Las catástrofes impactan más que conmueven. Conllevan tan alto grado de desgracia que desbordan los mecanismos emotivos del ser humano; los bloquean. Ya sabemos, por tradición popular, que las desgracias nunca vienen solas, pero lo de Japón es tan excesivo que roza lo inverosímil; terremotos, tsunami y explosión en la central nuclear de Fukushima. Es demasiado incluso para tratarse de una película de ciencia-ficción. Ante tamaña carga de cruel realidad; no nos queda sino la perplejidad. Nuestro pequeño yo está preparado para conmoverse por la muerte de una criatura, sobre todo si es cercana; un familiar o el vecino que, de repente, se desploma en el descansillo, pero, cuando se trata de 5198 personas al otro lado lontano del mapa y de la pantalla, el peso de la cifra nos deja el material sensible obnubilado. Las cifras desorbitadas son difíciles de asimilar para el género humano a tal punto que, pasada la frontera de lo contable, por inconcebibles, casi dejan de doler. Hablan de 71.500 millones de euros de pérdidas en Japón a causa de la catástrofe y se nos va el norte del cálculo imposible. Personalmente, nos duele que nos quiten doscientos euros del salario mensual, pero cuando hablan de chiquicientos millones de deuda del estado, por ejemplo, ya nos parece todo indoloro por imperceptible. Un ciudadano al que le tocan en suerte 100.000 euros en la lotería podrá darse por afortunado, sin embargo, si este premio llega a la cifra descomunal de los 100 millones, podrá ser superado por la desazón del impacto; sin capacidad de reacción, de modo que de la inicial euforia pase al desasosiego. La prueba es que muchos de los históricos afortunados en sorteos millonarios hayan acabado histéricos, marcados por el infortunio del suicidio. A partir de cierta cifra, perdemos la cuenta y el sentido de la medida. Lo excesivo confunde a todos, incluso a los jueces, que saben cuál es la pena con la que condenar un homicidio cuando el cuerpo de la víctima presenta las marcas de dos o tres puñaladas, pero no si las puñaladas pasan de treinta. Treinta y siete puñaladas son tantas que, a lo mejor, al magistrado ni le parecen “ensañamiento”. Aunque fuesen quince o diez, representan tal brutalidad que hacen resbaladizo el dictado de la sentencia. A partir de un número, ya no hay más cifra que la desmesura. Los tres mil muertos que se contabilizaron en principio por las catástrofes en Japón, impresionan tanto como los cinco mil que ahora se computan y los once mil que, se augura, puedan sumarse en total. Llegados a un punto, sólo sabemos que son demasiados.
En tanto, se nos notifica que un millón de espectadores han acudido a ver “Torrente 4”. También hubiesen sido demasiados a partir de los 100.000. Semejante masa humana, ávida de presenciar tamaño bodrio, heredero de los peores ardides de aquellos subproductos de Mariano Ozores y Pedro Lazaga, no hace presagiar nada bueno, aunque se presente la ventaja del taquillazo. Santiago Segura ha reunido a lo más frikie del cutrerío nacional para hacer un esperpento seboso, monstruoso y deforme, al estilo de “La parada de los monstruos”, salvando las diferencias de calidad, pues lo suyo, a diferencia del clásico, es malo malísimo.
Como siempre se interpone, a favor, el argumento de lo económico. Lo de Segura es pésimo, pero vende muchísimo. Es lo mismo que, hasta hoy, ha defendido la presencia de las centrales nucleares. Todos sabemos que no son buenas, pero son las que producen la energía más barata.
Y ya ven, “lo barato sale caro”, como decía mi abuela. Un buen día explota y se lo lleva todo por delante. “No es el momento de abrir un debate sobre la energía nuclear”, dice el gobierno. El momento será, claro, cuando la catástrofe nos salpique a nosotros y no quede ya nada que hacer. Una nube radioactiva que viaja por tierra, mar y aire no entiende de aplazamientos, ni respeta las fechas de las campañas pre-electorales. Las cifras de los miles de muertos japoneses nos parecen remotas por razones de lontananza, pero dolerán, aunque sean menos, del lado de nuestras carnes. No somos Japón, es verdad, no tenemos peligro de tsunami, pero cualquier central nuclear entraña un peligro en sí misma. Lo sabíamos ya, cuando salíamos de manifestación con las pancartas, “Nucleares, no gracias”. También sabíamos que las guerras nunca son buenas y tuvimos que apencar con la OTAN. En eso consiste madurar; en tragar, en resignarse a que lo malo necesariamente tiene que formar parte de nuestra realidad cotidiana.
