Ricard, mis disculpas.

8 Ene

Esta tranquilidad que nos está procurando el Unicaja versión 2023/24 nos trae seguir la racha con otra demostración de juego ante a un rival que debutaba frente a los malagueños, y la sensación de una facilidad a la hora de hacer las cosas que ni mucho menos es normal, pero es que hacerlo habitual, como le ocurre al grupo que entrena Ibon Navarro, desvirtúa el análisis que pueda hacerse.

Como parece que nada ha cambiado, si miramos un poco más allá, nos encontramos con un par noticias de esas que no son de propiedad, pero que influyen, de ésas a las que no se les puede dar de lado.

La entrevista de Sergio Scariolo en el Diario As, en la que hablaba de su futuro más inmediato, la finalización de la carrera NBA de Ricky Rubio, a causa de su salud mental, o el partido de Euroliga entre el Real Madrid y el Anadolu Efes con la victoria de los blancos tras cuatro prórrogas, son cosas que, aunque estén más allá de lo que nos importa, de nuestro Unicaja, requieren atención por nuestra parte.

Lo que pueda ocurrir con el mejor entrenador que ha tenido el Unicaja y la selección de España es algo que sigo con atención, sobre todo, porque su idea necesita renovarse siempre, ni siquiera él es eterno, y mucho más, porque qué se hará con el equipo de todos los españoles el día que el de Brescia no siga, es una duda de esas que ya vi cómo se solucionó en Málaga, cuáles fueron las consecuencias a la larga en todos los estamentos del club, y el coste que terminó teniendo, por lo tanto, todo el éxito a quienes tengan que decidir sobre el tema.

En cuanto al partido entre madridistas y turcos, es complicado añadir más cosas de las que los medios de la capital ya se han encargado de publicitar, que si todos los registros pulverizados por unos y por otros, que vaya mareo viendo la estadística de ambos equipos… no tiene comparación, pero tuve la suerte de vivir una ocasión también extraordinaria, siendo ayudante del añorado José María Martín Urbano en el banquillo del Unicaja júnior, ese equipo jugaba la tercera categoría del baloncesto nacional con chicos de 18 años como máximo ante equipos sin límite de edad, debajo de la ACB estaba la liga EBA, donde estaba el primer filial cajista, y a continuación ese equipo.

Aquel día, vivimos una experiencia única, que fue jugar un partido con cuatro prórrogas, ocasión que al final terminó siendo una victoria, pero que para llegar a ella se perdió y se ganó el partido innumerables ocasiones, hubo oportunidad para tomar decisiones tácticas y técnicas que se pretendían magistrales y que hubo que adaptar a lo que también hizo el contrario, a la eliminación por faltas personales, hubo que traducir la teórica exuberancia física de unos niños para que la inmadurez frente a adultos no resultara un tiro en el pie a la hora de gestionar la euforia y la depresión que aparecían con cada balón en juego.

Alguien dijo por ahí que no había mejor chute de adrenalina que tener la posesión de balón perdiendo de uno y con cinco segundos en el reloj, y es cierto, porque no hay nada más bonito que nuestro deporte.

La otra noticia que ha quedado ha sido el abandono de la NBA por parte de Ricky Rubio con la resolución de su contrato con Cleveland Cavaliers, atrás quedan una docena de años dando lecciones de buen juego en la mejor competición del mundo y casi 700 partidos, un final de carrera al otro lado del Atlántico que se merecía mejor final, lo mismo que nos pasa a todos con lo que se corta por una enfermedad, pero ojalá la persona que siempre ha ido de la mano del jugador encuentre la felicidad que todos hemos vivido cada vez que lo veíamos en una cancha, aunque fuera con el equipo contrario.

Sobre todo esto creo que tendríamos que reflexionar, sobre lo que se ha quemado al paso del tiempo y de todo el peaje que ha pagado la persona Ricard Rubio Vives para alimentar al personaje Ricky Rubio, para llegar al momento actual, ése en el que confiesa felizmente que “está saliendo de un lugar oscuro”, se saltó etapas imprescindibles de su vida, como parte de la niñez callejeando con sus colegas del barrio, pasó una adolescencia leyendo la defensa de Theodoros Papaloukas en lugar de tener un ratito de gloria con alguna compañera del instituto, o vivió la enfermedad y el fallecimiento de su madre mientras veía que ni siquiera la medicina estadounidense -ésa que parece invencible siempre y cuándo pagues una fortuna-, valía para plantarle cara al cáncer que se la llevó.

Se le criticó en su día que fuera del Joventut al FC Barcelona “porque quería estar cerca de su abuela”, como si todos nosotros no tomáramos decisiones pensando en la novia, el colegio de los niños o los compañeros de la oficina, nos pareció mal que no jugara con la selección tras alguna lesión, pero nos convertimos en acólitos acérrimos, totalmente fanatizados cuándo en compañía de Marc Gasol y -cómo no- Sergio Scariolo hizo a un equipo sin estrellas campeón del mundo en 2019. Ahora toma una decisión soberana y de adulto, pero lo que más nos duele es el motivo, no tengo idea si jugará en otra liga, sea profesional o en alguna cancha de El Masnou dónde nació, haga lo que haga, sólo espero que sea un paso más a recuperar ese porcentaje de felicidad que tantas veces nos ha dado, porque como he puesto un poco más arriba: no hay nada más bonito que nuestro deporte, no hay nada más bonito que el BA-LON-CES-TO, y no es justo que en algún momento, por nuestro disfrute, se le haya procurado cualquier tipo de sufrimiento.

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