Violadas en Acapulco; mujeres taxistas sin taxis; bomberas sin mangueras; periodistas en escasos puestos directivos, ejemplos de que falta mucha igualdad
Aunque vaya por delante que ese invento político de la paridad es un concepto discutido y discutible, en los cargos públicos se debería mirar más la capacidad, formación, experiencia y eficiencia del candidato y no su sexo, es cierto que una repaso a las estadísticas y protestas de las mujeres en diversos ámbitos profesionales hace pensar que la igualdad real es aún una meta por alcanzar. Sólo la presión de los colectivos femeninos ha hecho posible cierto nivel de representatividad en organismos públicos. Una igualdad precaria.
México. La vida de una mujer o su integridad como persona parece valer poca cosa en México. La aparición de fosas comunes repletas de cadáveres de mujeres, y el reciente caso de turistas españolas violadas en el hotel donde pasaban sus vacaciones, ponen a ese país entre los muy poco recomendables para vivir o visitar. La violencia es un signo de estos tiempos, pero la que se ejerce contra las mujeres en ámbitos domésticos o escenarios como el mexicano claman a la justicia más rápida y eficiente.
Ese país ostenta el siniestro récord de 120.000 violaciones al año, una cada cuatro minutos, tal parece un deporte nacional. Allí lo llaman ‘feminicidio’. Ahora han saltado las alarmas porque las violadas son extranjeras y turistas, pero poco salta de la verdadera realidad cuando son mexicanas y aún menos si son de etnias indígenas. Dejaba escrito la pasada semana en El Mundo, María Verza: “La violencia contra las mujeres en México va de los feminicidios, a la trata, las violaciones, los abusos, los golpes, la criminalización del aborto o los toqueteos en el transporte público, segregado por sexos en la capital y otras ciudades para evitar males mayores”. Una nación ejemplar para España, que ha perdido el Norte por el respeto a las mujeres. México tiene que solventar ese problema y pronto.
España. Pero tampoco se está por aquí para dar ejemplo. La prensa concluye cada año con una contabilidad de mujeres maltratadas o asesinadas por sus maridos o novios. No soportan que ellas tomen la iniciativa de dejarlos. En 2012, un año con menor incidencia de este tipo de delitos, fueron asesinadas 57 mujeres. La estadística siempre es notoria, ya que una sola es demasiado. 2007: 71; 2008: 84; 2009: 68; 2010: 85; 2011: 67, mujeres asesinadas. Durante este año, que está comenzando, esta contabilidad siniestra alcanza la cifra de 13 mujeres ultimadas. Sin dejar de lado el tráfico de mujeres por las mafias de la prostitución y las drogas. Esto sin contar las barbaridades a las que someten a mujeres de ciertas etnias o religiones, donde éstas son tratadas peor que animales domésticos.
Pero la violencia extrema que les cuesta la vida misma, no es la única. Hay otra menos visible, más soterrada que están presentes en muchos ámbitos de la vida española. En el Banco identitario de Andalucía, Unicaja, no tienen ni a una sola mujer entre sus altos cargos directivos, según consta en el actual organigrama de la entidad, reorganizado a principios de este año. Es conocida la vis conservadora de la masculinidad bancaria. Marca de la casa que los asuntos de dinero lo lleven hombres de corbata.
En el ámbito de la prensa, la cuestión es paradójica. Mientras las aulas de las Facultades de Comunicación están pobladas mayoritariamente por chicas y las redacciones también –incluso se da la paridad–, cuando se observa el mapa de los cargos directivos en los medios, la cosa cambia. Según el Informe de la Profesión Periodística 2012, y por sólo citar a los medios impresos, los redactores ocupan un 18,8; mientras que las redactoras son el 31,1 por ciento. Al subir en el primer escalón de las jefaturas varias que caracterizan a las redacciones de los periódicos, las relaciones empiezan a cambiar de esta manera: jefes de sección: 7,1 hombres; 4,5 mujeres; redactores-jefes: 7,4 contra 5; subdirector: 2,0 y 0,3, respectivamente; director adjunto: 1,1 contra 0,3; director: 6,3 hombres y 2,5 mujeres. Es un ejemplo donde la paridad es real, pero los cargos decisorios no.
Aquí, pese a una insoportable agresividad de la violencia machista, no estamos en el extremo panorama mexicano, que los colegas de allá han bautizado como ‘feminicidio’, que es como se define esa campaña de exterminio que se ha cobrado la vida de miles de mujeres, según viene señalando Human Rights Watch.
Las sociedades patriarcales han ejercido de acicate de una cultura claramente asimétrica a favor de los hombres, esto históricamente ha llevado a un sometimiento e intento de control de unos hacia otras, licitando en algunos casos el uso de violencia física y estructural (menos notable pero igual de limitante).
Nuestro país no es un adalid de la igualdad a pesar de las políticas que lo han intentado, pero se ha andado camino para ir cambiando la permisividad social aunque queda camino por recorrer para obtener una simetría estructural y funcional, que desde mi punto de vista debe nacer en la cultura de la familia y trasladarse a la educación reglada y a los iguales.
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