Me gusta contarles a mis alumnos, que son de extracción muy humilde, la historia de Antonio Muñoz Molina como la de Miguel Hernández, “el poeta cabrero”. Biografías ejemplares de cuya moraleja se deduce que no hay mayor riqueza que el ejercicio de la voluntad y la constancia para llegar tan lejos como se quiera y permanecer para siempre en la memoria de los hombres, conquistando ese tipo de fama más sólida de la que hablaba el poeta, también jienense, Jorge Manrique, y que nada tiene que ver con el éxito efímero y quebradizo que proponen los reality-shows y el Youtube. Para quienes no tienen otro capital que sus sueños y sus deseos, resulta muy estimulante saber, con ejemplos tangibles, que algún día pueden realizarse, gracias siempre al afán de superación. En cualquier campo, también en el de fútbol. En esa cercana Rosaleda que tantas alegrías nos ha dado durante este curso académico con su bravío Málaga C.F. que tiene todo su intríngulis como herramienta pedagógica, pues ha venido a ilustrar esa enseñanza por la que se defiende la lucha continua y el esfuerzo como llave de todo triunfo. La última temporada del Málaga ha supuesto un amplio despliegue de educación en valores, pues, gracias a ella, muchos alumnos han aprendido a valorar el trabajo en equipo, a desarrollar la solidaridad que supone hacerse partícipe de una causa común, la afición a nuestro club, y, de paso, han fortalecido su autoestima, sin la cual es imposible progresar en ningún aprendizaje. Por una vez, era el equipo local, el suyo, quien despertaba el interés de la afición internacional por motivos propios de orgullo. Contra todo pronóstico; la amenaza de sanción de la UEFA, la deuda, la falta de inversión, la venta forzosa de jugadores, el equipo, lejos de rendirse, se crecía y plantaba cara a los grandes con esa energía arrolladora que sólo da el valor y el coraje. Mucho más que fútbol, lo que ha hecho el Málaga C.F. es dar forma a una leyenda épica que, muy en el tono de la épica española, trata del humilde que, desafiando al poderoso, llega de frente a la cima; que se hace a sí mismo. Éste ha sido siempre nuestro modelo de héroe, desde que la Edad Media elogiase las hazañas del Mío Cid.
Me gusta celebrar con mis alumnos las gestas del Málaga y hablarles, en general, de historias de superación que nos enseñan que no hay mayor riqueza para el ser humano que la de creer en algo, querer algo y luchar por ello y que nadie es pobre si se hace de este capital. Por eso, pongo especial énfasis cuando les cuento la historia del “poeta cabrero”, Miguel Hernández, y de Antonio Muñoz Molina, un chico de pueblo, que trabajaba en el puesto de verduras de su padre en el mercado, pero nunca dejaba de hacer sus deberes, aunque fuese entre acelgas y repollos. Que su familia, de padre campesino y madre ama de casa era muy humilde y apenas conocía las primeras letras y sus abuelos se apellidaban Expósito, lo que hace pensar que procedían de padres o abuelos huérfanos. Recalco este dato porque, entre mis alumnos, hay muchos que viven en casas de acogida sin haber llegado a conocer acaso la identidad de sus padres y, al recalcar el dato, noto que se iluminan los ojos despiertos y vivaces de una niña que llegará muy lejos si quiere. Y quiere.
Era un martes, cuatro de junio, y ya habíamos llegado a la última página del libro, donde había un texto de “El jinete polaco” de Muñoz Molina; una novela que, entre mis libros de cabecera, nunca deja de hacerme revelaciones por el monólogo interior del protagonista; un bicho raro con el que me identifico plenamente. También aquel día en el que descubrí, con estremecimiento, que aquel personaje estaba contándome este preciso momento de mi vida. Por justificar la emoción, les conté a mis alumnos lo importante que era esa novela para mí y, de paso, les hablé de todas las otras, porque, desde aquella no me he perdido ninguna, si bien aquella fuese mi favorita por los tintes autobiográficos. Eso me dio pie para contarles al detalle la biografía de Muñoz Molina que es de, por sí, una novela también apasionante, cuando no, una gesta épica.
