Hay más canales que nunca, pero la tele sigue siendo la de siempre. El programa que no es soporífero, resulta, cuando menos, sospechoso. Se deja ver cierto espacio llamado “Españoles en el mundo” junto a su versión regional “Andaluces en el mundo”, por lo que conllevan de asomar y amplificar la vista, proyectándola hacia otros puntos del planeta; otros modos de entender la vida, otros paisajes, otras culturas y en fin… No obstante, encuentro también algunas notas en dichos programas dignas de análisis no sé si sociológico o propagandístico, porque, vamos a ver, ¿Será que es casual -o no- que estos compatriotas que nos hablan de su cotidianidad en tan variopintos ángulos del mundo, dispongan, de sólito, de una magnífica mansión y lleven una existencia tan fastuosa que, del lado de aquí, nos pongan los dientes largos y a pique del pasaporte y la manta a la cabeza? Entre otros personajes, nos presentan a un tal Paco –o de nombre castizo similar- residente en Cabo Verde. Su cambio de residencia, según nos cuenta, ha sido a tal punto milagroso que se ha curado por completo hasta de un fuerte reuma que le paralizaba las piernas y ahora corretea por esas remotas playas como un vigoroso muchacho quinceañero, en plenitud de facultades y el colmo de la dicha. Todos los lugareños lo conocen y reverencian y, junto a ellos, pasa días memorables, comiendo langostas bajo la sombra de un cocotero o preparando paellas en su chiringuito, que se ve de gran éxito y concurrencia. Que echa, cómo no, de menos, España y que su corazón sigue perteneciendo a su santa esposa, allende los mares, sentencia Paco -rodeado de bellas y risueñas mulatas de ojos verdes- pero que de volver a la patria algún día, nanai. “Por encima de todo, quiero a mi familia, pero si quieren reunirse conmigo que vengan ellos. Yo de aquí no me muevo”. Y quien dice Paco, dice Juan o Diego o Marisa o Carmen, todos encantados de la vida; en Atenas, Zurich, Hawai, Bombay- que son dos paraísos- y la propia cochimbamba. El mensaje no tan subliminal de este espacio televisivo parece ser que “el español donde va, triunfa”. Lo único que hace falta es que lleve su natural gracejo por bandera y abra un bar de tapas o un restaurante donde ofertar al público tremendas paellas, que, por lo visto, es la fórmula de éxito más recurrente. Sin embargo, algo nos dice que este planteamiento tan triunfalista de la vida más allá de las fronteras, no tiene nada de casual e inocente y lleva del todo explícita cierta campaña propagandística de animación a la emigración, que es un método usual de supervivencia en tiempos de carestía patria, como se recoge en ese inapreciable documento cinematográfico, titulado, “Vente a Alemania, Pepe” o “Un franco, catorce pesetas”. Cuando aún andábamos ocupados en las estrategias para frenar la inmigración, parece que los que nos tenemos que ir somos nosotros mismos y mejor cuanto más lejos. Como el juez Garzón que, escapando de la pretensión de linchamiento con la que uno de los dos flancos patrios cada vez más significados lo andaba amenazando, parece haber recuperado el color y el porte magnánimo en el tribunal de La Haya o el protagonista de “La noche de los tiempos”, la última novela de Antonio Muñoz Molina que, en esa mísera época de la Guerra Civil donde las dos Españas, fanatizadas en zafia confrontación taurina terminan de asolar el país a golpe de estoque sanguinario y garrulo garrotazo, decide poner pies en polvorosa en busca de aires más salubres y civilizados. A uno le da por emigrar o exiliarse cuando, tras encender la tele, por más que cambie de canal, se encuentra con una España, tan igual a sí misma, después de tantos años. Los unos y los otros o los otros y los Hunos, demasiado ocupados en rivalizar por demostrar quiénes son los peores y hundirse mutuamente, como para buscar la solución precisa que nos salve del penúltimo naufragio. Y, en tanto, el corazón popular, de charanga y pandereta, deleitándose con las aventuras y desventuras de esa inefable figura de interés nacional, centro de toda conversación en tertulias domésticas, supermercados y autobuses; “La Belén Esteban” o princesa del pueblo, como la han titulado por unánime aclamación. Compendio toda ella de la más solemne vulgaridad que puede dar de sí el suelo patrio, del pseudo-analfabetismo y del espíritu hortera que animan las inmediatas décadas de nuestra historia. Sin mayor mérito, habilidad o competencia, la criatura, que la de exhibir a grito pelado “sus verdades”, ese amasijo de penosas peripecias biográficas de las que, por lo que se ve, en primer plano y a todas horas, no podemos prescindir. “La princesa del pueblo”; menudo pueblo estamos hechos. Entonces, entre tanta imagen desoladora, uno ve a Paco, tan feliz y despreocupado, brindando a nuestra salud debajo de un cocotero en su oasis particular de Cabo Verde y se queda a pique del pasaporte. Pero no hay que fiarse; en la tele, lo que no es propaganda es espejismo. O, a lo peor, Belén Esteban.
