Andalucía ya tiene un Colegio de periodistas, lo que no tiene es empleo para tantos como son. Comienza en el peor momento de la prensa española
En Antequera se ha constituido oficialmente el Colegio de periodistas de Andalucía. Tras una década larga de negociaciones –algunos de los que iniciaron aquellas gestiones con la administración andaluza han fallecido–, por fin el Parlamento andaluz aprobó en 2012 la creación del Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía (CPPA), que ha tomado cuerpo legal el pasado sábado en el centro de la geografía andaluza, que marca el hermoso entorno antequerano. ¿Y ahora qué?
Unos dicen que los Colegios son organizaciones inapropiadas a los tiempos que corren, que no sirven para nada. En especial esta, que con la ley en la mano, va a servir de poco. Colegiarse, que es para licenciados o graduados universitarios en Periodismo o Comunicación Audiovisual, es un acto voluntario, que depende de la decisión personal de cada quien. El CPPA no puede obligar a ningún periodista a inscribirse. El ejercicio del periodismo por intrusos, sin títulos acreditativos, no está penalizado de ninguna manera. Es decir que para ejercer el periodismo no hay que estar colegiado y, en muchos casos, sobre todo en televisión, se puede ir de periodista sin serlo. Entonces, este CPPA nace con las manos maniatadas. Le va a ser difícil poner orden en el ejercicio profesional.
Una cosa es que los periodista y los medios de comunicación tengan en depósito el cumplimiento de la libertad de expresión, consagrada en la CE.1978, artículo 20, y otra muy diferente es que quienes ejerzan ese derecho pueden y deben ser todos los ciudadanos. No es un privilegio de periodistas, pero quienes lo ejercen como profesión y viven de ello, tienen o deberían cumplir con unos márgenes éticos y deontológicos. En ese territorio tal vez el CPPA pueda ser un factor de presión, para que los medios de comunicación públicos y privados contraten a periodistas profesionales, a quienes se suponen formados en tales deberes. Aunque eso está por verse. Con la ley en la mano no hay mucho margen para presionar a nadie, especialmente al sector privado, que es donde la sangría laboral tiene su mayor asiento.
También está la realidad de que los medios de comunicación son empresas y quienes las dirigen no siempre son periodistas ni tienen que serlo. El territorio de la prensa está abonado para toda clase de resquicios legales, donde los políticos y jueces siempre miran al lado, para no pringarse con la sacrosanta libertad de expresión. La tarea de este nuevo CPPA no va a ser fácil y puede convertirse, desde su propio nacimiento oficial, en una corporación de colegiados en la nada. No hay que confundir a este nuevo Colegio con un sindicato, ni los suple ni falta que hace.
Esta es una profesión u oficio, como le gusta llamarla a Gabriel García Márquez, donde sus componentes sí se pisan la manguera. Y tanto como haga falta. El cónclave de Antequera nació truncado porque una de las dos listas fue retirada por su líder, el profesor Antonio Ramos Espejo, quien había aducido defectos de forma en la constitución de la encabezada por Antonio Manfredi, cuestión que la Comisión Gestora desestimó. Así que el suspense se desinfló antes de empezar, ya que con una única lista, la de Manfredi, el resultado estaba cantado. Tuvimos un titular antes de que se contaran los votos emitidos. Hay que subrayar que de casi un millar de colegiados, sólo asistieron unos 140 periodistas lo cual desmejora la representatividad. Eso sin contar que en Andalucía, se estima en 8.000 los periodistas que podrían colegiarse.
La victoria de la lista de Manfredi, que hoy es legalmente el primer decano del CPPA, obtuvo 83 votos a favor con 42 en contra y 6 nulos, para un total de 131 votos emitidos. Parece una victoria pírrica si se toma en cuenta la escasa participación. Como quiera que sea esto ha echado a andar, aunque no se sabe muy bien hacia dónde. La principal tarea de esta nueva y primera junta directiva es proponer la defensa seria, decidida, contundente y efectiva de los puestos de trabajo de los periodistas. No será tarea fácil, la crisis viene golpeando al gremio periodístico frontalmente. Medios grandes y pequeños la vienen sufriendo con el horizonte de cerrar sus puertas, y cuando se cierra un medio, un poco de esa libertad de expresión se diluye. ‘Sin periodismo no hay democracia’, dice el eslogan acuñado por la FAPE, lo que no habrá al final será libertad para contar lo que realmente sucede, ya hay poca, pero sin medios y periodistas no habrá ninguna.
Si el CPPA sirve, de alguna forma, a contribuir a aportar soluciones en este panorama más que deprimido habrá servido para algo, la larga espera de esa década perdida. Nace en el peor momento para la profesión periodística. Pero tiene un inmenso compromiso: Servir como apoyo claro y ejercer presión en los medios todos en la defensa de un trabajo, que tiene una importancia enorme en una sociedad que se dice democrática.