Amores mercenarios

18 Feb

En pleno día de San Valentín, recibo un libro sobre amores mercenarios. No es una paradoja si se tiene en cuenta lo mucho que el amor venal ha contribuido a la preservación del amor verdadero, decente y monógamo, en tantos hogares de tradición católica.
Sin la trastienda implícita del comercio carnal y la doble moral de la casa al burdel, muchos menos matrimonios de antaño hubiesen durado toda una vida. Es, grosso modo, lo que dice Manolito, uno de los personajes de esta comedia, que hoy he recogido en mi buzón como obsequio inesperado –siempre son los mejores- de su propio autor, Enrique Martín Pardo; escritor, editor, pigmalión de esta menda firmante y amigo a distancia, que no distante, desde hace ya la friolera de años. Esta última obra de Enrique, titulada “Archivo de Indias”, retrata en el ambiente de un club selecto de provincias y dos actos, las inquietudes de un grupo de amigos aburguesados, acomodados y aburridos, por salvar a un amigo de la depresión en la que ha caído a causa de su reciente viudedad. Estrategia que, de camino, les sirve de conjuro contra su propio hastío vital y acicate para ocuparse de ese tema que, más que ningún otro, anima las reuniones masculinas; las mujeres. Por supuesto, no las suyas, sino “las otras”, con toda esa carga seductora de pecado y prohibición que sublima la lujuria y, en un momento, activa las endorfinas del decaimiento a la euforia.
Al fin y al cabo, las cosas no han cambiado tanto, pues, si estos personajes de Martín Pardo, recuerdan con sus tretas, entre la fingida caridad y la broma cruel, los ardides de los señoritos de casino de provincia que Juan Antonio Bardem llevó a la gran pantalla en su película, “Calle Mayor”, inspirada en la obra teatral de Carlos Arniches, “La señorita de Trevélez”, será porque “lo de antes sigue siendo lo mismo”; la vida en provincias, sus casinos y sus varones. Ni la posguerra ni tan larguísimas décadas de democracia pueden contra ciertos talantes y hábitos seculares. El triunfo de “Pan negro” en los Goya, vuelve a ratificar por nuestros lares la vigencia de la Guerra Civil. En estas, seguimos y persistimos, con nuestra caspa y nuestras putas, en plena efervescencia, por más que el ayuntamiento quiera hacerlas invisibles. Pero ni ellas van a renunciar a comer ni los clientes a sus servicios que, para eso están allí; la jodienda no tiene enmienda. Eso sí, como parte inevitable que son de la sociedad, habría que dotarlas de infraestructuras pertinentes; burdeles al resguardo de la intemperie, bien recónditos a las miradas infantiles o a los que quieran escandalizarse, pero con agua corriente y caliente y con protección policial. Qué menos.
En esto, muy bien nos podría asesorar Berlusconi que como un “Cavaliere” que es, siempre ha tratado de lujo a sus prostitutas. Será que eran menores, pero en su fastuosa villa Certosa nunca les ha faltado un buen visón bajo el que poder asistir en cueros, el caviar, el champán o el jacuzzi tamaño orgía. Y, con respecto a la minoría de edad, ya sabemos que se trata de un concepto difícil de determinar. Ahora que podemos ver a la tal Rubi anunciando ropa interior o incluso en imágenes de sus tiernos años retrospectivos, se nos ocurre sospechar que, de no haberla corrompido Berlusconi, la hubiese corrompido cualquier otro. Era carne de cañón. No tanto del tipo de desgraciadas inmigrantes que caen en manos de mafias ilegales sino de esas otras que, antes de quitar el polvo, prefieren echarlo. Inmigrantes o no, más o menos menores; prostitutas vocacionales, haberlas haylas. Y son de tradición más que rancia en la Bella Italia. Hasta Roma, emporio del viejo oficio, viajó sin cumplir los dieciocho, “La lozana andaluza” en el siglo XVI para triunfar con sus carnes en aquel barrio, anexo al Vaticano, donde iban los clérigos a aliviar su celibato y, llegado el final de su carrera, cubierta de oro, partió de allí con su criado Rampín, tan campante.
Por otra parte, en un país que ha acogido sin estupor las orgías de depravados emperadores, desde Calígula a Nerón y el propio Tiberio que en Capri violaba hasta a bebés, a Berlusconi lo suyo podría parecerle una minucia impropia de tamaña condena. De norte a sur, ha saqueado “La bota” y las botas se ha puesto con sus corruptelas, ha hecho y deshecho al estilo matón de Al Capone y como si nada. Parece mentira que, a la postre, sean las mujeres quienes vengan a traerle la ruina. Su mujer, Verónica Lario, que no supo callarse los cuernos según el hábito conyugal, la prostituta Rubi desmintiendo la discreción propia de su oficio, y esas tres magistradas que le piensan condenar sólo por comportarse “como un hombre de los de toda la vida”. Dónde vamos a llegar.

