Un dudoso «jardín de aclimatación» trinitario

1 Feb

Atrapado en el tiempo, en inglés El día de la marmota, es la magistral comedia que en 1993 protagonizó Bill Murray y que cuenta las aventuras de un periodista que se despierta, una y otra vez, tal día como mañana, el 2 de febrero.

No sólo el firmante sino todos los vecinos de la Trinidad que frecuentan la cuesta de la calle Velarde tienen desde hace largos años la impresión de vivir el día de la marmota porque se topan con una auténtica selva en la unión con las calles Cesáreo Martínez y Pedro Marcolain. Da la impresión de que en cualquier momento van a surgir Francisco de Orellana y sus hombres en busca de El Dorado (quién sabe si no se encuentra en estas intrincadas espesuras).

A finales del siglo XVIII, en la calle de la Victoria existió un jardín de aclimatación de las plantas que llegaban por barco de América, con vistas a introducirlas luego en Europa. Con el tiempo, se trasladó a las cercanías de la plaza de la Merced y en el siglo XIX, el jardín botánico más importante de Málaga fue el del convento de San Felipe Neri, sin olvidar el jardín de aclimatación de Abadía, cerca de la explanada de la estación (una barriada lo recuerda hoy con el nombre cambiado de jardín de la Abadía).

Pero en esta lista no podemos olvidamos de este solar agreste en el corazón de la Trinidad, un auténtico jardín de aclimatación venido a menos en el que los que verdaderamente se aclimatan son los kilos de comida para gatos, despanzurrados por los laterales, gracias a enormes aberturas practicadas en las vallas, acompañadas por decenas de recipientes para el agua, de un color verde oscuro que sólo se encuentra en las áreas pantanosas.

Un cartel nos informa de que este despropósito selvático está en venta y tiene una extensión de 575 metros cuadrados, de ahí que los viandantes se asombren de la cantidad de Naturaleza que cabe en una parcelita.

Pero además de plantas y arbustos de una altura que ya asusta, la basura se apoderado de este jardín, de ahí que el mal olor sea algo más que un presentimiento para convertirse en una realidad que impregna al paseante, si es que antes no han recibido una grácil caricia de los arbustos que salen de la valla e invaden el espacio aéreo de la calle Velarde.

Latas, botellas, ropa, la mencionada comida para gatos a espuertas, sillones y tres enormes colchones destrozados conforman la dote de este solar en el que un enorme gato, retrepado en una silla toma el sol en medio de la espesura. Hasta un lebrillo, pieza casi arqueológica, podemos encontrar en este veterano basurero.

El panorama no mejora si torcemos a la derecha, por la pequeña calle Covarrubias, a espaldas de la iglesia de la Trinidad y el convento de las clarisas. Se trata de otro solar nauseabundo, con restos de vallado, cuajadito de basura y plantas, mientras al fondo se alza un lateral del avejentado convento de la Trinidad.

El enigma es cómo el Ayuntamiento permite desde hace tantos años esta tierra sin ley y no ordena a los dejados propietarios a convertir estas selvas en páramos saneados.

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