Un viento desolador

26 Dic

Acabo de leer media docena de análisis sobre el mensaje navideño del Rey, de entresacar algunos párrafos de otra media docena y de pasar la vista por encima de unos veinte más, ya resignado a no poder mirar siquiera por lo menos medio centenar de otras interpretaciones. No vale la pena que intente resumir algunos de esos comentarios porque cualquiera de vosotros ha podido escuchar y valorar el discurso. La síntesis más sencilla es esta: habló de Undargarin pero no lo nombró.

Alguien,  en esa izquierda española tan aburrida que se ha hecho ferozmente republicana, ha querido burlarse de la corona con una compulsa de opiniones de los ‘súbditos’, mencionando los gravísimos problemas que enfrentamos y que, como es habitual, se quedan fuera del mensaje del monarca; por su parte, el Rey de la provocación, Sánchez Dragó, hizo más o menos lo mismo que aquellos izquierdistas: resumió las enormes dificultades de nuestro país y del mundo sin necesidad de ‘auscultar’ la opinión de los súbditos.

Es cierto que el Rey Juan Carlos acaparó elogios, sobre todo de los dirigentes políticos ‘políticamente correctos’ (valga la redundancia) y solo recibió unas pocas críticas, básicamente de los nacionalistas vascos (porque no mostró entusiasmo por el final del terrorismo etarra) y de Izquierda Unida, porque el ‘jefe’ Cayo Lara cree que embestir contra todo lo que se mueve, cual si acabara de salir del toril, es algo ‘revolucionario’.

Pero pedir –o esperar–  que el mensaje del Rey anuncie o suponga cambios políticos es de una ingenuidad infantil. Al Rey le pasa lo mismo que a la democracia, cuya versión española se asocia clarísimamente con la llamada ‘transición’: el paso del franquismo al sistema en el que vivimos ahora.

Si el gran mérito del Rey es haber contribuido a ‘traer’ esta democracia, para elogiarlo solo hace falta creer que estamos en una auténtica democracia. En otras palabras: si hay ‘democracia’ en buena medida debemos ‘agradecérselo’ al Rey… y si esto no es una verdadera democracia, en parte también podemos culpar de ello al Rey. Pero sólo en parte, porque lo que la Corona ha hecho durante estas casi cuatro décadas fue apuntalar el proceso, para que la Constitución se ‘consensuara’, para que tuviera vigor (y no solo entrara formalmente en vigor) y para que superara grandes baches, como el aspaventoso golpe del 23-F, una conspiración en la que fueron más los que dieron un paso atrás que los que dieron un paso al frente. En suma, el Rey ‘se la jugó’ para respaldar a este sistema. Sin embargo, paradójicamente, no  ha sido un responsable directo de esta ‘construcción’.

Si esta no es una democracia (si no hay soberanía popular en  lo interno ni soberanía nacional en lo externo) es porque formamos parte de un conjunto –Occidente- dónde se ha montado un gran tinglado de ‘representatividad’ que ha ido dejando fuera a todas las propuestas ideológicas diferentes…¿Qué digo ‘diferentes’?…Simplemente a todas las propuestas ideológicas: las de las ideologías derrotadas o hundidas y las de cualquier otra ideología que hubiera podido reciclarse o ‘inventarse’: el pensamiento único nos trajo la ‘ideología única’… o la ausencia de toda ideología. Hay un sistema, un gran mecanismo de congelamiento de la vida política para proteger un conjunto de intereses que son los de la ‘mafia’ gobernante, a nivel mundial y ramificada en cada país  (incluida China, donde existe incluso una ‘banca clandestina’ no regulada ni controlada por el teóricamente inmenso poder del gobierno).

Quienes se agitan convulsos para proclamar ideologías ‘de izquierdas’ o para promover rebrotes fascistas… no se dan cuenta de que siguen bailando al son que marca el poder: no son las ‘ideologías’ las que nos dan armas para luchar contra la gran mafia del poder. En comparación con la gran mafia del poder mundial los trajes del señor Camps, los ERE’s tramposos de Andalucía o los presuntos negocios turbios del señor Undargarin son como pequeños distintivos decorativos en las solapas del poder… Tampoco son tonterías: son bandazos que hacen ruido y provocan alarma pero también nos distraen… Son golpes como de un toldo que se soltó de su amarre… signos de que está soplando un gran viento desolador que va segando y arrasando toda la vida honesta del planeta.

Una respuesta a «Un viento desolador»

  1. Señor Horacio, vaya panorama que nos pinta usted. ¿Hasta dónde nos va a llevar ese gran viento desolador?. Y como dicen que la historia suele repetirse, ¿Con qué otra época histórica cree usted que podemos comparar a ésta (en qué terminó aquella, y volvió a empezar)?. Y, ¿Cuándo cree usted que el viento va a cambiar de dirección o sentido para sembrar vida honesta en el planeta?

    Un saludo, y perdone tanta pregunta.

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