Merecemos sobrevivir.

17 Mar

Sin remontarme mucho en el recuerdo, la vez anterior hablaba del Unicaja, de los problemas de las lesiones, de las dudas, de la complicación que suponía tener dos plantillas diferentes, mucho mayor que esa dificultad de tener pocos jugadores para hacer frente a la temporada. Todo eso se ha quedado en nada, simplemente en nada.
En poco menos de cinco días todo se precipita, es más no sé qué será historia o qué será ficción para cuándo esto que escribo vea la luz, porque la vida tiene muchas cosas más importantes que las banalidades que se nos puedan ocurrir, y así, de golpe piensas que tienes que hacerte mayor y madurar, como aprendíamos antes, por obligación y tenemos que lidiar con una situación que no teníamos prevista y que tenemos que sacar adelante.
Mientras el debate interno está en qué hacer, cómo atender todo lo que ocurre en nuestro entorno, lo único cierto es que tenemos que demostrar que somos capaces de atender a lo que está pasando, dejar de lado lo superfluo y ser tan disciplinados y obedientes como solidarios y trabajar todos en el mismo sentido para poder sacar este problema adelante. Un problema para el que no tenemos manual de instrucciones y para el que no estábamos preparados.
Quizá tenemos que obviar la lógica crítica hacia los que nos dirigen, dejar de lado las ganas de vomitar improperios que nos da cada vez que un representante público habla, haya sido votado o no por nuestra parte. Lo que tenemos que hacer es recordar la actuación de cada uno cuándo nos toque volver a ir a las urnas, pero la responsabilidad que tenemos individual y colectiva pasa por evitar en la medida de lo posible el contagio y si éste llegara, la propagación del mismo.
No es tiempo de pensar cómo nos vienen las decisiones que toman los que mandan, si echamos de menos la Liga ACB o si estamos dejando pasar una oportunidad única con el aparente aplazamiento de la Eurocup, es más necesario ver cómo ayudamos para no colapsar la sanidad pública, que es a la que recurrimos cuando ocurre algo grave, y no sólo estoy pensando en este caso totalmente inesperado y excepcional, sino también recordando enfermedades importantes que han podido ocurrir en mi familia u otras personas cercanas de mi entorno.
Ya que no puedo acercarme a aventurar qué va a ocurrir ahora o más tarde y qué consecuencias vamos a tener que soportar, lo único que creo que podemos hacer es agradecer a todos los que siguen en la brecha, sean sanitarios que nos atienden en la enfermedad, transportistas que nos aseguran seguir contando con los suministros que necesitamos para vivir en las tiendas y supermercados, policías y militares que velan por nuestra seguridad o empleados de las empresas que siguen abiertas y que exponemos nuestra salud y la de nuestras familias por el mero hecho de seguir atendiendo al público.
Que cada uno eche una mano en la medida de sus posibilidades, aportando desde el puesto de trabajo, ya que cuento con que los directivos de nuestras empresas pongan todo de su parte para cuidarnos tanto a empleados como a usuarios o clientes y que el resto del tiempo, cuando estemos en casa, disfrutemos de la familia, de una copa y su charla correspondiente con nuestra pareja y seamos conscientes de lo bonito que es un libro, una película o algún partido grabado que tengamos por ahí.
Resumidas cuentas, ahora mismo, a resistir, porque tenemos que estar preparados, sobre todo porque cuándo acabe -que acabará, seguro-, el sobrevivir a esto nos va a poner más arriba que oyendo el clásico de Mónica Naranjo, nosotros tenemos que disfrutar de un premio muy grande, nuestra vida, nuestras amistades, tenemos tanto bueno a nuestro alrededor que seguro que vamos a valorarlo mucho más, por eso hay que ser duros y solidarios ahora, nos está esperando lo mejor de todo: volver a disfrutar de nuestra vida y de todas las ilusiones que tenemos pendientes. Nos lo merecemos.

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