Inventario de días insípidos

4 Jul

En cualquier biografía, hay días –pocos- memorables, precisamente por distinguirse de esos otros que predominan; los días insípidos que son los más. Ese tipo de jornadas en las que no ocurre nada que no sea la reiteración extenuante de monotonías y rutinas, tan parecidas unas a otras, tan vacías e insulsas. Nos pasamos la vida recordando los días memorables, esos pocos, en detrimento del resto que ocupan la mayor parte de nuestra existencia. Tal vez haya llegado el momento de hacerles justicia y ponerlos en común, retomando ese diario que a todos nos regalaban de niños y cuya escritura solíamos abandonar enseguida ante el hastío de narrar, día a día, jornadas prácticamente iguales; los horarios fijos de las sólitas comidas, las entradas y salidas del colegio, las recurrentes peleas con los hermanos y las riñas de los padres, casi siempre con las mismas causas y consecuencias. Hay personas, sin embargo, que, por aplicación proverbial al deber o mero miedo al olvido de su paso por el mundo, siguen cumplimentando dicho diario con eficacia notarial. Éste es el caso de Marlene, de cuya metódica costumbre, ya hablé en mi entrada anterior. La vida de Marlene era particularmente monótona y gris, pues casi nunca salía de casa, pero ella nunca se olvidaba cada noche de anotar sus poquísimos movimientos en ese diario que guardaba en el armario, debajo de sus bragas. Hasta que yo lo descubrí para leerlo en-presunto-secreto. Entonces aquel diario se llenó de acontecimientos extraordinarios que desmentía su existencia cotidiana que, aparentemente, continuaba igual, a excepción de ciertas breves ausencias que me permitían abalanzarme sobre su diario –secreto- con furor adictivo. Sabía que todo lo escrito era mentira, porque, nadie como yo, su compañera de piso, conocía tan bien la solitaria y mustia existencia de mi inquilina, pero no podía dejar de leer las páginas de aquella magnífica biografía apócrifa. Realmente, Marlene tenía dos vidas; la real, mustia e insípida, y aquella otra fantástica que escribía en ese diario, oculto en el armario, debajo de sus bragas. Allí estaba la vida que a Marlene le hubiera gustado vivir y, por supuesto, que a mí me encantaba leer. A imitación de Marlene, quien me ha venido a dar esta idea a título póstumo, propongo a mis colaboradores la siguiente y doble iniciativa:

-Escoger cualquier día de tu vida, anodino entre los anodinos, y contarlo.

-Inventar el día que te hubiera gustado vivir y darte el gustazo de recrearlo. Saquemos de una vez los sueños del armario.

P.D: Como siempre habrá galardones y beneplácitos para los concurrentes por parte de este tan prestigioso como reconocido jurado.

Otra postdata: Pues he visto que hay polémica con el relato sobre el diario de Marlene, he introducido en dicha entrada una nota aclaratoria. Pero se admiten más. El final de una historia publicada, siempre ha sido democrático.

8 respuestas a «Inventario de días insípidos»

  1. Los dias mas insipidos? Los de verano, como ahora, cuando no tengo un euro para viajar. Me veo todas las peliculas de tarde de serie B de Antena 3 y me hincho de tarrinas de litro de helado y pizza de microondas. Me aburro mas, porque lo hago hasta las cuatro de la mañana.

  2. Ah, Lola, Conoces a Iser y Jauss? Pues precisamente esos fueron mís días más insípidos. Leyendo a esos tíos latosos que van de críticos literarios y no enterándome de nada. Ay, los últimos días de exámenes en la Universidad, eso sí que era tedio y deseperación a la luz del flexo, mientras los demás estaban en la playa o en el bar de abajo, hartándose de tintos de verano…Fernando ¿y no has probado a leer o nadar un poco? A ver, si el sosete eres tú…

  3. No es que no tenga imaginacion, lo que no tengo es dinero, incluso un libro cuesta dinero y los mios estan ya requetereleidos. Hasta el partido de mañana, voy a aburrirme de la hostia si no me reparan el maldito dvd. En la playa ni pienso, con tanto quisque y la piel tan blanca…necesito pronto un estimulo o languidecere en mi jaula…o matare al primero que pase como un psicopata de Antena 3..

