Martes y Trece

3 Ene
Martes y Trece
Este año, las felicitaciones han cambiado por la cantidad –hubo muchas prudentes abstenciones- y el estilo, más en tono de pésame que de congratulación. Los pésames, o sea, las pocas felicitaciones que nos trajo el año nuevo, han sido como las típicas fórmulas de consolación que reciben los familiares de un difunto en un velatorio: “Busca la fuerza interior dentro de ti y sobreponte”, “la vida continúa, plántale cara y sigue adelante”. Porque no se trataba de despedir al puñetero año saliente, que ya era hora, sino de recibir otro intacto con todavía peor pinta. No sólo por cómo lo pronostiquen los prejuicios supersticiosos, pues además de acabar en trece, comienza en martes, sino por cómo nos lo pintan los realistas para que no nos engañemos a costa de ilusiones vanas. “Llega el 2013, un año que hará bueno al 2012” se podía leer como pronóstico en unos gruesos titulares del 30 de diciembre. Acabáramos.
No digo yo que no sea necesario tomar conciencia de los hechos, del estado frágil de las cosas, pero esta campaña de pesimismo ambiental, que ya lleva puesta en marcha hace un buen rato, me está pareciendo sospechosa. Como un modo de desarticular la capacidad de acción de las masas. La tristeza paraliza y se contagia. Llega a hacer estragos no sólo entre los que viven una situación desesperada, sino entre los que, muy raramente, puedan verse en ella. Del tsunami derrotista, sólo queda libre quien lo provoca; quien, concienzudamente, lo aplica como esa medida de higiene contra la superpoblación que, decía Marinetti, eran las guerras. Pues, en el primer mundo, las guerras en primera línea de fuego son casi improbables y, por los avances de la medicina, las epidemias; los nuevos mandatarios se encargan de difundir el desánimo como estrategia para mermar excedentes de incómodos habitantes. Si se estima que exagero, pueden consultarse los datos, según los cuales, el suicidio es ya una de las primeras causas de muerte violenta en el mundo occidental. Suicidios que, en realidad, son asesinatos encubiertos, pues los desencadenan potentes publicidades de mercado, destinadas a privar al individuo de toda esperanza. Nos matan de tristeza; no lo permitamos. Nos queda el amor y, sobre todo, el humor que no produce resaca, a la postre, de desengaños y traiciones. El humor que todo lo cuestiona y lo relativiza y que, por tanto, es hoy tan perseguido por los fanatismos y los regimenes totalitarios que, con apariencia de democracia, nos subyugan.
Las crisis y las dictaduras han sido, por antonomasia, épocas propicias para el humor, para la agudeza; en esa faceta de jugar con el circunloquio y los dobles sentidos. Bajo esas premisas, nacieron en España, por ejemplo, revistas como “La Codorniz” y “Hermano Lobo” y se dio paso a la comedia negra de posguerra con guiones de Rafael Azcona y dirección de un Bardem, Fernán- Gómez o Berlanga que, con aparente ingenuidad, alimentaron la rebeldía en las trincheras de la silenciosa masa doblegada. No hay caso de que ahora eso ocurra, el fascismo como metodología educativa ha trabajado duro para bajar los niveles y evitar que se den mentes brillantes como la de un Mihura, un Jardiel Poncela o, más allá, un Quevedo. Mentes peligrosas que todo lo pongan en duda.
Como decía José Antonio Marina en su ensayo “Las culturas fracasadas”, la inteligencia social, por contagio, se ha hecho plana y no da cabida a esos grandes sabios que son los grandes humoristas –Groucho Marx, Woody Allen o Lubitsch-. Los programas de humor que dieron entrada al 2013 fueron bastante elocuentes al respecto con el rescate de viejas glorias, devaluadas de recursos. Josema Yuste lo intentó, pero sin Millán no funcionaba. “Martes y Trece” es cosa de dos como lo fueron Tip y Coll o lo son Faemino y Cansado; no hacen gracia si no es en pareja, sí o no, están condenados a entenderse, con lo que se establecen entre sí lazos de convivencia más opresores y dependientes que los del mismo matrimonio, donde, de seguro, entran envidias y rivalidades artísticas. De la relación obsesiva y enfermiza de una pareja de cómicos de los setenta –supuestamente, Manolo y Codeso- trató una genial película de Álex de la Iglesia, “Muertos de risa”, bastante maltratada por la indiferencia de público y crítica, que barajaba una obsesión recurrente del cineasta; la dualidad del payaso listo y el payaso tonto (que culmina en “Balada triste de trompeta”) y es también metáfora de la bipolaridad humana como lo son el hermano bueno y el malo en “Al este del Edén”, trasunto de otros hermanos, Caín y Abel, Set y Osiris, que explican el principio mítico de algunas religiones. Como el vizconde demediado de Ítalo Calvino, como los medios seres de Ramón Gómez de la Serna, somos sólo la mitad de otro ser al que necesitamos para ser del todo. Josema necesita a Millán para ser Martes y Trece y Los Morancos se necesitan entre sí para ser la Antonia y Omaita. Esperemos que sigan juntos y formando parte de nuestra familia (su sketch del Portal de Belén, bien vale una risa.)

