La ilusión del primer día.

18 May

Tras haber estado fuera de estas páginas un tiempo, confieso que me hubiera gustado haber vuelto con el clásico «decíamos ayer…» pero esta situación que vivimos, deja fuera de toda lógica cualquier planteamiento, aunque nos está poniendo delante de todos algo que ya sabíamos: que con viento a favor, todo el mundo va feliz y sonríe, y que en los momentos complicados es cuándo aparecen las carencias de cada uno.

Y vale que todo esto es nuevo, que ni en esas situaciones distópicas que nos planteaban Philip K. Dick o Margaret Atwood podíamos imaginarnos todo lo que tenemos encima, pero todos aventurábamos que los presuntos inútiles, los presumiblemente tontos o los simplemente locos lo corroborarían, aunque quizá no pensábamos que fuera tan rápido y de una forma tan incontestable.

Con las cosas normales fuera de la dinámica habitual, teniendo que pensar cómo adaptarnos a lo que la salvaguarda de la salud nos viene imponiendo, tirar de nostalgia es una de las opciones más recurrentes. Hemos recuperado partidos antiguos, un servidor ha usado esta época de alteración para hacer proselitismo y recomendar encarecidamente a mis hijos la visión de todos los enfrentamientos históricos que se pueda uno imaginar, recuperando gracias a canales de Youtube, Teledeporte o Movistar+ auténticas joyas que a buen seguro, todos los frikis de nuestro deporte hemos consumido estos días.

De obligado cumplimiento ha sido recordar la final ACB de la temporada 1994/95, aquel año en que nuestro Unicaja llegó tan cerca del cielo que, no sólo aquí en Málaga se pensó que cualquier cosa era posible con vestir de verde y que una derrota se podía rentabilizar tanto convirtiéndose en todo un éxito.

Hoy, día 18 se cumplen 25 años de aquel lanzamiento de Michael Ansley que se estrelló en el aro de Ciudad Jardín y que se marcó para siempre en el recuerdo de todos los aficionados malagueños. Para los nuevos, fue creer que la vida siempre iba a ser maravillosa; para los que ya teníamos algunas temporadas de veteranía en las gradas malagueñas, fue asomarse a un grupo de privilegiados que habitualmente desdeñaba a los equipos de la clase media, como por aquel entonces era el Unicaja.

La historia posterior es conocida por todos, la época anterior, tan entrañable como complicada de recorrer (los medios no eran tan abundantes como ahora). Ahora, por otros motivos, tan inauditos como poco conocidos, en un momento que el equipo de Los Guindos había juntado una base de jugadores jóvenes y en gran parte nacionales que generaba una ilusión y una identificación como hacía tiempo que no se daba, se vuelven a tener dudas. Aunque no sea algo exclusivo de aquí, sino que plantearse cualquier cosa sobre los rivales, ya sea en España o Europa, y pensar siquiera en adivinar la forma adecuada de hacer las cosas es complicado, porque la incertidumbre es lo que domina el presente y el futuro inmediato.

Lamentablemente, de las noticias que hemos tenido del club malagueño, aparte no haber realizado ningún ERTE a sus asalariados, o de las gestiones puramente deportivas ya hechas (que son las que terminan importando entre la masa social), no podemos olvidar la torpeza en la gestión de esta crisis actual con los abonados, alineándose con no saber qué se va a hacer (normal con lo que se está viviendo), pero dejando claro que lo que no se va a hacer es devolver importe alguno de los abonos, pese a que un tercio de la temporada no se va a disfrutar.

Es muy complicado evitar las comparaciones con otros equipos como Baskonia o Valencia Básket y pensar con toda la razón que el trato dispensado es sensiblemente desfavorable, y es una pena, porque si lo que se quiere es volver a ser grande, lo fácil para quien dirige hubiera sido empezar por los pequeños detalles, pero ese aspecto parece imposible de mejorar en nuestro club.

Desde luego es complicado pensar si es mejor descontar los partidos que no se van a jugar ahora o en una rebaja para la temporada próxima, sobre todo porque el curso 2020/2021 está en el aire y cualquier cosa que se hable del mismo es una apuesta arriesgada, pero no calificar de sopapo a la afición la famosa comunicación a los abonados, sería quedarme muy corto.

En este tiempo tan extraño, yo mencionaba la nostalgia, leí por ahí que un exceso de ella conduce a la depresión, y la verdad es que hemos tenido que tirar de las mejores intenciones, los mensajes más motivantes y la mejor de las actitudes para mantener el ánimo y afrontar el día a día.

He mencionado efemérides, rarezas, nostalgia e ilusión, y tal día como hoy, hace la friolera de diez años que publiqué mi primera columna en esta casa, para mí sigue siendo inimaginable creer que iba a tener la confianza de un medio de comunicación y que gente con mis mismas pasiones iban a leer lo que yo escribiese en él. Se han quedado por el camino personas muy importantes para mí, a los cuales echo de menos casi a diario, y por suerte sigo teniendo la misma ilusión que el día aquel que recibí esa oferta que no pude rechazar de Emilio Fernández y Fali Guerra en la que me proponían escribir «lo que me saliera del teclado», tan fácil y tan complicado, pero tan ilusionante que es uno de los motores de mi vida, no tanto como Inma, que es imprescindible desde antes de ese primer día y sin la que no me imagino el resto.

Muchas gracias a todos, hacer esto es un honor y una responsabilidad, pero sobre todo es un placer.

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