La inminencia de la noche mágica de Reyes me lleva a plantear algunas ideas sobre la importancia de la fantasía en la etapa infantil. La magia es el mundo de los niños y de las niñas. Nosotros, los adultos, nos empeñamos a veces, en nombre de una cruel pedagogía, en que no entren en él o de que salgan del mismo cuanto antes a puntapiés. Abogo por alimentar ese mundo de fantasía que se nutre de los cuentos, de las leyendas, de los personajes fantásticos y de algunas hermosas costumbres.
Me gusta la noche de Reyes. Aún recuerdo con emoción la apresurada vuelta a la casa cuando, desde el tejado del convento de las Hermanas Carmelitas de mi pueblo leonés, un hombre con un farol que indicaba el camino a Sus Majestades, decía que ya se avistaba la caravana real. Recuerdo la emoción de los preparativos de los zapatos expuestos ante el balcón, de las generosas vituallas que se dejaban sobre la mesa para que los Reyes repusieran fuerzas y, sobre todo, del sobresaltado despertar que conducía a los regalos previamente solicitados mediante la inevitable carta.
Me gustan los personajes que reparten ilusión y regalos. Papá Noel que dirige un trineo tirado por renos o Santa Claus que deja todo tipo de presentes en las casas de los niños y de las niñas. Algo parecido se puede decir de la caída de los dientes y de las generosas aportaciones del ratoncito Pérez, ese simpático y avispado personaje que habrá almacenado montañas de dientes infantiles. ¿Por qué matar en los niños esas hermosas y divertidas historias de ficción? ¿Por qué eliminar tantos personajes fantásticos que pueblan el universo infantil y lo llenan de magia?
La pena es que haya zonas del mundo instaladas en la pobreza que cuyos niños y niñas no pueden permitirse esos lujos. La pena es que, en otras zonas más desarrolladas, existan esas diferencias abismales que hacen que unos niños tengan exceso de juguetes y otros sólo la noticia de la sobreabundancia de sus semejantes.
Ya sé que todas esas fantasías acabarán desvaneciéndose a medida que vaya avanzando la fuerza de la razón o la contundencia de la realidad. Ya sé que algún niño realizará un doloroso y prematura aterrizaje en el suelo de la vida cuando un compañero de Colegio destroce sus sueños:
– Los Reyes son los padres.
Pero, bueno, habrán vivido una etapa llena de fantasías y de increíbles historias. Tiempo habrá de descubrir que muchos de esos personajes sólo estaban en nuestra imaginación. Tiempo habrá de explicar que muchas de esas amorosas mentiras sólo tenían la finalidad de hacerles más felices.
Nosotros hemos querido incrementar ese mundo mágico en la vida de nuestra pequeña Carla. En el verano pasado había llegado el momento de que se desprendiera del chupete. La pediatra, excelente profesional, mujer pragmática y contundente, nos había dicho que no había que hacerse problemas.
– Llegado el momento, yo tiré el chupete de mi hijo al cubo de la basura. Y sanseacabó.
Pensamos que podía haber otro medio más hermoso, más elaborado y también más fantástico. E inventamos un personaje: el Hada de los Chupetes. Le dijimos a Carla que el Hada vendría a buscar su chupete porque ya era una niña mayor que había cumplido tres años. Ella comenzó a preguntar por el Hada. Cuando viniera a buscar su chupete -le dijimos- iba a dejar un importante regalo escondido en la casa. El sueño de la niña era por entontes tener un patinete que había visto y que pedía con insistencia. Pues bien, el Hada se lo traería.
Un buen día del verano en el que, por cierto, contábamos en la casa con nuestros fantásticos amigos Paco Abril, Ana y su hijo Manuel hinchamos con helio varios globos en el jardín y atamos a los terminales de las cuerdas el chupete de Carla. Una vecina, que vio los preparativos de la fiesta, quiso estar presente e incrementó los testimonios de la mágica ceremonia. Carla sostenía las cuerdas emocionada. Y, al clásico, preparados, listos, ya, abrió su mano y soltó los globos. Los chupetes subieron al cielo y desaparecieron para siempre porque el Hada de los Chupetes se los había llevado.
