La eterna edad de la inocencia

13 Dic
Un cuarentón de los de antes
Las edades ya no son lo que eran. Con cuarenta, cincuenta años, otrora portal de la senectud, cualquiera está hecho un chaval. A ello contribuyen las modas que hacen bastante probable el ideal de la eterna juventud. Según sus dictados inapelables, hoy día se hace del todo normal que un cuarentón de coronilla pelada se embuta en una camiseta estampada con el mamarracho de Bart Simpson o similar y la señora coetánea luzca sin sonrojo el mismo trajecito de Heidi cuando fue a visitar al abuelo en la montaña. Los diseños de Desigual e imitaciones proponen a la mujer un apetitoso regreso a la niñez o adolescencia y, por tanto, suponen una tentación irresistible para la cincuentona cuando pasa por el escaparate en esos días frágiles de la menopausia que ponen a huevo el delirio de “volver a los diecisiete” en plena crisis del medio siglo. Definitivamente, un cuarentón de la edad actual es mucho más joven que lo era un cuarentón de hace unos décadas. Y, directamente, un anciano si dicho cuarentón es la imagen de un antepasado en color sepia que, al uso de otras modas de antaño, avejentaban corbatas de lazo, sobrias levitas y bigotes rocambolescos. Es indiscutible que la solemnidad del gesto y el atuendo les sumaba dignidad reverencial, pero no menos que les ponía en dicha suma las setenta castañas del tirón.
Afortunadamente, nuestras modas si, en cierto modo, no dignifican, sí rejuvenecen y nos perpetúan en la edad del desenfado. Por tendencia y por necesidad social. Lógico e imperativo es que quien ha de jubilarse a los 67 años, se vista y se sienta a los cuarenta como un chaval. Y así lo disponen los diseñadores que, al fin y al cabo, son unos mandados del sistema que todo lo manipula. También la moda porque, desde el marketing y la globalización, todo es moda; no sólo la ropa sino incluso nuestro modo de expresarnos y de pensar que, de un modo tan ingenuo, creemos elegir libremente. Estamos sometidos a una dictadura mucho más sutil y peligrosa que la de los añosos y obsoletos regímenes fascistas y comunistas, pues sin aspavientos ni líderes y consignas tan cantosas somete a todo el orbe de una manera silenciosa. Y, sin duda, más eficaz.
Todo, absolutamente, todo está controlado como profetizó George Orwell en su novela distópica “1984”. A estas alturas, hasta los ateos sabemos que Dios existe; que su ojo omnipresente sin rostro preciso está siempre de guardia vigilando en las redes sociales y hasta en los más inocuos correos del ciudadano común por si se atreve a la rebeldía. Lo que, por otra parte, es cada vez menos probable, habida cuenta de que el pensamiento crítico es fruto de una formación intelectual que el sistema lleva décadas tratando de extinguir. Los totalitarismos son enemigos de los intelectuales. Si son torpes, lo expresan a voces como Millán-Astray frente a Unamuno, “muera la intelectualidad traidora”, pero si son hábiles vencen y convencen. Con sus modas y su puñetera publicidad; promocionando libros de evasión y silenciando los peligrosos, idiotizando a la gente con su telebasura, gravando bárbaramente los productos culturales y condenando a los artistas, más si son comprometidos, a la mendicidad y, a la postre, la extinción. Y reduciendo los niveles de enseñanza. Así se alarga la infancia y la peligrosa edad de pensar. Un niño de doce años hoy día equivale a uno de ocho de los de mi época, que no es tan remota. “Yo fui a EGB”, como dijeron aquellos. De mis doce años en 7º de EGB conservo mi libro de literatura completísimo y maravilloso con sus 575 páginas. Para lengua teníamos otro libro de texto, pues era una asignatura independiente con su correspondiente horario. Yo era una niña normalita en la media de las clases de entonces, pero aquel libro maravilloso y las explicaciones de una estupenda profesora a la que cuarenta alumnas escuchábamos en silencio, me animaron a escribir y, un año más tarde, a ganar dos premios de poesía. Uno a nivel nacional. El mérito fue, desde luego, de mis padres que me animaron a leer y de mi profesora que me animó a escribir. Se llamaba Inmaculada Gómez y la cito siempre con la esperanza de que alguien me dé fe de ella para volver a verla y darle el beso y el abrazo que le debo desde hace tantos años.
Los niños de doce años de ahora son igual de inteligentes o más que los de mi época, pero obtienen malos resultados en lengua. Seguramente porque su libro de texto sólo de lengua, a esa edad no estudian literatura, tiene sólo 150 páginas casi todas llenas de dibujitos, porque aunque tengan profesores maravillosos no están acostumbrados a escucharlos en silencio y porque sus padres, por más que los quieran, que nadie lo duda, no los animan tanto a leer.
Detrás de todo esto, hay un sistema perverso que se empeña en perpetuar a los niños en la infancia y a los adultos en la adolescencia para que nunca perdamos la inocencia. Y la candidez. Vivimos en el mejor de los mundos posibles. Concretamente, en “El mundo feliz”, que profetizaba Aldous Huxley.