6 respuestas a «Martes y Trece»

  1. A diario se cumple y se hace extensivo que “hoy ha amanecido un hermoso día…Ya vendrá alguien que lo joda”. Recortando, desahuciando o tal vez reduciendo plantilla. Pero ahí tenemos esa nueva inteligencia que cita Lola y que nos brindan los media – ¿se llamará también social, como cierta ingeniería…? – rescatando del pasado el viejo humor, al igual que se hacía con los himnos de la escuela, cuando, entre las estrecheces de la vida, evocábamos con pasión el viejo imperio, donde nunca se ponía el sol. Ahora es como si viviéramos en una constante renuncia a hacernos ilusiones y se aspira, incluso se sueña, buscar acomodo en la realidad del momento. Aunque esta realidad -cosidetta lavorare e tacere – ya viene también de antiguo y planea, sin solución de continuidad, sobre “la joie de vivre”, esas pequeñas alegrías del momento. Que a base de recortes terminan por amargarte la existencia, vaya. Luego, esta “inteligencia”, tan socializada ¿a quién sirve? .
    Contradiciendo a Bergson (la inteligencia es incapaz de pensar el movimiento). Machado, sin embargo (pero el movimiento es real). Bergson (la inteligencia es incapaz de pensar lo vivo). Machado concluye (pero lo vivo es lo real, lo absoluto, el ser. La inteligencia no puede estar, pues, al servicio de la vida). Hilaba fino, sí.
    En todo caso, siempre nos quedará la ignorancia, tan funesta de suyo, como consuelo. Es una postura prudente del hombre y reconocerlo -saberse ignorante, sobre todo en tiempos de crisis – le hace más sabio (Docta Ignorancia). Claro que los ateos sabe Dios lo que opinarán de esto último. Me ne vado presto. Bonito escrito.
    Una saludo.

  2. ¿La ignorancia? No, nos lleva a la esclavitud y la ruina. Tanto hemos ignorado, que nos la han pegado y, además, la ignorancia embrutece y saca la indignación del pueblo a garrotazos ¿No tuvimos bastante con los tiempos de Fernando VII y los burros, a propósito, que pintó Goya?

  3. Si algo hizo famoso a Fernando VII, a su vuelta del destierro, fue el desenganche de los caballos de su carroza, cambiándolos por mocetones del pueblo al grito de “¡vivan las caenas!”, justificando de esta manera su rechazo a la “Pepa”. Burros que ensalzan a otros, que lo son más aún. O aquellos campesinos, que decían de corrido y resignados sus tres virtudes: “el campo embrutece, ennoblece y envejece”.
    Pero, ¿quién dijo triste? No pasa nada. Seamos doctos en la ignorancia. Dios ya piensa por ti. Saludos.

  4. Querido Sócrates, ¿tú, docto en la ignorancia? No me vengas a decir que sólo sabes que no sabes nada. Por cierto, que la RAE nos sigue permitiendo la tilde en el adverbio «sólo». Menos mal. Al menos, podremos saber aún la diferencia entre sólo un café y un café solo. Algo es algo…

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