Como en una novela de Dumas, 18 años después, los terrenos del Campamento Benítez son devueltos a la ciudad. Hoy se firma el protocolo
Las cosas de palacio van despacio. Quevedo y Cervantes sufrieron en carne propia esa lentitud pasmosa. En tal sentido, España no ha cambiado. Este es un país reacio a los cambios. Aquí se inventó la burocracia moderna, antes que en la Inglaterra colonial o en la Francia de la revolución y Napoleón. Las venas por donde circulan los trámites se llaman administración pública. En realidad un laberinto donde al final no está el Minotauro. Si es que se llega a la meta, se encontrará a un funcionario que remitirá el asunto a otro nivel. Paralelamente se inventó la paciencia, pero hasta ahí llegó nuestra capacidad inventiva.
Aquí la cuestión parecía sencilla, que se devolviera al uso ciudadano malagueño unos terrenos que la ciudad había cedido en préstamo a las Fuerzas Armadas, allá por el año 1924. En desuso desde 1995, la tramitación parece que llega a su fin hoy, tras 18 años de papeleo insufrible. El terreno, desde luego, no se ha movido de su sitio. Le han crecido matojos, sobrevuelan mosquitos en las charcas lluviosas; territorio propicio para el pinchazo de los desamparados de la vida. Una tierra de nadie, olvidada en el olvido de los habitantes de una ciudad sin zonas verdes apreciables. Pero la firma de hoy no acaba con el proceso, no, ahora se inicia otra etapa con la administración territorial andaluza, el huracán Benítez no ha perdido fuerza.
El traspaso del terreno viene en muy mal momento. No hay dinero para que el Campamento Benítez se convierta en parque público. Como ya escribimos hace unos dos años, el desencuentro se tropieza, una vez más, con el presupuesto para acondicionar el terreno. La cosa va de nomenclatura, como no. Si se acuerda que sea un Parque Urbano, la responsabilidad de acondicionarlo y mantenerlo es exclusiva del Ayuntamiento de Málaga, pero si se le bautiza como Parque Periurbano o Metropolitano, la Junta de Andalucía tendría que rascarse el bolsillo y contribuir a la par con el Consistorio. Como diría Cantinflas, ‘ahí está el detalle’. Como en un cuento borgiano, el laberinto institucional se enrosca sobre sí mismo en estos recovecos interminables.
El alcalde, Francisco de la Torre, un optimista sempiterno, acaba de anunciar que el proyecto de rehabilitación del ‘Benítez’ tendrá prioridad y estará listo para su uso público a mediados del año que viene. Se dispone de un millón de euros para poner en marcha el nuevo parque. No parece mucho dinero, ya que estamos hablando de 28 hectáreas (280.000 metros cuadrado) – recordamos que en rehabilitar los jardines de ‘Pedro Luis Alonso’ el Ayuntamiento invirtió medio millón de euros, un parque anejo al edificio del Ayuntamiento y de proporciones muy menores en comparación–. Es previsible que el presupuesto para convertir aquel erial en un parque verde de verdad, sólo alcance para los retoques más imprescindibles. No hay que esperar un Central Park. Ni tampoco el concurso de entidades privadas, práctica desconocida y satanizada en España, véase el intento fallido de los Baños del Carmen, empantanado, igualmente, desde hace décadas y ya cayéndose a pedazos.
El primer edil cuenta con la comprensión de la administración autonómica, ya que el terreno linda con otros municipios (Torremolinos y los del Valle del Guadalhorce), para que se comprometan en esas obras y, sobre todo, con el mantenimiento posterior y permanente. Los más probable, conociendo la vocación pugilística de estas dos administraciones, es que el parque entre en otra etapa de dilación. En una ciudad, plagada de niños y jóvenes, sin zonas verdes amplias, sería de agradecer que no haya que esperar otra década para disfrutarla.
Las alegrías nunca vienen completas en esta ciudad apacible y castigada. Completar un proyecto se ha vuelto una tarea prometeica. Sin dinero fresco las ideas se congelan, se revuelcan, se espesan y la maquinaria se detiene, se atasca, se ralentiza aún más si cabe. Una administración empobrecida que depende de otra más pobre todavía. El parque, finalmente, se inaugurará indigentemente, en el mejor de los casos, como un reclamo del voto nuevo para 2015, mejor cerca de la memoria que se remueve al calor de las urnas.
Existe la Figura de Parque Metropolitano donde la Junta de Andalucía financia el coste. Convendría mirar alrededor: Parque del Alamillo en Sevilla no costó ni un duro a los sevillanos.