7 respuestas a «La eterna edad de la inocencia»

  1. Viéndolo desde un punto de vista positivo, esa continuidad de la infancia supone, así mismo, un ahorro nada desdeñable de síntomas, popularmente conocidos como “sofocos de mocit@ viej@”, que suelen presentarse a ciertas edades y que, por lógica evolutiva, desaparecerían y nos iríamos retrotrayendo hasta situarnos a las puertas (dichosas puertas) del Nunca Jamás, porque volare, decir: “poi d’improviso venivo dal vento rapito…” es cosa de Modugno y otros –pocos – iniciados. Entre estos, a los progenitores que se aproximan un poco al vuelo iniciático, siendo los más preparados, les falta tiempo para transmitir las enseñanzas; más el handicap que supone no ser tal vez escuchados, terminando muchos por aburrirse y levitar como vaga mariposa. Al resto de padres, les faltan ganas y les sobra programación, pues son los que elevan a categoría de best seller las obras de Belén Esteban. Dichosa ella también.
    Lo dicho, ¿habrá todavía algún mundo perdido, aunque esté lleno de lagartos, en este mundo? Porque otro, como no sea volando…

    Saludos y buenos días a tod@s

  2. ¿Mocitos viejos? Esa expresión es muy de Alfarnate, me encanta!!!
    Tengo una alumna, a propósito, por la que siento un singular aprecio. Es despierta, aplicada y promete muchísimo, pese a las circunstancias adversas que la rodean. Cuál no sería mi sorpresa, al descubrir después de un año, que su padre es del Lugar. En fin,tampoco podía ser de otra manera. Ya decía yo que esa cara me sonaba. Viva el Lugar y sus lugareños!!!

  3. No, si al final será el Lugar, esa infantil Arcadia, la tabla salvadora. Pues que viva otra vez! Y ya se torna difícil abandonarlo, porque, en las actuales circunstancias, ¿dónde vas?, Europa, dichosa Europa también, ya no es la que fue, de pobre no vas a pasar y en cuanto vuelvas el rostro para echar un vistazo, como dijo Calderón, verás a otro más pobre que tú. Metamos presión al sol y que nos siga salvando.
    Dichoso también ese alcalde de Alfarnate, buena gente donde la haya, que por amor, lo que tira el amor, deja casa y hacienda y se va a hacer las Américas.
    Es que, inasequibles al desaliento, estamos por todos sitios, seña Lola. Pero siempre, siempre que se puede y nos dejan, volvemos. No se pasará tan mal, ¿no?
    Saludos

  4. Ha habido varias épocas de escolar,

    En la mía se premiaba la excelencia y se castigaba, con buena vara o regla de madera, la sola vaga presencia.

    En la de Usted, Lola, en la EGB, se premiaba la exigencia o excelencia y se ignoraba (el peor castigo de todos) la mera presencia.

    Ahora se premia la mera presencia, por todos los agentes responsables de la enseñanza. Siempre. Es la mayor injusticia, y la más difícil de justificar, aún con el más sonoro pataleo para justificarla.

  5. Ahí, Ay, Don Jesús, pero algo está cambiando, aunque hay adoctrinados, miedosos, palmeros de un sistema fallido, están los otros decididos a cambiar, porque la historia son ciclos y éste se acabó, viene otro y te digo que mejor. Un primer paso, otro y adelante!!!
    El alcalde de Alfarnate encontró el amor allende el océano porque en el Lugar faltaban mozas casaderas, si no, no se va, donde se ponga una mujer de Alfarnate o Alfarnatejo ¿tú qué dices?

  6. A ver, yo, evidentemente, digo como también dirá su señor padre,seña Lola, certo? Pero que en Alfarnate falten mozas casaderas, en edad de merecer…¿no será más bien que abundan esos mocitos de referencia? Se acordarán después, fletarán autobuses de mujeres y algunos, a la vista de la sopa de cocido, dirán entonces para sus adentros: «come la faceva la mamma…!». Cuitado, tiempo hubiste y lo perdiste.
    Pues saludos.

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