Más que un artículo, un ruego

16 May
El instituto Martiricos

Se llama IES “Nuestra Señora de la Victoria”, pero es más conocido como Martiricos o “el Martiricos”, un instituto donde se formó la flor y nata de muchas generaciones de malagueños, en principio masculinas, porque era el reservado para los varones, cuando la segregación de sexos en la enseñanza le obligó a trasladarse de su primera sede en Gaona que quedó como instituto femenino con el nombre de “Vicente Espinel”.

De este modo, “Nuestra Sra de la Victoria”, el instituto más antiguo de Málaga, se reubicó en el paseo de Martiricos para inaugurar un edificio modernísimo en 1961 que fue diseñado por el célebre arquitecto, Miguel Fisac, quien aplicó las líneas vanguardistas a un concepto revolucionario de la pedagogía, como se puede entender, en el sentido más vitalizador de la palabra. Los módulos estarían comunicados por galerías abiertas, con espacios educativos –biblioteca, gimnasio, aulas especializadas- de carácter independiente y zonas ajardinadas que diesen en su conjunto una dimensión luminosa, liberadora y lúdica a la tarea del estudio y la enseñanza como si no fuesen tarea, lejos del recinto lúgubre y carcelario en el que pueda intuirse el aprendizaje cual una dolorosa sesión penitente de trabajos forzados. El diseño de aquel edificio, muy al contrario, con su carácter mediterráneo de amplitud, refulgente de color blanco, ya perdido, era un lugar propicio para alojar una perfecta institución libre de enseñanza como la idease Francisco Giner de los Ríos. Un abierto paraíso donde el estudio fuese vigor y no rigor y las letras y las ciencias se acomodasen de la manera más natural e indolora al flujo sanguíneo de un alumnado, ya por contagio del contexto, predispuesto al saber entusiasta y espontáneo.

Y la cosa funcionó, no obstante, hubo condiciones propicias no sólo por la recreación del ámbito idóneo sino por la dedicación y la constancia de grandes profesionales de la docencia que imprimieron una huella indeleble en la memoria de sus discípulos, quienes bebieron con placer de aquellas fuentes. “Yo estudié en Martiricos” llegó a convertirse en una garantía de prestigio de la que se vanagloriaban gentes bien posicionadas en la ciudad. Un orgullo que he visto compartir a intelectuales de referencia por estos lares. Se lo he oído hace muy poco y de seguido a Javier La Beira, el poeta Antonio Muñoz Quintana y hasta a Antonio Garrido Moraga.

Los padres otrora se daban de tortas para matricular a sus hijos en ese centro privilegiado. Allí eran los insignes catedráticos eméritos, las instalaciones de rango, la biblioteca de mayor solera local, la capilla, el museo de ciencias naturales con colecciones únicas, datadas del siglo XIX. Un lujo que, sin embargo, no resistió bien el paso del tiempo.

Los tesoros del Martiricos siguen ahí, si no aquellos catedráticos que se jubilaron en los más convulsos tiempos de la enseñanza, sí la biblioteca y la capilla y el museo de ciencias naturales, aunque, perdiendo notoriamente brillo por esa abulia generalizada que desatiende el valor de su patrimonio histórico a favor del futuro, como si no pudiese compatibilizarlos.

He leído en La Opinión de Málaga que la Junta avala el plan de Martiricos en el que habrán de invertirse casi 12 millones de euros, la mitad del presupuesto reservado para urbanismo.

Dicho plan prevé la construcción de un parque, una promoción de 200 VPO y dos torres de treinta plantas en los suelos de la antigua Citesa.

La aprobación del proyecto me inquieta, aunque también me esperanza. Me inquieta porque tamañas construcciones puedan robar la luz diáfana que caracteriza a esta zona y me esperanza por la cantidad de empleos que van a generar y las mejoras en la calidad de vida que aporten a este barrio. Pero no dejo de pensar que, cuando pueden gastarse tantos millones en este plan, muy bien podría emplearse más que alguna calderilla en el mantenimiento del instituto de Martiricos, que forma parte de una no muy larga lista en todo el país de centros educativos con patrimonio histórico y artístico, en su caso, del todo descuidado. El patrimonio, el edificio y las instalaciones, requieren urgentemente labores de mantenimiento para devolverle algún brillo de su pasado que incluye una importante nómina de personalidades célebres que pasaron por su primera sede de la calle Gaona. Entre estas paredes, se conservan los expedientes académicos de Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina, Moreno Villa, Muñoz Rojas y Blas Infante. Y los exámenes de ingreso de Vicente Aleixandre, Nobel de Literatura, junto al de Ortega y Gasset, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Pablo Picasso.

