¿’Refundar’ el mundo? (I)

10 Ene

Como un boxeador noqueado que solo por orgullo se mantiene en pie, así estamos los que formamos la ‘opinión pública’, el padrón de habitantes o el censo de votantes. No paramos de recibir golpes, a cual más demoledor, y la campana que llama al descanso solo nos sirve para que nos acomoden el protector de la dentadura, nos salpiquen agua fresca y podamos echar una mirada nublada a esos señores gordos que están gozando del espectáculo ‘deportivo’: los banqueros y los gerentes y accionistas de las multinacionales. Un combate desigual entre un musculoso profesional del ring y nosotros, improvisados desafiados –que no desafiantes- empujados por ‘la mano invisible del mercado’ al medio del cuadrilátero. Si tienen dudas acerca de quiénes son los que disfrutan del combate y se llevan la bolsa de los euros miren la lista de los bancos y empresas que ganaron en 2010 más que en 2009. O miren las ventas de coches: todos los modelos bajan menos las grandes berlinas.

Pero hay algo todavía más siniestro que esta pelea amañada: que no sabemos cuándo va a terminar, ni nos dejan bajar y salir huyendo. En realidad, no tenemos siquiera idea de lo que podríamos hacer si lográramos escapar de la encerrona.

Hace unos días un periódico de Madrid anunciaba en su portada, con gran despliegue, “doce propuestas para reconstruir la izquierda”. La posibilidad de reconstruir la izquierda lleva muchos años planteándose como una tarea urgente y en la última década se ha convertido casi en una obsesión. Creo que los laboristas británicos hicieron un último intento con su ‘tercera vía’ pero resultó tan funesto que reactivó la pregunta inicial: fue peor el remedio que la enfermedad.

Puede ser que la pregunta no obtenga respuesta porque esté mal formulada. Tal vez lo que de verdad necesitamos saber es cómo acabar con el castigo que estamos recibiendo; y saber por qué estamos perdiendo, día tras día, las armas para poder defendernos; y saber si hay una relación directa entre nuestra pérdida de derechos, entre el decaimiento de nuestro sistema democrático (¿hasta cuándo podremos seguir llamando a nuestras sociedades ‘democráticas’?) y la situación de pueblos invadidos, bombardeados y aplastados por el poder imperial. Saber si estos pueblos, en situaciones, por así decirlo, ‘predemocráticas’ van a ser ‘democratizados’ a base de bombas, torturas y cárceles clandestinas y van a ser ‘democratizados’ por nosotros, que estamos perdiendo las conquistas democráticas.

Estas son algunas de las preguntas que se van encadenando y cuyas respuestas quizás nos permitirían analizar ‘el estado del mundo’ y a partir de ahí tratar de encontrar fórmulas para refundar, no la izquierda sino el mundo, la sociedad del Siglo XXI. Preguntar por la mala salud del mundo y por las posibilidades de salvarlo del desastre –ecológico, social, político, económico…- no es exactamente lo mismo que preguntar cómo se puede ‘refundar’ la izquierda. Frente al fetichismo de las palabras, tendremos que comprobar que lo primero es romper el tabú que se alimenta diariamente: que nosotros, en Occidente, somos los dueños de la verdad e incluso los dueños de la palabra ‘izquierda’; es decir, los que tenemos las llaves del cambio, los que estamos llamados a diseñar el futuro de la humanidad. Nada de eso. Quizás hubo un momento en el que parecía que estaba en manos de Occidente instaurar la Modernidad y ofrecer al planeta un modelo digno de imitar. Si realmente existió ese momento, esa oportunidad la hemos perdido. Ahora ni siquiera encontramos un camino de retorno al origen de estos proyectos hoy destrozados. Pero en esa docena de propuestas de ‘refundación’ –y en otras que allí no aparecen- hay autocríticas honestas y hay ideas inteligentes. Intentaremos pasarles revista: ‘to be continued’.

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