Los cascos de las botellas terminan en la Victoria

7 May

En la calle Obispo González García se encuentra una original vivienda con la fachada adornada por decenas de botellas y piedras de colores

Ahora que nuestros políticos malaguitas han acomodado la ordenación urbana de Málaga a lo que necesita un premio Pritzker de Arquitectura, es bueno ser conscientes de que en nuestra tierra existen otras expresiones artísticas a años luz del academicismo, incluso cuando este se muestra en las vertientes más rompedoras.

Ya informamos hace un par de meses de una prodigiosa vivienda en el Puerto de la Torre, visible desde el falso túnel de Carlos Haya, y que es una mescolanza de estilos de la misma orientación artística que el monumento al Turista en Torremolinos, joya del kitsch español decadente. Pero si esta mansión en la calle Juan Bautista Maury es de las que quita el sentido ­–con sus paneles cerámicos de ángeles y el dios Neptuno, con su fastuosa columnatas y esos ecos del Jugendstil y de hotel de lujo de Bali o Benidorm– en el barrio de la Victoria nos encontramos con otra construcción tan notable como singular.

Pertenece, eso sí, a otra escuela artística distinta. Puede recordarnos a las creaciones del gran maestro Antonio Gaudí pero también al museo de Salvador Dalí en Figueras e incluso a algunos les evocará, claro que a menor escala, esa catedral de autoconstrucción que desde 1961 levanta en el pueblecito madrileño de Mejorada del Campo el pronto nonagenario Justo Gallego.

La vivienda de la que hablamos se encuentra cerca del Seminario, en la calle Obispo González García –dedicada a don Manuel González, tío del teólogo José María González Ruiz–. El ingenioso portento se detecta casi desde la primera curva de la calle, pues buena parte de la casa está artísticamente adornada con botellas. En ocasiones, penden del techo como estalactitas, en otras, parecen dar una voltereta imposible en el aire, incrustadas a una esfera.

Si continuamos con las comparaciones, la fastuosa e inacabable estructura tubular que aparece en la magistral novela La saga/fuga de J.B., de Torrente Ballester tiene mucho que ver con esta construcción imposible, en la que también se combinan los recubrimientos con piedras de colores en pantallas y cruces.

El sol de la mañana ilumina las botellas como si fueran bombillas de 100 vatios y alumbran una forma nueva de autoconstrucción. Alrededor de la vivienda se apilan, lógicamente, cajas con botellas, no sabemos si próximos aportes para la casa.

El autor de esta casa tiene todos los respetos de un servidor. Lejos de acomodarse en una vivienda como las que hay miles, ha decidido vivir en su propia obra de arte. En Churriana existe una casa recubierta casi por completo con miles de conchas de la playa y son muchos los ejemplos de viviendas con chinos (piedras).

Si alguna vez se han preguntado a dónde iban a parar los cascos de las botellas cuando las devolvían en las tiendas ya saben la respuesta. Una parte de la producción nacional se destina a este sorprendente rincón de la Victoria.

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