Gibralfaro es para los que empinan el codo

6 May

Tres meses y medio después de la última limpieza municipal a fondo, los botelloneros vuelven a dejar su huella de jolgorio en el monte público

En una novela de Thomas Pynchon –un escritor que se ha hecho famoso porque se deja ver menos que un extraterrestre– un personaje salta todos los años a través de una ventana delante de los medios de comunicación para que todos constaten que le sigue faltando una tuerca y pueda seguir cobrando su paga por insania.

Así se siente el firmante, cumpliendo un rito majarón, cuando, de forma periódica, asciende la cuestecita de Mundo Nuevo, con el oscuro presentimiento de que se encontrará una pradera de porquería en las primeras estribaciones del Monte Gibralfaro.

Qué más quisiera un servidor que dejar de cumplir esta función de catador de zonas verdes, vulgo «mierdólogo», al constatar que los jóvenes botelloneros han dejado de comportarse por fin como miembros de la cabaña porcina y que el Ayuntamiento se ha comprometido a limpiar de forma periódica el monte, sin que medien mociones plenarias ni ruedas de prensa de protesta.

Pero la realidad se aleja bastante de una tranquila votación en el salón de plenos. Tendremos que concluir que el Consistorio es incapaz de tener el monte de la ciudad en condiciones dignas, quizás porque no hay barrenderos suficientes, porque no lo planifica, no le pone mucho interés o porque no hay dinero.

Si echamos la vista atrás a los últimos meses, comprobaremos que el pasado 15 de enero, Izquierda Unida reclamó en medio de la basura la limpieza urgente del monte a causa de los estragos de los botellones, haciéndose eco de unas denuncias de La Opinión que comenzó a publicar en agosto de 2013.

Al día siguiente el Ayuntamiento enviaba a una cuadrilla de empleados del programa contra la exclusión social a limpiar este ambicioso vertedero. Todo perfecto.

El problema es que en estos luminosos y primerizos días de mayo ha vuelto la basura. No se  trata de los niveles escandalosos del año pasado, pero sí hay una presencia prometedora de porquería con ganas de alcanzar las cotas de siempre, las que merece este limbo municipal llamado Gibralfaro.

La bienvenida la da, al pie del Carril de Subida a Gibralfaro, una montaña de baldosas trituradas y después de subir ese escalón natural tras la primera curva, fruto de muchos fines de semana trepando para pillar la cogorza, nos topamos con inquietantes cajas para hamburguesas, una miríada de cristales rotos, vasos y bolsas. La mayor acumulación, una vez más, se presenta cerca ya de la primera torre y el arranque de la muralla de la Alcazaba, encima del túnel de Mundo Nuevo. Allí hay cómodos chapones y cartones para tumbarse a la bartola, mayormente acompañado, lo que explica la presencia de preservativos y bebidas. Aquí no juzgamos las costumbres nocturnas sino el que queden rastros de ellas en un monte público tan valioso. Esa parece la línea a seguir por estos homínidos que empinan el codo.

Tome nota el Ayuntamiento… uno de estos meses.

Una respuesta a «Gibralfaro es para los que empinan el codo»

  1. Así es, amigo Alfonso, Málaga es sucia, o mejor dicho, la sociedad malagueña es sucia, o mejor aún, la S.A. (Suciedad Anónima) de esos que tú bien llamas homínidos y que no han llegado aún a sapiens campea a sus anchas, desde Ancha del Carmen a calle Larios y de el monte hasta la playa de esta ciudad del paraíso pero, para eso, para que siga siendo un paraíso de ciudad habría que ensuciar menos, o por lo menos, limpiar más.
    Es muy agradable la vista desde el mirador de Gibralfaro, el que hay justo por debajo del parador y por encima de las tres Gracias. Si miras hacia abajo, todo lleno de basuras institucionalizadas con varios trienios de antigüedad, maldita la gracia que hace. Por eso, es mejor mirar a poniente, por donde el sol se pierde en esta época, tiñendo Málaga de ese ocre crepuscular que funde las tres culturas de Málaga, como tres estratos bien definidos de la historia de Málaga, alineados y ordenados cronológicamente, a saber; La Alcazaba árabe, la Catedral Cristiana y los grandes almacenes esos donde la primavera llega siempre temprano, ¿no te has fijado?
    Todo esto para llegar a la conclusión de que, por supuesto es mejor no ensuciar, pero ya que la actual cultura del consumismo, de usar y tirar, donde sea y como sea, osea, ensuciar a destajo sin pensar en los demás, no estaría demás que el Excelentísimo Ayuntamiento de esta nuestra “Ciudad del Paraíso” pusiera a trabajar a destajo una cuadrilla que limpiara desde la playa hasta el monte.

    Un saludo.

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