FRA-CA-SO

16 Sep

Y bien, se acabó todo y se acerca la Liga ACB. Se fue la gran oportunidad de cerrar con un broche de oro la gran apuesta que realizó en su día el baloncesto español desde la Federación Española.

Todo el mundo sabe que esto no ha salido bien, y lo lamentamos. Honestamente, creo que va a resultar más que complicado encontrar una ocasión para llegar tan arriba como esta generación merece, tan sólo igualarlos va a ser muy difícil.

Se ha escrito y va a seguirse haciendo sobre las causas y los culpables del fracaso sin paliativos que ha supuesto la eliminación de España. Sobre las causas que produjeron esta debacle, creo que si empiezo a poner motivos, me va a bastar con párrafos que ya se han leído en estas páginas, algunos escritos por mí mismo en momentos que todo iba con el viento a favor, así que no me pongo repetitivo y voy con otras cosas.

¿Los culpables? Durante el partido contra Francia, los espectadores, ya fuera en las gradas o a través de las redes sociales se cobró la primera pieza: la del seleccionador Juan Antonio Orenga, como siempre el eslabón más débil de la cadena, pero en ningún momento, desde que tomó las riendas del mejor grupo de jugadores de la historia del baloncesto español, ha sido una elección que se haya interpretado acertada y no se han adivinado más motivos a favor que ser un empleado de la FEB que tenía que hacer buena esa idea no escrita, pero defendida en la práctica más de una vez por su artífice: el grupo es tan bueno que no necesita un entrenador que lo lleve.

Aunque los jugadores no están inmaculados, como consecuencia de esa idea se ha señalado también como culpable al presidente federativo, no me parece extraño, lo que me parece es justo, la situación del dirigente pacense ha sido una continua ascensión desde que llegó a la vicepresidencia de la FEB en 1998. Aunque llegó a la cima en 2004, lo cierto es que desde que Ernesto Segura de Luna lo incorporó tras ganarle las elecciones en 1996, era quien de facto llevaba las riendas del ente. Viendo la trayectoria de Sáez, la situación actual ha de extrañarle, más que acostumbrado a tener sobre él los focos, y con una nutrida cohorte de medios que hacen de su profesión el aplauso al presidente, ahora, estar señalado como uno de los responsables del desastre no ha de venirle bien, porque los protagonistas habituales, esa especie que está feliz siendo la novia en la boda, o el muerto en el entierro no respiran adecuadamente cuando alguien murmura que la de blanco no es tan buena muchacha, o que el difunto tendría llevar descansando en paz varios años.

Sobre esto, no sé si alguien que ha conseguido que su parcela meramente presidencial sea considerada como brillante, sobre todo en el plano económico (con la que aún sigue cayendo parece que es lo único que importa ahora), ha de marcharse de inmediato. Lo que sí que no está bien ahora, y tampoco lo estaba antes, era esa capacidad multidisciplinar que manifiesta perpetuamente Sáez sea como presidente, director deportivo, jefe de prensa, portavoz o community manager del baloncesto español, por encima de equipos, jugadores, árbitros o patrocinadores. Es algo que ya lo dice el sabio refranero español: zapatero a tus zapatos.

Tengo muy claro que la normativa ACB -ya debatiremos si absurda o no- reduce la baraja para elegir, pero la primera manifestación que recuerdo como tal es de hace mucho tiempo, cuando Moncho López dejaba la selección tras quedar finalista en el Eurobásket de Suecia en 2003 y teniendo en puertas los Juegos Olímpicos de Atenas. El entrenador gallego sorprendió a todos cuando firmó por un equipo no considerado de los grandes, el Breogán, entonces se colocó en su lugar a un técnico, Mario Pesquera, el cual, aunque tengamos un gran recuerdo en Málaga, llevaba tiempo fuera del grupo considerado como importante. Ahí es cuando el que manda transmite que lo importante no es el entrenador, alguien me puede decir que con las figuras de Aíto García Reneses y Sergio Scariolo no fue así, pero sólo hay que recordar lo que resultó la llegada de ambos al tener contrato con clubes, y la pantomima representada con los compromisos hasta tal fecha mientras ya ejercían de entrenadores en su destino posterior, algo que sin ir más lejos se ha repetido este año con Sito Alonso, ayudante de Orenga.

El lenguaje no verbal transmitido por Sáez, es lo que ocurre con esos políticos que actúan como si la elección de cuatro años fuera carta blanca indefinida, que el ente que dirige es suyo. Ahora necesariamente la arrogancia y la prepotencia tan habitual en los modos y las formas han de pasarle factura, porque si bien la gestión económica que se ofrece públicamente está ahí y las cifras -cuadrando- son incontestables, el tema deportivo incluyendo categorías de base tiene el valor que tiene, porque sobre los equipos inferiores me pasa lo mismo cuando tal o cual club queda campeón de España, ¿de qué sirve aparte de engordar el currículum? ¿cuántos jugadores llegan a la élite? ¿cuántos se quedan por el camino y son juguetes rotos?

El mayor de los éxitos de la ÑBA (espero que se entierre la denominación) fue en 2006 en Japón, entonces Pepu Hernández, que terminó marchándose por no comulgar con el plenipotenciario Sáez hablaba de BA-LON-CES-TO, en mayúsculas y reclamando el respeto del resto de la sociedad sin chulería y sin mirar por encima del hombro a nadie. Ahora, y tras años de actitudes de “esto lo pago yo”, y muy en la línea de esta bendita España, no se marcha nadie, el verbo dimitir que lo ejecuten otros, además con autocomparaciones activas con Vicente del Bosque, Fernando Alonso o Rafa Nadal y al hilo de su jefe, el amor propio del todavía seleccionador está tan blindado como la pensión de un ministro. No voy a pedir que nadie abandone su puesto de trabajo, es más lo que quiero es que la gente que no tiene lo encuentre, pero en el caso de los dos cargos más visibles de la Federación Española de Baloncesto, la presidencia y el seleccionador si esta crisis de gobierno no se los lleva por delante, es porque voy a tener que pensar que efectivamente, la FEB es algo de propiedad privada, y para nada de todos nosotros. Lamentable.

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