Había mucho de ejemplar en la historia de ese niño, tempranamente maduro por su carácter responsable y por convivir con los rigores de la pobreza, que pasó a ser el muchacho tímido y taciturno, algo acomplejado por su físico y su escaso éxito con las chicas que ahuyentaba su soledad entre libros y discos y soñaba con volar muy lejos de su pueblo como también lo hizo Joaquín Sabina. Siendo Úbeda, arte en estado puro, no parece lugar donde se encuentren bien los artistas. Lo demás fue trabajar, crecer y nunca conformarse. Tampoco con el puesto de funcionario que ganó por oposición en Granada y que abandonó para disgusto de su padre.
Vino a instalarse en Madrid para no distraerse de la escritura en la que se consolidó como el más firme valor de la literatura española, lo que le valió ingresar en la RAE como el académico más joven de su historia. Luego llegó el instituto Cervantes, Nueva York, y más premios y más trabajo y más premios y más trabajo. En su éxito nada hay de casualidad, les dije a mis alumnos al terminar la clase. Sólo es cuestión de tiempo que sea premio Nobel (yo creía que el Cervantes ya lo tenía.)
Fue un cuatro de junio; al día siguiente, Muñoz Molina recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Mis alumnos se alegraron tanto como yo.
Una historia ejemplar
7
Jun
es esto lengua romance?,has perdido la cabeza por Muñoz Molina ,la crisis,los recortes..?el poeta-pastor fue Miguel Hernandez y M.M. el escritor-hortelano y vendedor en el mercado de abastos como el protagonista asesino de su novela Plenilunio?no tengo facilidad para los idiomas pero algo intuyo
Buenos días,
….literatura, literatura. Mejor callo, dije. Pero luego, cambió mi opinión. Por eso escribo esto. Solo una novela leí de Molina. También podría decir de Molina solo una novela leí. Y de más formas, pero para eso hay que tener literatura. Me perdí algo grandioso, al parecer. Mi maldito rito. Leo una página al azar. El azar me dice sí o no. Si es no, es para mucho tiempo. Una vez una página de Molina me dijo sí. Y luego la novela, toda ella, me dijo no. Qué decepción. Las subordinadas de las subordinadas alteraban mi paciencia. Incluso me enfadé. A veces me enfado porque yerro en mi rito. Oh, algo grandioso me perdí, al parecer, por culpa de mi maldito rito. El jinete polaco. Mi maldito rito vale poco. Mi maldito rito es como otro vicio. Yo soy un vicioso, pero ahora ya no estoy borracho. Mi opinión vale menos aún que mi rito. Quiero que valga mi opinión. Quiero leer muchos libros para que valga mi opinión. Libros buenos, literatura, literatura…
Saludos a todas/os.
El protagonista de la novela Plenilunio está inspirado en un personaje real, un pescadero que trabajaba en un puesto del mercado granadino y asesinaba niñas en los jardines de la Alhambra, por el influjo maligno de la luna llena, alegaba él. Por fortuna, fue detenido y encarcelado, pero hace, creo, doce años salió ya de ella por ¿»buen comportamiento»? ¿Quién entiende la justicia?
