El Partenón sigue siendo maravilloso

15 May

Más allá del triunfo que significa para el malaguismo la clasificación para la fase previa de la Champions de la temporada próxima (felicidades a todos), está claro que el triunfo en la Final a Cuatro de Estambul del Olympiacos es una de las grandes sorpresas de esta temporada o la que más, ya se verá.

Es una de las ocasiones en las que echo de menos apostar en el tema deportivo, pero no me he movido nunca por ahí y seguro que hubiera perdido, como la gran mayoría. Sobre todo porque muy pocos, sólo los más acérrimos, tal vez sin salir de El Pireo, hubieran dado un euro por los rojiblancos.

Está claro que de los cuatro contendientes del Sinan Erdem, los de Dusan Ivkovic eran los que tenían el plantel de menos relumbrón, compararlos con Panathinaikos y sobre todo con Regal FC Barcelona y CSKA Moscú hacía que quedasen desdibujados demasiado pronto.

No hubiera sido descabellado establecer paralelismos entre la caída cierta y reconocida de Grecia, junto a la de sus dos equipos representantes. La grandeza anterior vivida por los helenos quedaba más en la memoria que en el presente, aunque los del antiguo puerto de la capital ya habían dejado la vitola de equipo grande del continente con su triunfo en el play off ante Montepaschi Siena, que tenía ribetes de sorpresa, por haber dado casi todos por favorito a Pianigiani, McCalebb y compañía. Ahora que el cambio del baloncesto continental asalta a casi todos en forma de crisis, el final de una época dorada ha tenido a dos campeones griegos cuando el derrumbe allí es casi generalizado.

En una competición demasiado densa y con momentos para maldecir en voz alta al que inventó el scouting, la caída inicial de Panathinaikos (anterior campeón y con el entrenador más determinante) requirió que el CSKA (quizá de los más talentosos de los cuatro que llegaban) tuviera que dejar de lado la «ingeniería» para recurrir más bien a los «zapadores», para rebajar, dinamitar y destruir a los de Obradovic, a los que no les valió todo el denodado esfuerzo puesto sobre la cancha.

La sorpresa vino de la mano de los campeones, que minimizaron al más completo de todos. El FC Barcelona Regal quedó como un equipo demasiado vulgar y resultó impropio depender tanto de Navarro y Ndong, entre los de Pascual había mucho más talento, pero quedó demasiado desperdiciado, o quizá para mejor ocasión entre jugadores que parece que no llegaron a Estambul.

Más allá de todo lo malo que se puede decir para el gran público de un torneo en el que la mayor anotación son los 74 puntos de los catalanes en el partido «innecesario» (Jasikevicius dixit), la final no desmereció, a pesar de que ambos equipos firmaron el peor cuarto en anotación de la historia de la Final Four moderna.

Pero más allá del resultado, lo observado en los cuarenta minutos fue una reivindicación de lo que puede hacer un grandísimo entrenador (Ivkovic) con un grupo que enarbole la actitud como seña de identidad. Muy lejos de los planteles de antes, sólo con una gran estrella (Spanoulis), pero oficiando de tal, no como los que estamos acostumbrados a ver por aquí y «apadrinando» a jugadores que han sido mejores al lado de ambos, no ha importado que hubiera extranjeros mediocres o hasta tres jugadores del año 90 entre los importantes en la rotación, recuperar diecinueve puntos al CSKA en doce minutos es muy grande. Tal vez si hubiera dicho que hasta Papadopoulos llegó a jugar la final hubiera podido ahorrarme gran parte de lo escrito.

Una vez confirmado que Giorgos Printezis no tiene hermanos gemelos que hubieran estado de turismo por Málaga vestidos de verde, el ejemplo de Olympiacos y anteriormente de Panathinaikos podría servir para tomar nota, por el papel capital jugado por un entrenador con el umbral de la ambición casi tan alto como el de su prestigio, algo complicado de encontrar, y sobre todo de conjugar con las limitaciones del club, algo que resulta más común de lo que parece.

PD: Aparte de felicitar a toda la familia malaguista, ahora que los días de vino y rosas tienen color blanquiazul, quiero acordarme de Chiky, Paco y Jose, porque tantas tardes en La Rosaleda con fútbol de Tercera, Segunda y angustias en Primera sirvieron para hacer nuestra amistad más fuerte y sobre todo más divertida. Sólo por los recuerdos, merece la pena haber estado con ellos allí.

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