Luego entramos en la casa. Carla nos precedía en la emocionante búsqueda. ¿Habrá dejado el Hada el prometido patinete? ¿Dónde lo habrá dejado? El salón, la cocina, la terraza… Por fin, apareció el patinete sobre su cama. Con los nervios del momento deshizo el embalaje y comenzó a recorrer pasillos y dependencias de la casa.
Por la noche pidió su chupete. Entendió muy rápidamente la respuesta. El Hada se lo había llevado. Otro día volvió a preguntar por él. Ni una vez más. Ella entendió muy bien que el Hada se había llevado sus chupetes y que ya era una niña mayor que no los necesitaba.
Todavía hoy, cuando alguien le pregunta quién le ha regalado el patinete, ella responde con seriedad: El Hada de los Chupetes.
Paco Abril, querido y habilísimo cuentacuentos, tuvo la gentileza de contar esta historia en La Oreja Verde, famoso suplemento infantil de La Nueva España, el 27 de septiembre de 2008. El emotivo reportaje se titula Carla y el Hada de los Chupetes.
Un compañero de Facultad me dijo al ver el reportaje de La Oreja Verde:
– Ojalá mis padres hubieran ideado una experiencia similar. Porque tiraron mi chupete a las gallinas. Y cuando vi cómo lo destruían a picotazos lloré lo indecible. Y seguí llorando cada vez que lo recordaba. La retirada del chupete fue un trauma para mí.
Brindo hoy esta iniciativa a los papás y a los educadores que se encuentren en la tesitura de retirar el chupete de sus hijos o de sus educandos ¿Por qué no llenar de fantasía la vida de los niños? ¿Por qué no hacer emocionante aquello que puede resultar traumático? Si la idea del Hada se generalizase, podríamos decir al ver un manojo de globos elevarse al cielo:
– Mira, otro niño (otra niña) que ha llamado al Hada de los Chupetes.
Hermosa historia.En mi opinión la fantasía, el lado no estrictamente racional es bueno incluso para los mayores.
(Por cierto, los glogos serían biodegradables, ¿no?)
¡Cuánto necesitamos columnas como ésta! Yo estoy convencido de que los Reyes Magos dejan de venir sólo cuando dejamos de creer en ellos.
Recuerdo la Navidad en que mis hijos mellizos, con ocho años sabían, porque un amigo se los dijo, que Papá Noel eran los padres. Estuvieron atentos a nuestros preparativos nocturnos (todavía quedaba en casa un niño que no sabía) y estaban asombrados de todos los años que pasaron sin darse cuenta y de lo lindo que había sido. Sabiendo, les costaba perderse la magia… Esas horas que trataban de no dormirse esperando ver aparecer los reyes o a papá Noel… esa alegría por las mañanas… Recuerdo aún hoy los gritos entusismados al despertarse y despertarnos, para asegurarnos a nosotros que sí, habían llegado.
La magia es bellísima para niños y adultos. los niños nos hacen, cuando nuestras fantasías desaparecen, disfrutar de las suyas y compartirlo es increíble.
No dejen de poner los zapatos… Quizás pasen…
Mis hijos tienen hoy 25, 24, 18 y 16 años. Vivieron todas las fantasías y disfrutaron de ellas, y nosotros a través de ellos, por supuesto.
Recordamos siempre una anécdota:
Una rata se había metido en el comedor y andábamos tras ella para atraparla mi esposo y mis dos hijos mayores, cuando apareció nuestra niña con sus 4 años y los rulos desparramandos, gritando desde la puerta del dormitorio a voz en cuello:
-¡Por favor, no lo corran, no vayan a matarlo, él ha venido por mi diente!- Todos nos miramos, comprendimos el mensaje tácito y abandonamos la búsqueda, ya habría tiempo para reparar los daños que pudiera causar el ratón. Pero había que salvaguardar la fantasía de Aylén.
