Primavera en invierno

4 Mar

Conviene que la primavera en los países islámicos florezca lo antes posible. No sólo desde un punto de vista ético, sino también estético; creativo. Frente al desgaste que afecta a Occidente en todos los palos artísticos por agotamiento, extenuación, uso y abuso de los mismos temas y recursos; estos pueblos disponen de un material inédito y la capacidad inhibida durante tantos años de represión para contar historias nuevas con el entusiasmo y la energía de quien estrena libertad de expresión. Ahora, sin duda, está en sus manos la materia prima con la que renovar el páramo mundial que representa la actividad creativa, a falta de ideas y argumentos en algún modo originales. Mientras de esta orilla parece que ya se ha dicho todo, a ellos les queda todo por decir. Es lo que se deja adivinar, por ejemplo, en la concurrencia, cada vez menos anecdótica, de películas de estos países a nuestras salas. Productos cinematográficos, marcados por la falta de recursos, pero con todo un potencial de frescura, espontaneidad y ganas, como un soplo de aire primaveral en este invierno de agostada caducidad que planea sobre el viejo Hollywood y nos salpica del lado del extenuado primer mundo con la reiteración del mismo discurso tartamudo. La victoria del “Discurso del Rey” en la reciente gala de los Oscar es una muestra de esta inercia soporífera por la que ya no se premia a lo mejor, sino a lo menos malo o a la habilidad para encarnar esa fórmula infalible que dé en el blanco del limitado y cartesiano gusto de la academia que; o bien, se gratifica con otra penúltima versión de las barbaries del Holocausto o con alguna fábula moralizadora sobre el valor del esfuerzo personal y la capacidad de superación, tal que “Forrest Gump” o “Una mente maravillosa”. Tal que uno de sus Estrenos TV en sesión de sobremesa dominical. Por otra parte, quedan los Cohen, que, también, cada vez se repiten más a sí mismos.
De nuestro cine patrio, ¿qué vamos a decir en el terreno de lo sobado? El triunfo de “Pan negro” en los Goya ha sido de lo más elocuente. Volver a volver a remover las miserias de la posguerra, ya no aguanta otras versiones, sobre todo, cuando no resisten ni por el forro la comparación, a veinte años vista, con esa gran película de Mario Camus, “La colmena”, que ya lo dijo todo al respecto. Y mucho mejor.
Sin embargo, primero de la mano de lo alternativo e independiente, nos llegan en avanzadilla películas de cuño afgano, iraní o argelino y, en ellas, identificamos ese punto tan necesario de lo exótico, de lo del todo nuevo e intacto y las recibimos como agua de mayo. Asistiendo a la proyección de este prometedor producto en ciernes, nos ahorramos la decepción de ver más de lo mismo y el dinero de la entrada, pues los organismos culturales las ofertan de modo gratuito.
Gracias a la iniciativa del CAC, pude ver un ciclo de cine argelino, que me sorprendió por la modernidad de sus planteamientos en un país que, por ignorancia, tendemos a concebir como primitivo y remoto. Y ahora es la Diputación de Málaga quien con su proyecto “Málaga Cinema, 2011” presenta, en estos días, una impagable muestra de cine global que nos da a conocer, entre otras cosas, lo penúltimo del cine iraní y afgano, entre el cual destacar el título “Quiero el caballo, no la mujer”; un film sobresaliente por su agilidad narrativa y su agudo sentido del humor.
En el programa de Málaga Cinema que, además, comprende un certamen de cortometrajes andaluces, un homenaje al onírico talento de David Lynch y documentales, se ha proyectado un reportaje, “Un cine como tú en un país como éste” sobre los intentos de hacer un nuevo cine español en la época de transición por parte de directores como Fernando Colomo y Fernando Trueba. Cundieron en él, un sinfín de anécdotas sobre los comienzos de estos cineastas que, con pocos medios pero mucho entusiasmo, quitándose por fin la mordaza de la dictadura, cargaban la gran pantalla de renovada energía. Sus primeras películas, “Tigres de papel” y “Ópera prima”, de escasa calidad, no resistieron el paso del tiempo, pero sirven para mirar con nostalgia a ese periodo de la historia donde todo eran esperanzas e ilusiones y se consolidó en la efervescencia creativa de los ochenta.
Mientras veía aquel documental, me auguraba que, si los países árabes, lograban su transición a la democracia, ojalá, ejerciendo su estrenada libertad de expresión, desinhibirían sus talentos para renovar con su material intacto nuestra exhausta creatividad de democracia desencantada.
También, entre aquella vorágine de imágenes de los setenta, tuve un pensamiento para la recién fallecida, Amparo Muñoz, la malagueña que, no contenta con ser Miss Universo, quiso ser Ana Belén y se perdió por el camino. No la mató la belleza, sino la frustración que es el camino que lleva a la droga. Ni el mejor de los directores, pudo sacar de ella la gran actriz que nunca fue.
Las alas de cera siempre se derriten al volar tan cerca de un sol que no es el tuyo.

