En Alemania todo es grande. También los mosquitos. Anoche me picaron en sendos ojos y casi no puedo abrirlos. Otra cosa que nunca hay que olvidarse al hacer el equipaje rumbo a Alemania es de un enchufe anti-mosquitos. Aquí no los venden, se ve que, por considerar que este artefacto procura una muerte demasiado cruel a los insectos. Los alemanes son muy delicados y afectuosos con los animales.
Con los ojos tan inflamados es difícil discernir en la guía si Augusto el Fuerte, rey de Sajonia y Polonia, y causa del esplendor de la ciudad de Dresde, tuvo 366 hijos o 366 amantes. A la lectura, además, tampoco ayuda el calor que, al mediodía y hasta a media tarde puede ser africano, lo que no quita para que, dentro de un rato, llueva furiosamente y empiece a hacer una rasca de narices. Este clima caprichoso del verano alemán reclama en la maleta compatibilizar camisetas de tirantes con algún jersey y un ligero –o no tanto- plumón. Tampoco, si vas a pasar una jornada entera en la calle, dejes de llevar en la mochila una prenda de abrigo y un paraguas. Lo usarás casi seguro.
Si puedes elegir qué hacer en Dresde y no andas esclavizado por un guía tirano, elige de mañana un recorrido en barco por el ancho río que te puede llevar a Meissen o incluso a Chequia o la Suiza sajona y pasea a la caída de la tarde a pie por el casco viejo. Es la hora que le sienta mejor a la monumentalidad florentina de Dresde, reflejada temblorosa en el Elba donde vienen a hundirse en el sueño los últimos rayos de sol hasta que la iluminación eléctrica convierta el entorno en un majestuoso escenario teatral. Ese magnífico decorado que es, en definitiva, cada casco viejo de las ciudades históricas alemanas, pues hubo de ser levantado de nuevo después de la segunda guerra mundial que, con sus bombardeos, arrambló con la mayor parte de los edificios de mérito artístico –o no-. Por eso, admira y, a la vez, decepciona saber que los palacios, museos, teatros que uno contempla son de una antigüedad de antesdeayer, pero igualmente resultan de efecto, desde una mesa iluminada con velas en alguna terraza de los numerosos restaurantes del entorno, donde no aconsejo sentarse ¿por qué?
Sencillamente porque pagarás mucho y comerás mal lo que en todas partes, mientras oyes las interpretaciones de músicos callejeros que tocan lo mismo que en todas partes, “Les feuilles mortes”, “Sous le ciel de Paris” y etc…y observas a los sólitos tirititeros haciendo juegos malabares con sus típicas antorchas de fuego. Los cascos viejos de todas las ciudades del mundo, empiezan a parecer el mismo a partir de cierta hora de la noche, para la cual, sugiero en Dresde, cruzar el puente de piedra y lanzarse al Äussere Neustadt que ofrece un ambiente más autóctono y original. Alojarse allí en un albergue juvenil es también una experiencia que es grato vivir por lo pintoresco, no tanto así por su precio económico que no lo es en absoluto por más que lo pregonen en las guías, por las que no conviene dejarse guiar ciegamente.
En dichos albergues, llenos de pijoflautas –entiéndase por ello, mochileros alternativos con zapatillas de marca y bien subvencionados por papá- tendrás que hacerte tú mismo la cama con unas sábanas por las que te cobran dos euros, compartirás duchas comunes y váter fuera de la habitación con otros alberguistas y te fregarás las tazas y platos del desayuno por un precio total que sobrepasa al de algunos hoteles de cuatro estrellas. Eso sí, vas a divertirte y, si eres célibe, seguro que ligas.
Conviene que el posible viajero sepa que la mejor manera de conseguir hotel en Alemania es vía online y, a veces, la única, ya que las recepciones de los hoteles cierran temprano y, caída la noche, si no tienes una gran ciudad a mano y posibles para costearte un hotel de gran lujo, los únicos con recepción abierta a esas horas, puedes acabar durmiendo en el coche. Sé lo que digo.
Por tanto, es del todo recomendable que el viajero haga su reserva por Internet con, al menos, la antelación de un día y se tome un tiempo para elegirlo, ya que las primeras ofertas no lo serán tanto y habrá que pasar algunas páginas hasta dar con la opción correcta. Con un poco de paciencia, no es difícil que se puedan hallar hoteles de tres y cuatro estrellas al precio de una pensión en España, sobre todo, si se alejan un poco del centro. Si esta distancia es de un solo quilómetro, merece más que la pena.
Como todo hay que decirlo, lo digo. Los hoteles en Alemania, por lo general, son mejores que en España. Las habitaciones son muy amplias, luminosas y decoradas de un modo agradable y acogedor y, normalmente, con buenas vistas. Si bien llegar a ellas, exige cargar varios tramos de escaleras con la maleta a cuestas, ya que muchos carecen de ascensor. Lo sé bien porque suele tocarme el ático lo que, de otra parte, se agradece si, como ahora mismo, encuentras “un violinista en el tejado”. A través de la pared, oigo el violín bastante inspirado de un estudiante de música, especie común en este país. Me envuelvo en esta bella melodía y el edredón, que ya refresca, para apuntar en mis sueños, el siguiente punto de la ruta. Próxima estación Weimar; ya os contaré.
Alemania es grande (II)
22
Ago
Me he tenido que venir a Alemania para trabajar y es verdad lo que tú dices en tus observaciones, aunque yo todo esto lo veo más como un currante que como un turista. No todos nos podemos permitir ser turistas y ver las cosas de color de rosa….
Porque tu hablas muy malo de nosotros alemanes y no es solo los hoteles que tenemos, que tratamos bueno turistas españoles y en España viajando yo, no te cuidan los españoles nada gentiles.
Tienes razón, Jesús A., la condición del bolsillo hace ver distinto el paisaje y el paisanaje, no es igual viajar para llenarlo que viajar para vaciarlo.
Hola buenos días,
Creo que deberíamos ir a Alemania todos los españoles. A ver si se nos pega algo del talante emprendedor de este pueblo, más que nos duela. Son capaces de crear empleo para ellos y para media Europa más. Mi admiración. Claro, ellos leen a Shopenhauer y a Nietzsche; y aquí leemos a Gala y a Lucía Etchebarría -o como se diga, y quién lo lea-.
Enhorabuena por tus ilustraciones, Lola. Que lo pases genial.
Saludos a todas/os.
No soy, precisamente, una millonaria y este viaje me ha costado mucho trabajo y ahorros, pero lo considero una inversión y en cierto modo, otro modo de trabajar como cronista. Quiero contar a los lectores cómo se vive en el país que nos controla y donde muchos tendrán que buscarse la vida. En fin, no son todo luces, también hay sombras. Se trata de un viaje largo y, por ello, tampoco faltan en él penalidades, mucho que andar y, en ocasiones, poco que comer, pero merece la pena. Estoy aprendiendo mucho.
Con respecto a la gente, la hay muy amable y servicial y otros…No todos leen ni a Nietzsche ni a nadie, creo que esos son los que nos desprecian, los ignorantes que, por su propia ignorancia, sin necesidad de otros argumentos teóricos, se creen superiores. He soportado bromas racistas por ser española, todo hay que decirlo y ver venir a la policía por pedir una hoja de reclamaciones. Los fascistas dejaron herederos…procuro destacar el lado positivo, aunque no voy a ocultar el negativo. Ése es el deber de un periodista ¿no?
Gracias por vuestra compañía. Me reconforta…
¿Qué le pasó doña Lola?,cuente,cuente….
¿Es usted periodista o filóloga?