No está en vías de extinción, sino que aumenta su especie. Su deporte favorito es maltratar a sus mujeres. En lo que va de año han crecido un 15% las agresiones en Málaga
La noticia de los agresores a mujeres es un goteo periodístico que no cesa. Es una contabilidad del terror, que emerge cuando la víctima es un cadáver. Se dan historias de años de tortura psíquica, moral y física, que afloran a la luz pública cuando es demasiado tarde. Y aunque una llamada secreta puede despertar una alerta salvadora, muchas mujeres no utilizan esa vía. El terror inmoviliza las mentes. Los daños colaterales se llaman hijos, casi siempre menores de edad. La punta del iceberg se apellida Bretón.
Esta situación se enmarca dentro de la crisis general de valores. Se impone una reeducación de los agresores confesos y, por supuesto, de todos los que potencialmente podrían serlo. No es fácil, pero la educación comienza en las escuelas. En esos centros, niños aún, acosan a sus compañeras, como un juego, cosas de chicos; pero es ahí donde esas semillas florecen al calor de la desigualdad y cuando es el minuto de afrontar esos signos para que no crezcan como algo impune.
Hay que negarse a pensar que esto de la agresión masculina sea una cosa de ADN ibérico. Algo que está incrustado en la vehemencia ancestral y, por tanto, difícil de erradicar. Pero en otras latitudes menos mediterráneas, como en el frío norte, también cuecen habas. Por aquí la cosa va en aumento. Un informe dado a conocer la pasada semana, cumplida la mitad del año, dice que el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) ha atendido en esta provincia, llamada Málaga, a un 15 por ciento más denuncias que en todo el año 2012, cuando asistió a 130 demandas de mujeres agredidas. La simple aritmética de la punzante estadística dice que terminaremos el año con un nuevo récord de agresiones. Esto en números redondos significa 73 mujeres y sus 86 hijos en estos primeros seis meses de 2013. Una contabilidad para agachar la cabeza.
El entramado protector de los centros de acogida y pisos tutelados supone una red general en toda Andalucía, ya que como medida de protección en ciertos casos las mujeres denunciantes deben ser trasladadas de ciudad. Como quiera que sea significa una destrucción del núcleo familiar, con las graves consecuencias que se pueden desprender para los menores a su cargo. Secuelas físicas y psíquicas que esos hijos arrastrarán para siempre. Las instituciones públicas encargadas del asunto son un paliativo, porque no pueden ni tienen la capacidad para solucionarlo de raíz.
En esto interviene la justicia y la protección, casi siempre escasa o insuficiente, de los cuerpos de policía. Las órdenes de alejamiento pueden no ser efectivas y hemos leído, en más de una ocasión, noticias donde el agresor se saltó tal prohibición y ejecutó a su víctima, antes su mujer. La gota que suele colmar el vaso conyugal y precipitar la acción homicida es la separación. Que la mujer decida poner fin a la relación suele ser el detonante para urdir la peor venganza. En la mayoría de los casos, cansada de agresiones, humillaciones y de ser señalada como la culpable de todos los males, la esposa, novia, compañera, opta por dejarle y eso a esta especie de macho-man le suena insoportable. Sólo se le atraviesa en su mente enferma aquello de ‘la maté porque era mía’. Un falso sentimiento de propiedad muy arraigado y patológico, impulsa a este espécimen a quitarle la vida a su mujer. La prensa recoge el drama en letras destacadas. Y el eco viaja por la nación como una plaga bíblica.
Está pendiente una revisión seria de la legislación penal al respecto. Se ha hablado por juristas de prestigio, políticos de alcurnia y otros del estudio comparativo, que estos delitos deberían ser castigados con la máxima severidad, para así disuadir a la manada agresora. En efecto, si a uno de estos asesinos se les conmuta la pena final en cinco años por haberse entregado, otros pocos por asegurar demencia repentina y temporal, y tras la condena firme de unos 15 años, se le va rebajando la pena por buena conducta, porque se puso a estudiar y otras menudencias conductuales dentro de la cárcel, resulta que sale libre a los 7 años o antes. Corolario, matar a su mujer le salió muy barato judicialmente hablando.
Si usted se siente cercada por un espécimen de esta calaña sepa que el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) recuerda: ‘No estás sola’ y el teléfono que puede salvarla 900 200 999 atiende siempre a toda hora y todos los días. Tolerancia cero con los maltratadores.