P.D: En la entrada «Inventario de conductas intolerables», hemos publicado «La peor conducta de la semana», enhorabuena y encarecidas felicitaciones al premiado. Contamos contigo para una segunda edición. Desahógate y cuéntanos ese comportamiento que tanto te molesta. Ahora es el momento de la DENUNCIA. Hagamos JUSTICIA, amigos.
Tienes mucha razón en lo que dices, Lola. No sé dónde, pero hace tiempo leí que la televisión, tal y como está concebida, era una modalidad en absoluto inocente de «droga que podía llegar a ser no blanda».
P.D. Lamento no haber tenido ocasión de dar una de las conductas intolerables, pero es ésta: cuando te convocan para hablarte de algo, y se pasan, delante de tus narices, minutos y minutos atendiendo llamadas de móvil e incluso haciéndolas. No hablo de doctores, o responsables de asuntos de riesgo como pueda serlo un director de diario o un comisario, sino de personas que podrían charlar del precio de lo que han encargado en otro momento, por poner un ejemplo.
Lo peor es que la tele no tiene nada de caja tonta, por más tonterías que puedan verse en ella; es manipuladora y nos alinea junto al poder y al voto.
Muchas gracias, Manolo, entiendo que éstas son personas que necesitan hacerse las importantes ninguneándote y lo único que consiguen es mostrar su mala educación.Completamente, de acuerdo.
Pues a mí me gusta ver a la Belén Esteban, como fenómeno sociológico y porque, mujer y todo,los tiene muy bien puestos.
Anda, Lucía, la del móvil ¿Has hecho ya las paces con paco?
Pues a mí me encanta la tele…para dormir o para apagarla y leer un libro ¿Lo habéis probado? Que los venden en el parque, oyes..
Espero que los despechados no usen este blog para difundir calumnias ni ridiculizar a las que hubieran querido seducir.
No hay nada como conocer mundo, pero con una buena tarjeta de crédito. Di que sí.
De acuerdo con Enrique. Donde se ponga un buen libro, que se quite la mala tele. Entre la crisis y la pésima programación televisiva, nos sobran motivos para leer ¿Me recomiendas algún libro?
Vengo al blog de Lola, entre otras cosas, para darle las gracias por su apoyo. Por otra parte, y en cuanto al asunto de su artículo, está claro que la televisión no es nutritiva, como decía Aviador Dro en los 80, pero también es cierto que en sí misma no es ni buena ni mala, depende de cómo se use. Si se la llena de basura, será basura. Está en nuestra mano corregir tendencias, todo depende de si se siguen unos determinados programas o no. Mientras toda esa porquería siga teniendo audiencia no habrá quien los elimine. Si exigimos calidad, acabaremos teniendo calidad.
cambien de canal que me parece que la tele va como va por cómo es la clientela.solución:no miren lo zafio a no ser que su zafiedad,etc.los hunos y los potros están en todas partes:algunas televisiones,si las encendemos,nos los meten en casa.en aquellas en las que hunos y potros no hayan acampado.esos especímenes encuentran ocasión de sacudir incluso declarando su amor.qué contar que no se sepa.
intolerable conducta 2 :el/la soplagaitas que te cuenta para que no cuentes(«no se lo cuentes a nadie pero…»)y te planta sin que tú se lo pidas lo que le soltaron para que no contara.
Correcto, Juan. En eso estoy de acuerdo: podemos modificar muchas cosas…, salvo los programas que tratan de endilgar a cada hijo de vecino. Ahí, los televidentes como se descuiden son pollos de hiper-granja. No sé si he referido en una ocasión que en los setenta, muy cerca del 68 todavía, un estudiante de Filología quiso analizar el lenguaje de la televisión. Había sólo dos cadenas. Le permitieron la entrada a fondo en los archivos, pre-programaciones, guiones…etc. Y a los seis meses, cuando llevaba su trabajo ( era, iba a ser una tesis de licenciatura) avanzado y les pidieron los directivos de la cadena 1 (sólo había, digo, la 1 y la 2; y ya la gente «culta» se decantaba por la 2, y la gran mayoría decía «¡es que la dos es un coñazo!») ver qué llevaba hecho, y vieron lo que había sacado de «manipulación del lenguaje dirigida a la manipulación del espectador», le retiraron el permiso y se le requisó el trabajo, esa parte del trabajo. La tele, para ver una peli sin anuncios, o «El Muro» de Pink Floyd ( te lo debo aún) vale, Pero, ¡aniquila a tanta gente!