12 respuestas a «Primavera en invierno»

  1. Princesita Lola, está bien y me gusta que, como hoy y siempre, nos informes y trasmitas tus, por lo general, acertadas opiniones y enseñanzas; pero, por favor princesita, no critiques, no me quites las fábulas moralizadoras, porque, ¿Qué haría yo sin ellas?

    Te quiero, y Forrest también te quiere, no le hagas esas cosas, mujer.

    Te quiero, sin remedio,
    Te quiero

  2. A ver si, con esa iniciativa, los organismos culturales enganchan al personal y logran que asista a las salas de proyección. Pequeñas y gratuitas dosis de calidad pueden obrar el milagro y que la gente, saturada de noticias superficiales provenientes de esos países, de tendencia negativa y sensacionalista, llegue a interiorizar que existe algo más allá de lo cotidiano, como hicieron aquellos escritores africanos, francófonos, que, de alguna manera – bien que condicionados ellos mismos por la lengua y cultura coloniales – intentaron aproximarse a nosotros en la segunda mitad del siglo pasado, desde la “mirada periférica” de sus obras y su desengaño por la experiencia de la realidad…Aquí, en nuestros cines, al resguardo de este rinconcito occidental, se palpa todavía el inmovilismo, una vez conquistado el espacio exterior, tras las guerras galácticas. Pero el interior y lo inmediato “tout court”, sigue prácticamente inexplorado, por falta de ganas o porque no interesa, no vaya a ser que el hombre, una vez probado el fruto del árbol de la ciencia, viva para siempre.

    A esa esperanza juvenil del trigo en ciernes, “le blé en herbe” de Colette; a vivir el esplendor en la hierba, de Kazan; a un futuro mejor para sus pueblos, como Giner de los Ríos, al pie del ancho Guadarrama, soñaba con un nuevo renacer de España; a sus poetas, como reivindicaba Machado…a todo eso tienen derecho. Centremos la mirada en la vitalidad de su arte. Va siendo hora.

    Saludos para ti. Para todos.

  3. Winspector, captas la idea y siempre vas un paso por delante, muchas gracias por ilustrar el concepto en mayor profundidad. Conviene que caigamos en la cuenta de que en los países árabes existen personas con las mismas inquietudes que nosotros, cultas y sensibles y dispuestas a enriquecernos con sus testimonios creativos. Este mundo si pretende ser global ha de ensancharse dándoles cabida. Los prejuicios frente a ellos, demuestran sólo ignorancia; esa es la base del racismo. La cultura implica más humanidad y menos fronteras ¿no es cierto?
    Abogado, me congratula tu paciencia de seguirme cuando puedes ¿Qué haría esta bloguera sin vosotros? Sois lo mejor de estas páginas. Os quiero.

  4. ESTAMOS DE ENHORABUENA
    El cortometraje malagueño «Chanquetor» ha sido premio del Público en el Certamen «Malaga, Cinema, 2011». Lo podéis ver colgado en Youtube. Yo también lo voté ¿comprendéis ahora por qué? Felicidades, es maravilloso y entrañable!!!

  5. Ciertamente, Lola, enrocarse en posturas o convicciones inamovibles respecto de los demás seres humanos es dar pábulo al oscurantismo y que los goebbelianos, ante la palabra cultura, sigan desenfundando el pistolón. No hará ni cien años, en tiempos de H. Bergson, cualquier intelectual podía resultar un elemento atrevido, sospechoso, si alguien lo señalaba y lo tildaba de escéptico. Quiero decir que la evolución es lenta; que en occidente no nos separan siglos estelares de los presuntos salvajes. Pongamos cuarenta y cinco años atrás, en centroeuropa, una escuela, un libro, una estampa en blanco y negro que representa una mujer con un cántaro en la cabeza, velo y vestido que cubre hasta los pies; a su espalda, un trozo de huerta agostada por la sequía. Todo sobre un texto que dice: “Murcia, paisaje típico español”. Y ese concepto tan desértico es lo que, de España, se transmitía al alumnado…

