, Lola. Escribidor, me recuerda vd a Quevedo: «soy un fue, un será y un es cansado…» Declamemos alto que el hoy es malo… ¡pero el mañana es nuestro!.El cisne puede esperar…