La ratita huyó y salvó su vida.
Debajo de la pata de la mesa Aylén encontró sus monedas a cambio de su diente y seguramente hoy la rata está llevando dientes de niños de 4 años.
Uno cree en lo que quiere creer, más allá de cualquier desencanto. Eso nos ayuda a vivir.
Qué fantástico poder saltar de fantasía en fantasía, de sentimiento en sentimiento, de pensamiento en pensamiento, de lógica en lógica, como podemos pasar de piedra en piedra, cuando vadeamos el río de la realidad, que intenta arrastrarnos. Así se han levantado los edificios, mejor dicho, los vegetales humanos de los cuentos, pero también de las ciencias y las filisofías. Es una alegría sentirnos vivos y seguir con la tradición de ser fantásticos y creadores.
Gracias por el “Hada de los chupetes”, que nos has regalado.
¡¡Qué suerte tiene Carla de tener unos papás tan maravillosos!! Gracias por compartir tu historia 🙂
Bravo, Miguel Ángel. Frescura, sencillez, cercanía… Siempre aciertas. Sigo bebiendo de tu pedagogía vitalista. Diego Rodríguez.
Me ha encantado la historia. Ya tendrán tiempo los niños de descubrir la realidad, mientras dejémosles soñar.
Pese a lo bella y creativa que nos parece la fantasía, pienso que la inocencia es la más cruel de todas las formas de ignorancia.
Augusto Comte nos habló hace tiempo de los tres estados: el teológico o ficticio, el filosófico o abstracto y el científico o positivo. Si nos fijamos en el proceso de maduración y conocimientos de nuestros hijos vemos que el desarrollo ha seguido estas pautas: al principio se lo creen todo, después preguntan porque les asaltan las dudas y por último se tranquilizan porque aprenden a argumentar y a darse y conformarse con las respuestas que les resultan positivas.
La inocencia es la falta de conocimiento, pero se cura con el tiempo. Las fantasías tienen su caldo de cultivo y su oportunidad cronológica o biográfica y su fecha de caducidad. De lo que me parece que hablamos es de la oportunidad de la fantasía para aprovechar la ocasión y no causar traumas. Los mayores y jubilados también tenemos fantasías, pero nos las administramos y también por ello podemos aprender de personas que están en el “tema”, como M. Ángel, a saberlas despachar con nuestros pequeños sin gran dispendio moral.
Por último las fantasías tienen su momento, pero cuando las compartimos con nuestros haijos y alumnos pequeños tienen un valor educativo, preventivo y terapéutico de un valor incalculable. Las fantasías no serán verdades ni verdaderas, pero los sentimientos que nos proporcionan, incluso a los mayores cuando las compartimos, son verdaderamente reales y verdaderos.
En primer lugar: me encantan leer todas las semanas cada uno de los artículos. Es todo un placer.
A propósito del presente, apunto: mi primer trauma fue el enterarme de que los Reyes Magos (por aquel entonces no se llevaba Papa Noel) eran los Padres.
Mi primera bronca paterna (que yo recuerde)fue cuando informé a mi padre que sabía que los Reyes Magos eran los padres.
Supongo que a ambos este descubrimiento nos anunciaba el cierre de una etapa y el comienzo de otra.
Coincido en que la fantasía y la magia son fundamentales en la infancia, … y también en la madurez.
Fascinante historia, con tan poco se puede hacer tan feliz a un niño.
Preciosa historia. yo todavía recuerdo la emoción de los dias previos y la misma noche de Reyes, al igual que la fantasía del mitico ratón Pérez.
Si nosotros hemos soñado y hemos vivido con fantasía, hagamos que ellos sueñen también.