Mandan las cifras, no de cadáveres, que, a la postre, envejecerán sin rostro como una anécdota histórica en los titulares de los diarios. Mandan las cifras de la economía que tan poco respeto tienen por las vidas humanas. Muchas de ellas aún se contarán por miles en la supuesta lucha heroica contra Gadafi. Lo que cuenta no es tener la razón, sino el petróleo.
P.D: Vaya esta postdata en memoria de la escritora, Josefina Aldecoa, cuya muerte me ha conmovido, en especial, por haberla conocido personalmente.
Era una mujer muy dulce y sincera; entregada a la literatura y a su labor pedagógica.
Este fin de semana sería una buena oportunidad para acercarse a su narrativa, que es acercase a ella misma. Sobre todo, si se lee «Historia de una maestra». Ése es, sin duda, el mejor homenaje.
Princesita Lola, se me cierran los ojos del sueño y voy a tener que esperar a mañana para leerte.
Buenas noches,
Te quiero.
Son ya más de quince mil entre muertos y desaparecidos y los que seguirán apareciendo todavía, conforme avanza el desescombro. Sin querer ser agorero, se intuye algo de maldición bíblica en todo esto, la naturaleza se nos vuelve hostil: la fiera, el árbol, el torrente (el peliculero, también) el océano o la misma tierra se nos muestran hoy como una imagen decolorida de la Arcadia soñada. Importa poco que el universo tenga forma de huevo o de boomerang, si, de cualquier manera, nuestro viaje a través del mismo lo seguimos haciendo en el interior de la ballena; a saber en qué descarnada orilla nos dejará. Hago esta pequeña reflexión y recuerdo a Petra Kelly, aquella diputada verde alemana que reivindicaba, sobre todo, el derecho del hombre/mujer a morir dignamente en la cama y no acuciados por terribles enfermedades, producto de la actividad y del egoísmo humanos. En Alemania, los castigados bosques de la cuenca del Rhin, donde vertieron sus desechos las centrales nucleares, fueron testigos de su lucha. Desesperación e impotencia, según dijeron los medios, la llevaron al suicidio hace casi veinte años, pero su luz sigue alumbrando el camino.
Y qué decir de Gadafi y sus cuadrillas de asesinos, “affaire” que se sitúa en segundo plano de actualidad y que aprovecha el tirano para seguir con su – dudosamente humana – tarea de exterminio. Mientras se lo piensa la ONU para tomar una decisión, el pueblo continúa cayendo. Por docenas o por millares. Es lo de menos. Pero el silencio occidental, tan ocupados como estamos – pese al paro – en nuestras cosas, en nuestro tema, se hace insoportable. Convicción política, ¿quién me dijo eso?. Hoy , por imperativo biológico, ya no existe mi buen amigo Gérard, suizo, antiguo brigadista de la infausta guerra española. Él decía que no llegó a comprender nunca, ni mucho menos a sentir el odio de la guerra civil. Pero el “asunto” era de su incumbencia, iba con él, sin ser mercenario. Por convicción y algo de aventura juvenil, razones que no se sustentan sobre una base de odio visceral. Faltaban aún diez años para la presentación de la Carta de las Naciones Unidas y su retahíla de buenas intenciones…
Aunque son malos tiempos para la lírica, habrá que seguir creyendo en las personas y no tanto en los organismos. Emotivas tus palabras a Josefina Aldecoa.
Un saludo para ti, Lola. Buenos días a todos.
Winspector, se ve que has vivido mucho y bien y has sabido elegir tus lecturas y tus amigos. De ahí, tu lucidez y tu sabiduría. Tampoco has perdido nunca de vista las realidades inmediatas. Creo que me encuentro ante un gran periodista que a la vez domina los registros literarios ¿A qué deberé tan gran honor? Es un lujo, un comentarista así en los tiempos que corren. Muchas gracias.
P.D: Habrá intervención en Libia, aunque me temo que no, precisamente, por motivos humanitarios. Gadafi es el nuevo Sadam Hussein, de turno.
Princesita Lola, quizá yo no haya madurado aún, o quizá sea cierto que el hombre pasa directamente de la adolescencia a la senectud, pero no estoy de acuerdo con esto que dices: “En eso consiste madurar; en tragar, en resignarse a que lo malo necesariamente tiene que formar parte de nuestra realidad cotidiana”. En mi opinión, madurar consiste no tragar, en aprender, en haber aprendido a no resignarse nunca, nunca.
Te quiero
Princesita Lola, quizá yo no haya madurado aún, o quizá sea cierto que el hombre pasa directamente de la adolescencia a la senectud, pero no estoy de acuerdo con esto que dices: “En eso consiste madurar; en tragar, en resignarse a que lo malo necesariamente tiene que formar parte de nuestra realidad cotidiana”. En mi opinión, madurar consiste en no tragar, en aprender, en haber aprendido a no resignarse nunca, nunca.