En el museo de Historia Natural están representadas el 70% de las aves hispanas, algunas en peligro de extinción, y especies de mamíferos en manifiesta regresión como el lince y el oso pardo por citar sólo algunos ejemplos, porque los tesoros de Martiricos, abiertos a la vista pública en la pasada Noche en Blanco no me caben en unas líneas, si bien es imposible omitir el valor de algunos volúmenes de una Biblioteca, de la que estuvo encargado el propio poeta, Salvador Rueda. Ejemplares del siglo XVIII y XIX de Dante, Gracián y Goethe que están siendo consumidos por la humedad y las termitas y agonizan a falta de unas condiciones mínimas para su supervivencia.

Apelo a la sensibilidad de unos organismos, interesados en nuestra cultura, y suplico la atención necesaria a una importante parte de nuestro patrimonio histórico-cultural que la falta de medios está poniendo en gravísimo peligro. Porque esto más que un artículo, es un ruego. 

P.D: Debo la mayoría de los datos de este artículo a Jose Francisco Jiménez Trujillo, profesor de Ciencias Sociales y antiguo alumno del instituto «Martiricos», quien ha reivindicado en numerosas entrevistas y artículos, el patrimonio histórico-cultural de este centro, y como una virgen vestal vigila el fuego sagrado de su templo. Valga decir que mi intención no era sino sumarme a una muy justa inquietud, de la que participan el director, el claustro y los alumnos de este instituto y difundirla.

3 respuestas a «Más que un artículo, un ruego»

  1. Era y es un excelente instituto,si ya no están aquellos catedráticos de antaño, están modernos profesionales de la enseñanza y a los más mayores de ellos se les nota que sus primeros alumnos provenían de otro sistema educativo, acudían pasada la enseñanza obligatoria, por el nivel que imprimen a sus clases.
    Quizás fuera posible que se abriera al público con cierta regularidad, al ser más conocidos sus tesoros sería más fácil preservarlos. Y en tanto, a protestar por todos los medios posibles, a más ruido más probabilidades de conseguir algo.

  2. Estoy de acuerdo con todo lo expuesto excepto en lo que hace referencia a que a este instituto acudian los hijos de una clase privilegiada. POR supuesto que todos los que tuvimos la suerte de ingresar en este instituto fuimos privilegiados pero gracias a la actitud de nuestros padres no precisamente porque ellos fuesen cultos o adinerados sino por su sentido común y esfuerzo como trbajadores que querían y entendían que era lo mejor para sus hijos.

  3. Claro, Carmen, los profesores de ahora de Martiricos siguen siendo un lujo. Personas muy vocacionales, que se dejan la piel por mejorar la calidad de la enseñanza de sus alumnos y echan las horas extras que hagan falta. Te puedo citar a Juan Carlos Trigo, que acaba de hacer un corto con un grupo de bachillerato contra la violencia de género, que es una maravilla!!! Y sin discriminación de los demás, que son profesionales muy implicados y no pierden fuelle pese a los recortes. Martiricos tiene un claustro y un director excepcionales y con las dificultades se crece como mi Málaga C.F, que le acaba de ganar al Levante. Ahora, Miguel, también es lo mejor para los hijos de cualquier padre con sentido común. Ni antes ni ahora es un centro para pijos, no quise decir eso, sino el centro propicio para darle a sus alumnos herramientas y motivación, con las que puedan conseguir el futuro que quieran.
    Con más razón, los organismos oficiales deberían plantearse una inversión en su mantenimiento. Porque se trata de un centro con patrimonio artístico, histórico y cultural y porque sus profesionales y sus alumnos se merecen trabajar en las mejores condiciones. Invertir en Martiricos es invertir en calidad de enseñanza y en progreso. ¿Habrá mejor inversión? Martiricos es historia y también futuro ¿y si planteamos una plataforma para su mantenimiento?

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