Un mapa con trampa

1 Sep

Cuando El Sistema quiere mostrar la realidad tiene un recurso sencillo: llamar a técnicos o científicos que hacen análisis sesgados y  sacan unas cuentas que al final…cuadran con las del Sistema

El Sistema llama en su auxilio a técnicos o científicos que están siempre dispuestos a señalar el mejor camino, que es, casualmente, el que el Sistemas nos había señalado. Ahora  hay excepciones pero hasta hace apenas 5 o 10 años los economistas estaban unidos para explicarnos que no había otra posibilidad que seguirnos endeudando.

José Luis Sampedro, novelista y economista, hablaba de «el Evangelio según San Lucro». Para Sampedro la economía es una ciencia que apunta a justificar el poder del dinero. Esto lo dijo hace apenas 10 años.  Desde entonces hemos visto comparecer a muchos economistas lanzando interesantes sermones que nos hacían abrir los ojos como platos.  Y es que la deuda no es tal: aparece y desaparece, sube o baja, cambian los acreedores….Todo es cuestión de estar a bien con los que mandan…Antiguamente (y no tan antiguamente) las comunidades indígenas cobraban con vales que podían ser canjeados por bebidas o comidas en las tiendas de los mismos patrones. Los vales nunca eran suficientes: la deuda siempre crecía.  El Sistema es el mismo, solo que aplicado a escala europea o a escala internacional.

Hemos visto un mapa clasificando a todas las naciones de América Latina según su nivel de democracia. Dos países ofrecen regímenes democráticos con pocas dudas: Costa Rica y Uruguay. Y se señalan otros dos como regímenes lisa y llanamente autoritarios: Haití y Cuba. Resulta tragicómico que se incluyan en el mismo grupo Haití, el país más pobre y miserable, devastado por una catástrofe, con un analfabetismo escalofriante, con Cuba, donde se producen avances médicos importantes y donde los índices de mortalidad infantil están entre los más bajos del mundo. Han conseguido poner una frontera claramente artificial entre dos categorías inventadas por los politólogos: los regímenes híbridos y las democracias imperfectas. Así, todo cuadra: los imperfectos organizan «elecciones libres y justas» y, pese a algunos ataques a la libertad de prensa, «las libertades civiles básicas se respetan». Entre los híbridos hay más presiones gubernamentales sobre la oposición, el imperio de la ley es débil y hay más corrupción.

Es difícil saber de dónde se obtuvieron los datos y quienes los contrastaron.  Hay que imaginar, por ejemplo, que en México se respetan las libertades civiles básicas cuando se asesina a  periodistas con impresionante frecuencia y los capos del narcotráfico huyen por túneles que ha llevado más de un año construir. O que en Colombia el tema de las drogas está bajo control; o que en Perú se  han recuperado para la democracia los partidos tradicionales.

Pero esa forma de medir sigue sin tomar en cuenta un poder supranacional que distorsiona la real vigencia de la democracia. ¿Será posible que la medición no tome para nada en cuenta la presencia de una superpotencia con bases militares dentro de casi todos los países observados? ¿O es que se ha establecido, científicamente que tales bases no inciden en absoluto en los procesos políticos de cada país. ¿Puede un país latinoamericano decidir, soberanamente, su política de alianzas e incluso sus socios comerciales sin interferencia, si hay instalaciones militares y tropas extranjeras en su territorio?

Las bases (solo en Colombia  hay media docena de ellas) no son el único dato para establecer la real dependencia existente. El término híbrido podría venirles muy bien, a todos los países de América Latina. Porque su situación de dependencia real, con esas bases militares incrustadas en sus territorios, pone una limitación infranqueable para que puedan funcionar como democracias plenas. Esa especie de tutela que Washington ejerce sobre toda la región se ha ejercido a través de la historia mediante  la intervención militar directa.

Cuando en Washington reina el poder blando, como en este tramo final del obamismo, los latinoamericanos podemos, cantar aquella vieja canción infantil: «Juguemos en el bosque mientras el lobo no está….¿lobo está?»… Y el Lobo se estaba poniendo los pantalones o la camiseta… Oyendo hablar a los precandidatos republicanos de hoy, por ejemplo, tenemos derecho a preocuparnos pensando que quizás cuando termine de ponerse los calcetines el lobo vendrá a por nosotros, ahora que la Península Arábiga y Palestina han sido dominados a sangre y fuego y hasta el último foco de resistencia, Irán,  está más débil que nunca.

¿Cuándo los polítólogos harán como los economistas de nuevo cuño y se permitirán analizar la realidad pesando varios  factores y no solo unos pocos indicadores escasamente fiables?

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