En cuanto a lo de quedarse dormidos viendo tele… ¡Cuiden su calidad de sueño, por favor! Nuestro cerebro «nunca» ( y nunca es NUNCA) duerme. No lo olvides Enrique.
Lola, gracias por tu blog, Y gracias a esta Casa, La Opinión de Málaga. Obvio. Juan, un cordial abrazo.
La tele cada día está peor, hay más basura y he de decir que a mi me viene genial para conciliar el sueño las noches que tengo insomnio.
Es difícil, al menos para mí, catalogar el tramo de historia que estamos viviendo. Tal parece que no hubieran existido nunca otros días, otros tiempos, antes de sumergirnos en la crisis. Estábamos tan a gustito en nuestra aséptica burbuja y, “en esto, llegó Fidel..”. que equivale a decir, más o menos: una vez globalizados, tábula rasa con todo. Y digo yo que el cuerpo tendrá que hacerse / renovarse a / en la presente transición.. o morir en el intento. Aunque mantengo la esperanza de acabar siquiera como aquel paisano que solía visitar un centro español de Ginebra, algunos años antes de morir Franco; empezaba denostando de todo lo referente a la patria y a la cuarta birra ya le salía la vena entonando «como en España, ni hablar». Claro, si la veías una vez al año y era para pasarlo bien, alma cántaro. Y, todo hay que decirlo, con unas décadas menos. Pues aun así alabo el gusto de todos esos Pacos, según puedo deducir de lo visto (y oído) en este país.
Saludos.
Es un momento excelente -y todos parecemos estar de acuerdo-para cambiar definitivamente la tele por los libros. Ahora, además, con descuento en la Feria del Libro del Parque. Qué exquisito placer y grata compañía la de la lectura en la playa, mecidos por la brisa marina, mientras, dejamos de cuando en cuando, la mirada perdida en el horizonte azul, sin peligro además de que ese papel, siempre fiel al lector, no nos deje tirados por algún desarreglo propio de las nuevas tecnologías. Vámonos, pues, de libros y casetas!!!
Juan Cruz, ayer estaba sentado en una mesa bastante cutre mientras firmaba, ¿Por qué tan cutre?
Recomiendo el libro, “De qué hablo cuando hablo de correr”, de Haruki Murakami. ¿Qué libro me recomiendas tú, Lola?
Hay una caseta donde se puede jugar a responder un cuestionario de diez preguntas, y si aciertas ocho te regalan un libro a elegir, yo acerté las diez y elegí “El cuñado de Nietzsche y otros viajes”, de Horacio Vázquez-Rial, curioso libro. Pasaos por allí, es divertido, además la chica del mostrador es muy simpática.
Hay una caseta donde si quieres comprar un libro tienes que llevar una carretilla y un coche, son libros enormes, curiosos e interesantísimos; también caros, abstenerse funcionarios.
También hay espacios para niños; muy bien, qué bien.
Se pasa bien el feria, y siempre hay un libro esperándote, lo difícil es encontrarlo, eh hay el reto. Ánimo.
Un saludo
Recomiendo, «La noche de los tiempos», una novela muy documentada y nutritiva de Antonio Muñoz Molina que, a ratos, te quita las ganas de comer y dormir por lo que te atrapa, combinando una bella historia de amor y remordimiento adúltero con los penúltimos fantasmas de la Guerra Civil. Y, en general, nuestros productos más cercanos como «El olor de la madera» de José Luis González Vera, colaborador de «La Opinión de Málaga» y «Lausana» de Antonio Soler. Aún no los he leído, pero estoy deseando adquirirlos en esta Feria del Libro, que aún no he podido visitar. De hoy no pasa.
Una bella historia de amor, una historia de amor, una de amor, un amor, amor: Te quiero.
RECOMENDACIONES PARA LA FERIA DEL LIBRO
En la caseta «Espuela de plata» de la editorial «Renacimiento», he adquirido un curioso y excelente libro, «Las mil peores poesías de la lengua castellana» para los amantes de la literatura y el humor. El autor es Jorge LLopis, colaborador antaño de «La Codorniz» y de obras como «La viuda es sueño» o «¿Quiere usted ser tonta en diez días?».
Entre los facsímiles en la caseta especializada hay joyas como un tratado de educación del siglo XVII para señoritas francesas y un manual de agrado para «petimetres y petimetras».
La caseta del centro Generación del 27 da a cambio de adivinar unas preguntas un libro de obsequio. Yo conseguí «Lugares comunes», un libro de Camilo de Ory que estaba buscando hace tiempo. Los amantes del cómic también están allí de suerte; hay verdaderas singularidades. ¿Volvemos hoy?
Hola Lola, ¿Te parece que vayamos, juntos, mañana? podríamos jugar a quién acierta más respuesta en esa caseta tan divertida, rebuscar, comprar, reír, comentar tu columna… ¿Qué me dices? Sería un sueño para mí. Un beso