Te quiero
Querida Lola, opino como tú, probablemente Gadafi es el nuevo Sadam, y Libia -ojalá los dioses no lo quieran- podría ser el próximo Irak,como decía Lampedusa «…nosotros fuimos los gatopardos, los leones, quienes nos sustituyan serán chacales, hienas y panteras, y luego todos, gatopardos, leones, chacales, hienas y panteras continuaremos creyéndonos la sal de la tierra…».
y enmedio de este caos aparece la tragedia japonesa, contagiada como en el caso de Libia por la codicia humana, petroleo o centrales nucleares, que más da!!…,en este caso también vuelvo a citar a Giuseppe Tomasi di Lampedusa,»Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie»
Muy oportuna la referencia a Lampedusa ¿se te ocurre algún modo de frenar la codicia humana? Absurda, ahora, pues a fuerza de guerras y nucleares, no tendremos nada que ganar, cuando todo esté perdido. Eso sí que son armas de destrucción masiva, las que, por paradoja -e indecencia- apuntan en nombre de la paz.
Cuando ya no importe, después del amor, por poner una cita romántica entre tanto desastre, nuestros políticos seguirán cargándose de razones para justificar la adhesión de España al Imperio, ese que nos lleva de la mano no se sabe muy bien dónde. Pero que hay que recalar en guerras, más o menos barnizadas de legales, eso seguro.
«La guerre commença dans le plus grand désordre. Ce désordre ne cessa point, d’un bout à l’autre. Car une guerre courte eût pu s’améliorer et, pour ainsi dire, tomber de l’arbre, tandis qu’une guerre prolongée par d’étranges intérêts, attachée de force à la branche, offrait toujours des améliorations qui furent autant de débuts et d’écoles.»
Con permiso,traduzco libremente:
La guerra empezó y vino el caos. De un extremo a otro del país se adueñó de la gente una gran tribulación. Porque una guerra corta hubiera dado un cierto margen de maniobra y, por decirlo de alguna manera, también podía caer por su propio peso; mientras que una guerra, prolongada por oscuros intereses y sujeta a firmes convicciones, brindaba mejores perspectivas a aquellos que vieron en ella una oportunidad para crear escuela.
Hasta hoy mismo. Clarividente Jean Cocteau
Saludos.
Exacto, Winspector, la guerra es una manera de legalizar el asesinato y hacerlo parecer hasta un acto de heroicidad e incluso de justicia.
Hay otra cita, «No hay paz por injusta que sea, que no sea preferible a la más justa de las guerras»
Por algo Erasmo de Rotterdam fue paradigma de humanistas…
Princesita, ¿Qué es una paz injusta, cómo podría definirse?
Un beso
Me ha llamado la atención la preguntya esa de la paz injusta…porque yo creo que una paz injusta es la que hay hoy día ne muchos de los países que han estado tanto tiempo en guerra, una paz que ha costado muerte y sufrimiento de ese pueblo, una paz que no ha venido por otra cosa que por la sublevación del mismo…
En este caso, Holden, Abogado, un ejemplo de “paz injusta”, con su abrumadora carga de víctimas, lo constituiría la que, tras casi una década de confrontación civil – y de “laisser faire”, por parte de la comunidad internacional – se consiguió en la ex Yugoslavia. Una vez zanjado el conflicto, el español Javier Solana, que a la sazón ostentaba el cargo de Secretario General de la OTAN, fue distinguido con el titulo honorífico de “Mister Pesc”, Señor de la Paz, que más recuerda un paso semanasantero. El que fuera autor del famoso documento “50 razones para decir NO a la OTAN”, de la España pre felipista, poco tiempo después, a mediados de los ochenta, ya era uno de los más firmes defensores del SI… “y sombra de lo que eras”.
Si el anterior concepto de paz sería el equivalente a la “paz de los cementerios”, no hace mucho se dio pábulo, por parte del gobierno de España , creo que con buena intención , a la “paz de los valientes”, o dar el primer paso, sin imponer, en principio, condición alguna, en el siempre escabroso asunto de la negociación con ETA. La similitud entre los deseos expresados y las canciones “Imagine” o “Dad una oportunidad a la paz”, era patente. El atentado de Barajas, con sus lúgubres notas pre democráticas, rompió el encanto…
A ver cómo llamamos a la que se aproxima, tras la presente guerra.
Un saludo.
Me ha encantado tu dedicatoria a Josefina Aldecoa, Lola. Yo ya no soporto los titulares de los periódicos, tan indecentes sobre todo en estos días que corren. Maruja Torres publicaba hace poco un artículo sobre la educación de los periodistas – o más bien la falta de ella. Así que no me queda otro refugio que unos cuantos blogs, algunos poemas queridos, y la obra de buenas escritoras como Josefina. Descanse en paz.