Un viaje de cuento (III)

Kassel, considerada la capital de la ruta de los cuentos de hadas, es un destino ineludible en nuestro viaje, pues alberga el Bruder Grimm Museum, donde encontraremos valiosos y sabrosos documentos sobre la vida y obra de los célebres hermanos que allí trabajaron como bibliotecarios en la corte del rey de Westfalia, Jerónimo Bonaparte, el hermano pequeño de Napoleón. El tiempo de esta visita, aproximadamente dos horas, nos será leve recorriendo las cinco salas de este palacio de Bellevue en el que se exponen ilustraciones de todos los tiempos, inspiradas en nuestros cuentos favoritos. Desde allí, la mejor opción es continuar hasta Munden, ciudad que el geógrafo, naturalista y explorador alemán, Alexander von Humboldt incluyó entre las más bellas del mundo; visitar su puente de 650 años de antigüedad que cruza el río Wesser y recorrer su recinto amurallado para luego volver a perderse en la región de Oberweser en dirección al parque natural de Sababurg, donde encontraremos el castillo de Dornröschen (el de la Bella durmiente), exactamente donde lo sitúa el cuento de los hermanos Grimm. Dicho castillo fue construido como fortaleza en el siglo XIV y hoy en día es un hotel de lujo en el que los viajeros más pudientes y caprichosos podrán conciliar un profundo e idílico sueño en el corazón de las espesuras boscosas de Reinhardswald sin que deseen nunca despertar siquiera por el beso del más apuesto príncipe.
Más al norte, en Trendelburg, podemos encontrar la torre Verdezuela, desde cuya pequeña ventana, Rapunzel le lanzaba a su malvada madrastra y luego al príncipe liberador su larga trenza de cabellos de oro para que trepasen por ella. El conjunto del castillo en el que se integra, también ha sido convertido en hotel. Se trata, desde luego, de un lugar magnífico para alojarse, pero si el viajero anda corto de presupuesto, igualmente podrá hallar otros hoteles del todo gratos por un más módico precio. Yo recomiendo el “Roter Kater” en la aldea de Wolfsanger, cerca de Kassel, con maravillosas vistas al embarcadero del río Fulda; un punto de partida estratégico para visitar estos lugares.
Antes de dirigirse a Hamelin, conviene hacer parada en Polle para ver el castillo de “La Cenicienta”; un lugar muy concurrido por los propios alemanes, pues gustan de hacerse allí sus fotos para el reportaje de bodas, al igual que bañarse en su río; algunos como Dios los trajo al mundo. El nudismo es un uso habitual en Alemania, del que no ha prescindido ni la Merkel.
Para hacer noche y pasar al menos el día siguiente, la mejor alternativa es encaminarse a Hamelin, ciudad célebre porque, según la leyenda que recoge el cuento de los hermanos Grimm, fue liberada de una plaga de ratones gracias a las artes musicales de un flautista muy sagaz.
Cada domingo a las doce del mediodía, podemos asistir en el centro histórico de esta ciudad a una representación muy cuidada y divertida de este cuento. Para más albricias, gratuita.
Por lo demás, el simple paseo por sus calles, con magnífico ambiente de día y de noche, es una auténtica delicia. Deliciosos son sus edificios al característico estilo renacentista de Wesser, deliciosas son las cervezas de sus cervecerías y delicioso el carácter abierto y acogedor de sus habitantes, de, entre los cuales, llegamos a encontrar hasta un hada madrina. Bella, rubia y bondadosa, como cuentan los cuentos, que colma de detalles y atenciones al viajero que tiene la fortuna de encontrarla. Se trata de la propietaria del hotel Akropolis, un alojamiento a diez minutos del centro, donde las habitaciones decoradas con mucho mimo y coquetería, están llenas de chucherías y chocolatinas. Como puede sospecharse por el nombre del hotel, la mujer está casada con un griego, lo cual no es nada extraordinario por esta zona, donde es notoria la presencia de griegos, dedicados a regentar restaurantes.
Pasando por el balneario decadente de Bad Oeynhausen, el último punto de nuestra ruta será Bremen, ciudad que inspiró el cuento de “Los músicos de Bremen”. Se trata de una ciudad inmensa con el segundo puerto más grande de Alemania. Tan inmensa y tan ciudad que no cuadra con el resto de la ruta, más amable en pueblos y aldeas. Si el viajero anda escaso de tiempo, puede prescindir de este punto. Tampoco los músicos de Bremen llegaron nunca a Bremen. Y fueron felices y comieron perdices. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.