Soy un animal

25 Feb

tortura-toros1Soy un animal. Racional, algunas veces, pero animal al fin y al cabo. Como el resto de la fauna planetaria siento apasionadamente, sin filtro alguno de inhibición o hipocresía, la dicha más completa en algunas ocasiones y, en otras, el más descarnado sufrimiento. Cuando sufro, sufro como un animal, de ese modo intenso que asoma a sus ojos y les deja mustio y tardo el paso y sin brillo el pelaje. No existe bestia alguna ajena al dolor o la tristeza; a su manera, ya lo dijo en este diario Juan José Millás. Se deprimen los leones, cuando relegados a la esclavitud del zoo o la humillación del látigo en los circos, dejan de ser el rey de la selva y el abatimiento de un elefante puede ser de la magnitud de su propia corpulencia. Célebre fue el caso de aquel ejemplar que, alejado de su partenaire de espectáculo, una corista que estaba hospitalizada por haberse quebrado una pierna, dejó de comer y beber para sumirse en una apatía que hubiera concluido, sin remedio, en un agónico duelo suicida, de no ser porque la joven, enterada del pesar de su compañero, regresó al circo para devolverle las ganas de vivir con ese enorme abrazo que hizo llorar de emoción a todos los espectadores circundantes.

Los animales, como testimonian las asociaciones protectoras, toleran mal los malos tratos, la separación y el abandono y, ante la arbitrariedad del comportamiento humano, sujeto al egoísmo y el capricho, inexplicable para su propia naturaleza noble e incondicional, muchas veces se dejan morir de tristeza; perros, gatos, caballos o esas nuevas mascotas que el esnobismo ha puesto de moda; se dice que serpientes y hasta cocodrilos, que, sin duda, también sienten a su manera, pues nada hay tan demostrable como que los animales tienen sentimientos; vivos, intensos e inmutables y, precisamente más fiables, por no conocer de esos fingimientos a los que acostumbra la raza humana; en ocasiones, la peor especie animal. “Cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”, decía Schopenhauer, sabiendo bien lo que decía.


Hay, sin embargo, un falso prejuicio por el cual los amantes de los animales suelen ser crueles con sus congéneres, que podrá responder, no digo que no, a perfiles concretos –de psicópatas como Hitler, por ejemplo- y que, no obstante, en el resto resulta una tremenda falacia. Normalmente, las personas capaces de amor lo son en todas sus facetas y justo al contrario; nadie que sea cruel con los animales –y menos, precisamente por ello-resulta ser un filántropo.
Lo dicen la experiencia y, de nuevo, Schopenhauer, “quien es cruel con los animales no puede ser buena persona”. Es por todas estas razones que, al salir a colación el siempre candente debate sobre la Fiesta Nacional, no puedo encontrar argumentos que la justifiquen; que me hagan encontrar arte, más allá de la tremenda crueldad que supone someter a un animal a tan sádico y prolongado sufrimiento. Cierto que será un espectáculo de entretenimiento de masas, que se prolonga desde nuestras más rancias tradiciones. Pero, por la misma regla de tres, si de eso se trata, a estas alturas se seguirían dando de comer cristianos a los leones en el Coliseo.
No digo nada nuevo; nada que no hayan dicho ya los ilustrados del siglo XVIII, los secuaces de Alaska o la propia Rosa Montero; si las sociedades más civilizadas son las que más protegen a los animales, ¿qué se podría decir de la nuestra? –incluidos los toros-.
Mis razones son a favor de los toros, entiéndase, y no en contra de toreros –los cuales, fuera del ruedo, me resultan admirables como personas; José Tomás o los hermanos Rivera- ni ganaderos- que entiendo, se tienen que ganar la vida, pero me temo que no hay soluciones intermedias. Sin que el toro sufra y muera no hay corrida ni ganancia ni toreros. Ni toros. Ya se ha dicho hasta el hartazgo que el toro de lidia no tiene más salida que la plaza o la extinción. A mí, sin embargo, se me ocurren otras como tenerlo de mascota – ¿acaso no tienen el mismo derecho que cocodrilos y boas?-.
Será una utopía pero a veces imagino otra Fiesta Nacional donde no se festeje la muerte; otro Universo donde las guerras no sean necesarias ni por ambición ni por “motivos humanitarios” y en el que pudiéramos ser civilizados como los animales. Eso tendría que ser lo racional.

P.D: No te olvides de que en la entrada, «Se buscan mujeres malas», seguimos esperando tu inapreciable testimonio.

10 respuestas a «Soy un animal»

  1. Lola, desde luego existen alternativas pacíficas y respetuosas para con los toros (también, para el universo). Pero no las busques en personas como el señor Rafael Ordoñez, quien escribe en este diario los lunes. Es increíble como gentes de bien pueden hacer tanto mal. Un saludo y gracias. Te quiero

  2. Defiendes el circo(?), como si domar animales que residen en jaulas fuera algo menos sucio que los toros. De todas formas, te ha quedado demasiado progre y sobre todo poco incisiva tu carta de hoy. A medias, vamos.

  3. parece que el tristorro elefante causó con un involuntario resbalón la quebradura de pata de su adiestradora.sería curious vender la burra de que en el bicho van juntos sentimientos,inteligencia y memoria.así daríamos mérito a la última y la esologse tomaría aire.
    ¿lo de querer al perro se atribuye a más plastas que a shopi?hala.
    leí en unos subtítulos de la tele <se han> por \\"sean\\" y oigo en la radio algo así como <abnegados> por \\"ahogados\\" y
    desagravio por agravio. o sea,que el futuro ya llegó y yo sin pelos.
    lo de declararte amor y besos por aquí me da grima(no sé si estos acosadores son también celosos).valga con que te tengo en alta estima y deseo lo mejor para tí y los tuyos.

  4. Muy señor Mahonesa:

    ¿Por qué, antes de opinar, no te lees el artículo o es que los celos no te dejan? Anda y ponte ketchup que de vinagre estás en tu punto.

  5. Perdona, Lola, a veces me pueden los celos y la envidia. Ya sabes lo frustrado que estoy y que, si no es, refugiándome en el anonimato, ni puedo opinar…

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