    Pero, – salvando las lógicas distancias, en cuanto a medios y tecnología – ¿difiere tanto el hoy del ayer? Estalla la burbuja y ahora, con los pies sobre la dura tierra y teniendo ya una idea aproximada de nuestra estatura, ¿qué nos queda? “Lleva quien deja y vive el que ha vivido”, se decía en tiempos de la Institución Libre de Enseñanza, antes del desastre. Hoy, cuando los nuevos sabios, es un decir, del tele-estado, consideran la cultura como algo accesorio y simple, para quedar bien en la reunión de amigos, no estaría de más recordar a Baroja:

    “Acaso el deber del estado sea, en primer término, velar por la cultura de las masas y esto, también, en beneficio de la cultura superior. No puede atenderse con preferencia a la formación de una casta de sabios, sin que la alta cultura degenere y palidezca como una planta que se seca por la raíz. Pero los partidarios de un aristocratismo cultural piensan que, mientras menor sea el número de los aspirantes a una cultura superior, más seguros estarán ellos de poseerla como un privilegio. Arriba, los hombres capaces de conocer sánscrito y cálculo infinitesimal; abajo, una turba de gañanes que adore al sabio como a un animal sagrado…” (Divagaciones Apasionadas, 1924)

    Pues nada, feliz Día Internacional para todas (y para todos)

  6. Y díme, Winspector, ¿cuál es el modelo educativo o la democratización cultural conveniente? Es que yo me temo que esa igualdad a la baja ya se está produciendo.
    Los pocos aristócratas intelectuales que existían cada día van cayendo en las páginas de obituarios y los sistemas promocionan y aplauden la mediocridad ¿qué se puede hacer y en qué consistiría esa Revolución?

  7. Discúlpame la intromisión, princesita Lola:

    – ¿Cuál es el modelo educativo o la democratización cultural conveniente?
    – Aquél/la en el que todos nos ayudamos a todos. Y la competencia está subordina a la ayuda.

    – ¿Qué se puede hacer y en qué consistiría esa Revolución?
    – La única revolución en la que el triunfo está asegurado, es aquella que sólo depende de nosotros, de nuestras decisiones, la que sólo está en nuestra mano el poder ejecutar. Y, a ésa debemos dedicar todos nuestros esfuerzos.
    Princesita Lola, creo que en educación, el ejemplo es lo más (único) importante, así pues, no aplaudamos la mediocridad y no enterremos a los aristócratas intelectuales. Creémoslos.

    Te quiero.

  8. En todo caso, creo yo, en las actuales circunstancias de crisis, con el aumento de las desigualdades en el aspecto socio – laboral o salarial, el esperado cambio continúa siendo una “revolución pendiente”. Pero es indudable que los augurados “brotes verdes” están comenzando a aparecer; no en las relaciones laborales o el sistema productivo, que es donde se prometieron, sino en aquellos lugares que menos se les esperaba, como son los espacios culturales de la ciudad. Y son el lado positivo de la manida globalización, ahora que también nos hemos enterado de lo que siempre fue un secreto a voces: la venta de armas, por parte del estado español, a los sátrapas africanos. Ahora bien, si se trata de restarle protagonismo a lo mediocre, que lo abarca casi todo, los poderes públicos –y es mi opinión – deben potenciar, más que el crecimiento del consumo de actividades o manifestaciones culturales, – como ha venido sucediendo hasta ahora – el crecimiento cultural de los ciudadanos. Que no sean estos meros receptores o parte del negocio, en los espacios artísticos, a golpe de oferta . Eso sin contar con el (supuesto) descontrol de los presupuestos…

    En fin, tras esos artículos del decálogo a aplicar, para la llegada de la primavera (“que por cielo, tierra y tal, se espera” ) que nos brinda el romántico Holden, está todo dicho y hecho, si consideramos que, para crear aristócratas de la intelectualidad, ya disponemos del barro…

    Aunque, claro, falta todavía, ¡ay!, ese soplo divino…

    Un saludo, Lola, Holden. Buenas noches.

  9. Entiendo, Winspector, te refieres a la labor educativa desde los organismos culturales. Bravo, es la estrategia pedagógica que se propusieron los ilustrados del XVIII y con la que comulgo en el sentido más ateo de la palabra. Un abrazo.
    Holden ¿eres profesor? Me gustaría que me hablases de tus métodos personales para enseñar y del ejemplo que tú constituyes, como individuo, para las nuevas generaciones.

  10. Hola princesita Lola, No, yo no soy profesor. Y, creo que yo no puedo hablarte del ejemplo que constituyo para las nuevas generaciones, ni de si soy o no buen ejemplo, esas cosas las tienen que evaluar las otras personas (también tú); yo sólo lo procuro. Por demás, sabes que puedo esperar toda una vida, pero me gustaría casarme contigo cuanto antes.

    Te quiero

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