  4. A veces con los días ocurre como con el cuerpo y los órganos que alberga: que cuando no los sentimos, creemos estar en la nada, y cuando nos duele la cabeza, o el estómago, o hasta el alma, ( que es el «órgano» más des-organizado del ser humano), entonces es cuando nos damos cuenta de lo que valioso que puede llegar a ser no sentir la espalda, el pecho, la cabeza, el alma…
    Alguien dirá: ¿y los gustazos, y los placeres? Cierto, existen. Pero da la impresión de que sólo existen para dos cosas: una para acabarse muy pronto, y la otra, para que los añoremos. Para mí los días insípidos son una invitación a demandar a los almanaques o a sus fabricantes, a ponerle una querella a los calendarios y con todo el santoral metido en ellos, y a llenarlos de rosas, y de libros, y de músicas, y de todo cuanto necesite un día insípido para dejar de ser insípido. Y si no le es posible ( : no ser insípido) que se borre de ser día, y haya semanas con huecos… : «La semana que viene trae un hueco…» «¿Sí? ¿Cuál?» «El miércoles: la semana que viene, no trae miércoles». «¡Vaya, miér…! Justo el día que iban a pagar la extra, lo quitan de la semana!» Salud, y buen dormir a todos

  5. Para mí los días insípidos son esos que se suceden a otros Vividos Intensamente, como un maravilloso sueño, y te devuelven a la cruel realidad.

  6. Un día rutinario más: Te levantas a las siete de la mañana (sin despertador: nada más enfermizo), te duchas y te diriges a la oficina: mismas caras, mismas conversaciones, mismas insensateces, mismas mentiras, mismas necedades, mismas ficciones, mismos deseos, mismas frustraciones, etc.; sales de la oficina (15:00 horas) y te vas a correr (da igual enero que febrero, que marzo, que abril, que mayo, que junio, que julio, que agosto, que septiembre, que octubre, que noviembre o diciembre; todos los días de la semana igual, salvo dos; es decir semana tras semana todo igual, las pocas excepciones no cuentan, nada apenas cambia) entre 12, 15, 20, o 25 km. cada día; llegas a casa y te duchas, cenas viendo la tele o escuchando la radio, llamas o te llaman por teléfono, enciendes el ordenador y cuando te das cuenta son las doce de la noche (o más) y te vas a la cama, abres el libro y apenas empiezas a leer te ves haciendo ímprobos esfuerzos para no cerrar los ojos pues el libro es interesantísimo pero tienes que rendirte y cerrarlo o él te cierra a ti; año tras año las misma, 10 o 15, carreras populares: mismas gentes, mismos amigotes, mismos conocidos, mismos comentarios, mismas excusas, mismas falsas o evitables justificaciones, mismos deseos, mismas ficciones, mismas frustraciones, etc. Mañana hablaré de la familia. Un saludo me están llamando

  7. Muchas gracias por vuestra rápida y generosa respuesta. Habéis comprendido exactamente el sentido de la oferta. Leyendo la descripción de Lobo Estepario, me han dado ganas de tirarme por la ventana. Tienes razón, Manuel, para que un día deje de ser insípido, basta con echarle un poco de imaginación. Y de buen humor. Besos a todos.

  8. Lo mas insipido, los domingos en casa de mi suegra. Las charlas insipidas de mis cuñadas sobre trapos y color de cacas de bebe y famosas y la de mis cuñados con la liga y su Real Madrid. Y luego un juego de mesa -por si fuera poco-. Hasta la paella es insipida, Redios.

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