Parece que podemos

15 Sep

Un impensable refuerzo para las fuerzas que buscan el cambio: un veterano laborista inglés, al frente de las nuevas generaciones, pone en jaque al poder

Seguimos ‘manejando’ nuestra visión de la realidad con dos espejos deformantes, ambos con un gran influjo sobre nuestras opiniones, al punto que seguimos sin apreciar la deformación, esa que vemos como algo tan grotesco cuando estamos en un parque de diversiones. A las encuestas que nos ponen por delante los medios de comunicación se suman otras presentadas como curiosas ‘votaciones’ de un club con un millar (o varios) de socios opinadores. Ningún dato sobre el reclutamiento de estos ‘votantes’, su clase social, nivel económico o de estudios, etc. Pero…. el vicio es el vicio y nos tentamos  con esa gula de anticipos electorales que se has convertido en una pulsión de nuestra curiosidad. En una de las más recientes ‘muestras’ encontramos una burda manipulación que abre todas las ventanas de la desconfianza. Se trata –cómo no– de la siempre inflada polémica sobre un posible ‘pacto de izquierdas’ frente a la siempre subrayada ‘intransigencia’ de Podemos respecto a esa posibilidad. Pues bien: el ‘club Encuestamos’ nos resume todo con estos datos: un 37,1% cree que no deben ponerse condiciones (como hace Podemos) al posible pacto ya que ese ‘gran frente’ se traduciría en una victoria. ¿Qué opinan los demás? La encuesta nos dice que solo un 13,7% piensa que el pacto no es necesario porque ya Podemos lidera a la izquierda. Así, parece que una cantidad mucho mayor respalda el ‘pacto de izquierdas’ y esta es la conclusión a que puede llegar el lector desprevenido. Pero resulta que hay otras dos respuestas posibles: que el acuerdo debe darse pero ‘bajo las directrices de Podemos’ o que el pacto debe basarse en acuerdos puntuales a nivel de autonomías o provincias (la tesis que defiende Podemos); sumando estas tres respuestas, todas afines a la línea de Podemos, suponen nada menos que el 62,9 de los encuestados. Solo entonces descubrimos que la cuenta inicial está falseada; lo honrado sería señalar que hay tres respuestas que dan primacía a Podemos y solo una, minoritaria, de que ‘no hay que poner condiciones’ al pacto.

Este es uno de los dos espejos deformantes, el de las encuestas.

El otro, del que hemos hablado también muchas veces, es el de mantener a todo trance la visión de las realidades políticas sobre el eje izquierda/derecha. No es un ‘fondo de trama’ que nos ayude a analizar la realidad. De ahí que hoy se pueda ver a Syriza como una propuesta política que trató de defender los intereses de Grecia hasta dónde fue posible o bien como una fuerza que ‘se desvió’ de la izquierda. Pero ese análisis parte de que los griegos podrían librar su batalla con alguna posibilidad de victoria. Y esta idea surge de que los griegos dieron mayoría al ‘no’ Europa. Pero también podríamos creer a Tsipras, quien tuvo que retroceder a la vista de planes para aislar, acorralar y destruir a Grecia. Tsipras, quien debía acaudillar la resistencia griega, sería el responsable de la derrota aplastante de su país y de su pueblo, si persistía en ir al choque contra todo el poder europeo, capitaneando un fracaso que quizás aplastaría otros intentos de resistencia. No hay que olvidar, por mencionar un dato que apenas se tomó en cuenta, que Grecia está enfrentada a Turquía y una de las condiciones a cumplir era reducir el presupuesto militar, hasta quedar a expensas de una inevitable derrota en caso de un ataque turco.

Ahora ha estallado la auténtica ‘bomba’ política europea: el surgimiento de un líder laborista que se apunta a la línea de resistencia. O sea, que las filas de los resistentes se refuerzan, fuera de toda previsión, en el Reino Unido. Y allí el nuevo líder, Jeremy Corbyn, reconoce que son las jóvenes generaciones las que lo impulsan, que no vienen siguiendo viejos esquemas sino que están buscando ‘otro modo de hacer política’. Esto es lo que da envergadura continental a Corbyn, lo que le dio 15.000 afiliados nuevos en un día y lo que sembró el pánico en los círculos dirigentes británicos. Otra cosa no se puede apreciar si vemos las reacciones de insultos y amenazas que lanzó el propio gobierno de Cameron contra Corbyn: «es un riesgo para nuestra seguridad». Refuerzo absolutamente inesperado. La gente quiere ‘otra política’, lo que supone un gran cambio y la caída de los rótulos. Una prueba la traen con su inmediato y entusiasta apoyo a Corbyn los nacionalistas escoceses.

Aunque Tsipras haya fracasado, de momento, parece que ‘podemos’… podemos resistirnos.

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