Muñoz Molina, consternado y horrorizado por los crímenes de este crudélisimo asesino, escribió esta novela, metiéndose en la piel del protagonista con eficacia singular, tanta que, como pude comprobar con espanto, llegando a cierta página le dio su propio rostro, aplicándole alguna experiencia autobiográfica. La experiencia literaria supone asomarse a abisales espejos cóncavos y sacar a flote lados oscuros impensables, así en frío. Muñoz Molina es un buen escritor de novela negra porque es un buen lector de novela negra y de casi todo. Por eso puede escribir cualquier cosa y escribirla bien, también desde la perspectiva de la observación minuciosa. Como gran tímido es un gran observador y amigo de las complejas reflexiones interiores. Un auténtico sabio, en suma y no, por ello, carente de un agudísimo sentido del humor. Como admiradora del pensamiento lúcido, del talento, la imaginación y el perfeccionismo en el uso de nuestra lengua por la que siento un profundo respeto, no puedo dejar de admirar la obra de Muñoz Molina, que he leído y leo con muchísimo placer y recomiendo encarecidamente. Para iniciarse en ella, yo diría que lo mejor es empezar por lo más ligero; los divertidísimos relatos de «Nada del otro mundo», luego dejarse seducir por «Plenilunio», «En ausencia de Blanca» y continuar con «El jinete polaco». A partir de ahí, uno se hace moliniano y lee todo lo demás. Quien lo probó, lo sabe.
Nunca habría imaginado, en aquel año de 1979, que un hermano mío estuviera haciendo el servicio militar, en San Sebastián, con el que después sería uno de los mejores representantes de las letras españolas, como es A Muñoz Molina. Allí se inspiró para su novela autobiográfica Ardor Guerrero. Por esas fechas, otro de mis hermanos, que se encontraba trabajando en la Costa Brava, cogió sus pocas pertenencias, dejó atrás la liquidación del hotel, cómo estaría, y se fue tras la chica que días antes había conocido, mientras ésta disfrutaba de unas vacaciones con sus padres. Luchador nato, supo sacarle jugo a la existencia, formar una maravillosa familia y disfrutar de la vida hasta que murió, de golpe, justo el día que A Muñoz Molina recogía el merecido premio Príncipe de Asturias. Extraña coincidencia, pensaba yo, aquí, en tierras de La Rioja, tan cerca de Silos y de San Millán, aquellos primeros vagidos del castellano…A pocos pasos, dentro del templo, una bandera andaluza y una camiseta del Málaga, descansan. Como él mismo. Pero no quiero entristecer a nadie, solamente destacar su juvenil pasión por la aventura y su afán de superación, esa realidad sintiente que siempre le acompañaba, igual que su inconformismo…Voluntarismo le llaman. Ojalá cundiese su ejemplo entre los que vienen ahora. Falta hace.
Buenos días a tod@s
Claro que nos entistecemos, perder a un hermano es perderse a uno mismo en gran parte. Nos conforma la misma sangre.
Debió ser un gran hombre, valiente, emprendedor y, por más, malaguista. Lo siento mucho, de verdad. Qué injusto es, cuando esta muerte puñetera, como suele, se lleva, de repente, a los mejores. Recordemos la elegía a Ramón Sijé, otro hermano del alma de aquel poeta, que no perdonaba a la vida desatenta. «Tanto dolor se agrupa en mi costado que por doler, me duele hasta el aliento».
Un fuerte abrazo de:
Lola.
Pues sí, este hermano mío fue siempre un hombre trabajador, solidario y compañero, que arriesgó e invirtió tiempo y dinero, junto con otros amigos, para acabar de empresario solvente. Orgulloso de ser palanco, siempre prefirió que lo llamaran culillo de mal asiento, fulli-fulli, andarríos o cabeza loca, como le decían en el pueblo, a sopazas o cagapoquitos, como catalogan por tierras riojanas, con más o menos gracia, a madreros y manteníos sin iniciativa. Gran malaguista, amigo de Martín, (ex centrocampista del Málaga, famoso por los tres goles que le endosó al Madrid cuando el 6-2 de septiembre del 83) será imposible no recordarle, por tantas vivencias y anécdotas compartidas, tanto en España como lejos de ella. Lo pasaré bien.
Muchas gracias, Lola.
Buenos Días,
Mi más sentido pésame por la pérdida de su hermano, Sr. Winspector. Al hilo, congratúlese con el recuerdo de aquella su «historia ejemplar». Un abrazo.