Cuando lean esta columna, será domingo y día de elecciones municipales y autonómicas en este país. El 24 M elegiremos alcalde o alcaldesa en Málaga y de lo que pase en esas elecciones locales andaluzas dependerá la posibilidad de ese difícil pacto que debería permitir el gobierno en nuestra autonomía.
El Sur empezó a ser principio y espejo político del devenir del sistema político español: Del bipartidismo al multipartidismo moderado de cuatro partidos y de los gobiernos de mayorías estables a la necesidad de una cultura de pactos. El qué, el cómo y el dónde adquieren una especial interés en el mapa electoral a partir de mañana. Los sondeos han sido muchos y esta vez parece difícil predecir con exactitud lo que va a pasar.
La crisis está cambiando nuestra economía, nuestras vidas y nuestro modelo social pero también nuestra democracia y nuestro sistema político. Vivimos en una tensión entre la democracia vivida y la democracia soñada pero el cambio se va a edificar en reformas y políticas resultado de pactos. La cuestión es si esto nos lleva a una posdemocracia o, si por el contrario, salimos con la democracia regenerada que tanto necesitamos.
Ante esta situación, el despiadado realismo político puede dar lugar a desencanto, ese viejo conocido de la democracia española. Contra el desencanto no conviene olvidar que aunque caminemos por el complejo y tortuoso camino de lo posible, éste se edifica sobre la senda de lo imposible. Esa era la conclusión de Max Weber en su obra La política como profesión cuando afirmaba que “es cierto, y toda la experiencia histórica lo confirma, que lo posible no se lograría si en el mundo no se intentase una y otra vez lo imposible”. Recuerden esto, si quieren, cuando vayan a votar hoy. Al fin y al cabo es domingo y hay elecciones. Es la fiesta de la democracia.