La entrevista con ‘dios’

Cuando gobernaba Felipe González en los altos niveles del PSOE le llamaban familiarmente ‘dios’. Lo curioso es que él tiene una idea de si mismo bastante parecida. En la entrevista al ex presidente que se publicó el pasado domingo ha dicho que pudo haber dado una orden para liquidar de un solo golpe a toda la cúpula de ETA, que no quiso darla y que ahora mismo no sabe si hizo bien o no. ¡Ahí es nada! Dueño y señor de la vida de unos cuantos simples mortales –asesinos, terroristas, pero de carne y hueso- levantó el pulgar y les dejó vivir… pero ahora (¡Duda suprema!… no rebaja sino que aumenta su condición de ‘todopoderoso’) cree que tal vez debió matarlos a todos.

Con su confesión, Felipe González se asumió como cerebro principal de los GAL –el terror más monstruoso: el que protagoniza el Estado, que debe velar por todos- y salpicó a su correligionario Rubalcaba, quien participó de aquellos tortuosos manejos.

¡Otra vez ‘dios’ disponiendo de vidas y haciendas! Porque manchando a Rubalcaba está saboteando la ‘marca’ de recambio de su partido. ¿Tan torpe es este ‘dios’ de entre casa que no se ha dado cuenta del torpedo arrojado a la línea de flotación del nuevo gobierno de Zapatero? ¿O es que quiere facilitar la llegada al gobierno de Rajoy, sea por puro resentimiento o por alambicados cálculos acerca de las bondades futuras que acarrearía a su partido el que ahora se produzca una ‘pasada por la derecha’?

De modo que cuando Ratzinger vino a hacer su pasada por España tal vez no valoró que aquí vivía su superior jerárquico. Y qué decir del extraño periplo gallego-catalán de Benedicto XVI… ¿Verá el Papa a estos lugares como el baluarte más tradicional de la fe, el uno, y el sitio donde lo laico emerge con más fuerza, el otro?

El recibimiento popular al Sumo Pontífice permite cálculos opuestos: todavía hay muchedumbres dispuestas a vitorearlo pero son mucho menores que las que atraía el ‘mediático’ Juan Pablo II. Parece que estos choques dialécticos entre creyentes y ‘hombres de poca fe’ enfrentan a dos minorías y que la mayoría vuelve a ser la silenciosa: la que se sigue considerando vagamente cristiana. David Gistau recordó estos días el tópico de que ‘en España sólo se puede ser beato o blasfemo’ y apuntó la novedad: hoy quizás el español predominante es “el que se quedó en casa, indiferente”. ¿Será, realmente, mayoría esa ‘silenciosa’? De eso pueden depender los recorridos políticos de España en el futuro inmediato. Porque los incendiarios que van con sus pequeños mecheros (los que llevaban teas han muerto con el declive del anarquismo) por las redes sociales, los ‘youtubes’  y las cartas de los lectores acusando a Ratzinger de nazi, reclamando un aborto sin restricciones y defendiendo apasionadamente que una pareja homosexual tenga el mismo vilipendiado nombre de las de héteros –‘matrimonio’- … esos, que se mueven como si de ellos fuera el futuro, quizás no sean tan mayoritarios como creen. Algo le estarán diciendo las encuestas a Rajoy, quien, después de tanto tiempo al ralentí, en el arcén, ha salido a la carretera dando volantazos: un día insiste en rechazar que el casamiento de homos constituya matrimonio y advierte que podría poner límites al aborto –sintonizando con el Papa- y otro día anuncia que su número dos será Gallardón, un aparatoso guiño a la parte liberal de su masa de votantes. Estos amagos, tratando de ‘driblear’ a Zapatero, posiblemente han aconsejado al presidente que por lo menos fuera a despedir al Papa.

Pero Zapatero ya no debería estar pendiente de Rajoy sino de sí mismo, prestando más atención a sus propios y constantes errores. Si Felipe González supera al Papa en infalibilidad, Zapatero es su reverso: solo sabe equivocarse. Pero en algo puede exhibir fabulosos poderes: es capaz de sobrevivir a su extraordinario promedio de errores. Algo así como si Fernando Alonso saliera siempre el último y llegara siempre el primero.