La crisis va dejando cadáveres por el camino y aunque los muertos gozan de buena salud, los que mandan no saben muy bien cómo enterrarlos
Esto parece un caos apocalíptico. Una plaga que ha caído del cielo que se llama centros financieros, mercados, capitalismo salvaje. Por aquí los bancos dan sus resultados trimestrales y ¡oh, sorpresa!, todos ventilan ganancias, aunque subrayan los grandes que es gracias a sus inversiones foráneas. Ingenuamente se espera que empiecen a devolver lo que se les ha prestado, ¿o era a fondo perdido?, aunque ellos no pierdan. También podrían comenzar a pensar, sin prisas, a abrir el crédito a las empresas, a los particulares, a la adquisición de viviendas, ¿aprovecharán ahora para salir del ladrillo que les pesa en sus bóvedas? La banca es misteriosa, cuando acumula dinero no lo suelta tan fácilmente. Como en los Casinos, nunca pierde.
El señor Medel, que nunca habla o lo hace en críptica clave de banquero, ha declarado motu proprio que esa normativa de la Junta de Andalucía sobre expropiar a bancos e inmobiliarias que mantengan viviendas ociosas, no le parece bien, porque retrasará la salida de esos inmuebles y, claro, se le dificulta a la banca, especialmente a la que él dirige acabar con la pesadilla de los pisos sin vender o alquilar que ellos mismos propiciaron. Unicaja, que ha sido y es el pilar financiero de la Junta de Andalucía se revuelve cuando le tocan sus intereses directos. A los capitostes de Sevilla no les ha sentado bien. El socio banquero ha resultado ser eso: un banquero. ¿Qué esperaban, un Medel rojo? Habría salido en Guinness World Records y ese no es su perfil de comedido y discreto hombre siempre a la sombra del dinero. Ha estado fiel a su papel, habla cuando hay que hacerlo.
Las políticas de los bancos son siempre conservadoras y prefieren pecar de miedo que de arriesgados. Cuando lo hicieron, dando manga ancha a los créditos del ladrillo a mansalva, tanto a inmobiliarias y constructoras como a los trabajadores pomposos de aquellos años de expansión del cemento, su avaricia los condujo a esta situación; aunque ellos, realmente, no han perdido, porque al final la banca siempre gana. Sus declaraciones de la semana pasada así lo prueba.
La raíz, la madre de toda esta crisis española es el desempleo. La película puede titularse ‘Cómo buscar empleo y perecer en el empeño’. No hay ninguna política clara que cree empleo. Sólo pagar deudas, apretar los salarios a los que aún tienen sueldo, incrementar las tasas de todo tipo, empezando por el IVA y el IRPF; esa austeridad a la alemana, esa especie de IV Reich de mano al cuello, no está solucionando el fondo de esto, que es conseguir crear empleo. No es en la administración pública donde hay que buscarlos, donde la congelación es polar. Por el contrario habría que adelgazar esta administración sobredimensionada desde Madrid hasta el último municipio español, ¿a qué esperan? Tenemos más empleados públicos proporcionalmente que en esa Alemania perfecta.
¿Qué queda? El sector privado, que está en las últimas, excepto, como hemos visto, los bancos. Aquí, en esta Málaga de cine y tapas al sol, amenazan ruina empresas asentadas, como Isofotón, de las tecnológicas o las domésticas como Bazar San Juan, mientras cientos, miles pequeñas y medianas han ido echando el cierre sin parar. Sólo se mantienen las que logran exportar, y esas son escasas. Freixenet, vende filiales. La televisión privada acusa un descenso de la publicidad del 15 por ciento en lo que va de año, un indicador preciso de que el sector privado pierde gas. Entonces, ¿dónde hay que encontrar empleo? Esa es una pregunta fácil, que tiene una respuesta difícil. Que la responda quienes tienen la responsabilidad de gobernar que les dio los votos mayoritarios. Pero sin pausas, porque la calle se puede llenar de cócteles Molotov, esas botellitas incendiarias que llevan el nombre del ministro de Exteriores de Stalin, que al final cayó y murió en el olvido.
Así, que crear empleo va a estar difícil. Estamos ante una crisis enrevesada, inédita, inescrupulosa y que se alimenta a sí misma. Declarar una emergencia grave nacional y aparcar las diferencias cotidianas entre los políticos, sindicalistas y empresarios podría ser una primera medida para aclarar el mercado laboral, si es que aún existe tal posibilidad. Los Grillo, los exaltados, los sin casas, los líderes mesiánicos, los ilustrados intelectuales y los asalariados acosados, pueden proponer a los desahuciados del trabajo un plan redentor, no olvidar que arrancarían con 6 millones 200 mil votos, que no está mal para empezar.
No, mi querido señor Pérez Ariza, no es el caos ni el apocalipsis. ¡Es la pesadilla del capitalismo global! Quizá venga al pelo aquella frase mágica tan empleada en la campaña electoral de Bill Clinton (1992) contra George H.W. Bush (padre), es la economía estúpido (the economy, stupid).
Una mejor reseña la podemos ver en la novela de aquel estadounidense deslumbrante, John Steinbeck, “Las uvas de la ira” (1939). En mitad de la Gran Depresión una familia de agricultores norteamericanos son expropiados por los bancos y arrojados al arroyo. En tal caso tiene razón: esa banca monstruosa y vampírica nunca pierde… o por lo menos lo intenta.