P.D: Dan lluvias este fin de semana. Es el momento de entregarse a la lectura y la reflexión, por ejemplo, con este libro de Enrique Martín Pardo, «Archivo de Indias», léanlo y comentamos. Besos a todos.

4 respuestas a «Amores mercenarios»

  1. ¡¡¡SALIO EL SOL!!!…

    PERO…

    ¿PORQUE NO LEER SENTADO EN LA PLAYA?…

    O…

    ¿DEBAJO DE LA LLUVIA?…

    YO…

    ¡¡¡ESPERO CON «ANSIAS» TU PRIMER LIBRO!!!…

    A VER SI ESPABILAN LAS EDITORIALES…

    ¡SALUDOS!…

    ¡Y QUE LA BUENA SUERTE TE ACOMPAÑE!…

    ¿HAY LUNA LLENA?…

    ¡VALE!…PERO NO PARA ANDAR POR AHI…DANDOLE PATADAS A LOS PERROS…AUNQUE ESTOS NOS ATAQUEN…UNA Y OTRA VEZ…

    ¿TU ME ENTIENDES, NO?…

    ¡BUEN FIN DE SEMANA PARA TODOS!…

    NOTA(QUIZAS MORALEJA): A UN PERRO HAY QUE LLEVARLO POR LA CALLE CON BOZAL Y CORREO PARA QUE NO INTENTE MORDER A NAIDES…

    ¡¡¡CIAO CIAO BAMBINA!!!…

    CHICO.

  2. Princesita Lola, este artículo te ha salido algo frío -o a mí me lo parece-. Por demás, dicen que las mujeres son la ruina del hombre, así pues no es de extrañar lo de Berlusconi, aunque, pensándolo bien, no parece que le haya ido del todo mal en la vida, por más que al final se la hayan complicado un poco, parece. En cualquier caso, yo no creo que las mujeres signifiquen tal ruina para el hombre, pues el hombre se basta por sí solo para arruinarse, o aburrirse, que no sé que es peor.

    Bueno, princesita Lola -no te aburro más-, pese a que no va a llover este fin de semana, voy a bajar a la librería a comprar el libro de Pigmalión, creo que no es mi ‘estilo’ de literatura, pero solo serán unos euros y…¿Hablábamos de ruina, mi Galatea?

    Te quiero.

    PD
    Putas, ¿Parte inevitable de la sociedad? No lo creo, o, qué pronto te rindes.

  3. Sí, pero al sol y en la playa, prefiero correr -costumbre maravillosa- a leer, y, ahora que lo pienso, nunca he leído un libro al sol (mejor la noche). Por lo demás, princesita, no tienen el libro de Pigmalión en la librería, así que me he traído un libro que habla de mi padre, ¿Quieres que quedemos para leer al sol, y en la playa, el domingo?

    Ah, prefiero la coca-cola light antes que la cerveza, pero si aceptas beberé cerveza y hasta leeré, al sol. (Si vamos a casarnos, tendremos que quedar antes, ¿No?)

    Te qui-e-ro.

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