El pacto entre el PSOE y Ciudadanos constituye en este momento político de la vida política nacional un fulgor en la quimera de la investidura de Pedro Sanchez como presidente de Gobierno y desde luego, en la difícil incógnita de la gobernabilidad de nuestro país. Es una posibilidad tan incierta, que el fulgor puede muy posiblemente transformarse en la cernudiana desolación de la quimera ante el fracaso de alcanzar la mayoría suficiente para la investidura. Sin embargo, el 3 de marzo sólo termina el primer acto. Recordemos que el 5 de mayo es el final de la representación y sólo desde ese momento comenzaría, en caso de no haber presidente ni gobierno, la convocatoria de nuevas elecciones. Cómo la aritmética parlamentaria es imprevisible establezcamos una fenomenología provisional de los pactos.
1.Los que son menos hacen más por los pactos pero desde el centro.
No cabe duda, que el nuevo juego político se juega en el centro y, paradójicamente, son los partidos que quedaron en segunda posición los que están teniendo un papel protagonista. El PSOE porque aunque teniendo sus peores resultados, obtuvo un resultado clave para ser deseado en todas las combinaciones e incluso protagonista, si el PP no obtenía éxito para formar gobierno. Ciudadanos se ha mostrado siempre el partido bisagra, y protagonista de coaliciones, habiendo superado sus desencuentros con el PSOE. La ideología les diferencia pero les une su diagnóstico sobre las reformas económicas y la regeneración democrática, así como Cataluña y su posición sobre la reforma de la definición territorial del Estado.
2.Mientras los ciudadanos quieren pactos, los políticos no tanto.
Los ciudadanos valoran positivamente los pactos y este acuerdo PSOE y Ciudadanos también. Curiosamente, la mitad de los votantes del PP (50%) y de Podemos (56%) piensan que sus formaciones deben dar vía libre al pacto, absteniéndose o incluso votando a favor en el debate de investidura. Por el contrario, los dirigentes de ambos partidos rechazan esta posibilidad. Incluso Pedro Sanchez tiene la resistencia de algunos dirigentes, sobre todo, por el tema de la supresión de las diputaciones provinciales y, a la hora de escribir estas líneas, busca el refrendo de la militancia para el apoyo del pacto.
3. Ser el primero no vale siempre a no ser que cedas y te regeneres.
Sabemos que el primero es el que debe intentar formar gobierno pero es evidente que debes hacer concesiones. El PP no ha sabido ver esto con claridad. Rajoy parece haber jugado a esperar y dejar que el contrario se agotara para salir reforzado en unas nuevas elecciones. Según ha ido pasando el tiempo, y han estallado los casos de corrupción en Madrid y Valencia, se va viendo cada vez más claro: ser el primero sólo vale si cedes, te regeneras y dejas que lo haga otro. Rajoy parece un líder incapaz de gobernar y regenerar este país cuando resulta poco verosímil que pueda regenerar su propio partido.
4. Las alianzas naturales tienen posibilidades si se cede en aspectos importantes y se quiere renovar de verdad un proyecto político común.
El intento de una alianza de izquierda no ha sido posible por motivos estratégicos y de espacio político. Ante una fragmentación de la izquierda como la que se ha producido, el espacio político del PSOE es la de una socialdemocracia en busca de un proyecto político para el siglo XXI en una España en crisis, mientras que Podemos tiene la posibilidad de vertebrar la izquierda no socialdemócrata en nuestro país pero, al mismo tiempo, quiere ocupar su espacio y realizar el sorpasso. Evidentemente, son más competidores del espacio de la izquierda que posibles aliados y de ahí unas declaraciones y negociaciones llenas de desencuentros. La ideología y el eje izquierda-derecha sigue siendo, sin duda, importante para sus votantes y, desde luego, para los militantes de estos partidos.
Así, el primer acuerdo nos lleva al fulgor de una quimera y a una fenomenología de los pactos. Imprevisibilidad y cambio. Lo que nos pasa.