En el verano de 1860, el señor Roger Button corrió hacia el hospital contento por el nacimiento de su hijo. Se trataba de la Clínica Maryland en Baltimore, algo reservado para familias económicamente muy solventes. Mientras se acercaba, deseaba que su vástago fuera un niño, para poder enviarlo a la Universidad de Yale. Al Yale de verdad, quiero decir, no como el Harvard ese a pocos kilómetros de Pozuelo.
Pues bien, horririzado, al igual que todo el personal de la clínica, el señor Roger Button iba a comprobar que a su hijo le colgaban los pies de la cuna y que había nacido con 70 años. Le llamó Benjamin.
Así comienza El curioso caso de Benjamin Button de Francis Scott Fitzgerald. Y así comienzan también los nuevos liderazgos en los viejos partidos.
Socialistas y Populares, los Button de la política española, se renuevan con la garantía de que nada cambie. Para eso buscan a sus elegidos en el interior de la pirámide. Abren el siguiente sarcófago de la fila, para evitar que al nuevo jefe de filas le haya dado el aire de la calle.
Esto no es casualidad. El establishment se organiza. El bipartidismo se protege. Han decidido que hasta aquí hemos llegado. Se han cogido de la mano para expulsar a los nuevos. Qué se han creído estos nuevos que quieren cerrar diputaciones, si son de lo que vivimos en las provincias. Qué se han creído estos nuevos que quieren quitar los aforamientos; estos adanistas que quieren que nos juzguen los jueces que juzgan a todo el mundo. ¡Y quieren que los jueces no sean elegidos por los políticos! ¡Y que se acaben los dedazos y se ponga a gente de carácter técnico y no político al frente de las instituciones públicas! ¡Y que el Fiscal General del Estado sea votado por el Parlamento y no por el Gobierno! ¡Y quieren que los votos de los españoles valgan lo mismo cambiando la Ley Electoral! En fin, no le queda más remedio al bipartidismo que cargarse a los nuevos.
El PP y el PSOE han elaborado una coreografía en la que danzan en círculo simulando un enfrentamiento que contente a su electorado, pero no vayan a hacerse daño o a romper la pajita con la que sorben del bote. Que el enemigo son otros.
Antes de que Pedro Sánchez aglutinase a todos los nacionalistas y populistas para una moción de censura, el PP dijo a Ciudadanos que aprendiesen a ser tan leales como el PSOE. Durante la moción de censura, Pedro Sánchez deseó al PP que se rearmase y recuperasen su espacio. Yo no creo que el PP sea un partido corrupto, dijo. El PP durante la moción de censura centró sus ataques más duros en Ciudadanos. El leal Sánchez atacaba a Rivera y el PP aplaudía. Terminada la moción, el PP y el PSOE atacaron a Ciudadanos. Estos tienen que desaparecer del mapa, que nos cierran el chiringuito, sería la idea que sobrevolaba Génova y Ferraz.
El PP eligió a un candidato que lo primero que ha dicho es que aspira a volver al bipartidismo y que hay que terminar con Rivera.
Mientras, Sánchez, coloca con sueldos del Estado y al frente de sus instituciones más importantes a amiguetes que le aseguren el control político de las mismas. Y lo que es peor, que en absoluto aseguran una buena gestión de las mismas: el CIS, Adif, Cetarsa, Correos, Puertos del Estado, Enusa, Paradores de Turismo, Loterías del Estado, Red Eléctrica, Aena, Renfe, Sepes, el Instituto Cervantes, la SEPI y un nefasto y costoso etcétera. El PP lo asume encantado. No en vano, es el turno del PSOE. En el PP van pensando en quiénes pondrán ellos cuando toque.
Ciudadanos ya ha pedido comparecencias a algunos de estos dedazos para que expliquen qué experiencia tienen para los cargos. Veremos qué hacen los demás.
Mientras, Casado y Sánchez, PP y PSOE, Button y Button, votan juntos en contra de suprimir los aforamientos en Andalucía como ha propuesto Ciudadanos, votan juntos en contra de cambiar la Ley Electoral como ha propuesto Ciudadanos, votan juntos en contra de que el Fiscal General del Estado no sea el Fiscal del Gobierno, como ha propuesto Ciudadanos…
El Button del PP quiere volver al bipartidismo. Quiere que la gobernabilidad de España dependa siempre del PP o del PSOE más algún nacionalista. Eso sí, en su coreografía hará aspavientos contra el secesionismo y demás. Pero no tocará la Ley Electoral que haría a todos los españoles iguales. Porque tocarla haría perder escaños a PP y PSOE.
El Button del PP, dice que el PP ha vuelto. En referencia al PP del Majestic, que entregó decenas de competencias a Pujol para que pudieran empezar a pertrechar el golpe a cambio del Gobierno. Ni se pensó en la posiblidad de pactar con el PSOE. Mejor Pujol.
El Button del PSOE desea que el PP se recupere, mientras, pone el Gobierno de España a los pies de los caballos, dando aire a los golpistas y encargándose de sellar las vías de aire fresco que pudieran contaminar el rancio aroma a naftalina que custodian Button y Button de forma alternativa.
Porque Button y Button, tan preocupados de España estaban, que por no ponerse de acuerdo, llevaron a las urnas de nuevo a los ciudadanos para que se pensasen mejor lo que habían votado. Button y Button en su danza de la permanencia, obedeciendo a su genoma común de parásitos del Estado, se han puesto de acuerdo en que hay que terminar con esos nuevos advenedizos que quieren que España prime ante Génova y Ferraz. Con lo que ha costado montar todo el tinglado.
Porque Button y Button mantendrán las urnas ocultas, mientras no estén seguros que el resultado de las mismas garantiza la pervivencia del sistema gorrón donde la patria es el partido.