Esto es la lotería del desempleo. El trabajo es una especie en vías de extinción. Los expertos dicen que hasta 2014 no se encontrará uno, ¿cómo lo saben?
Hoy martes, 1 de mayo, los trabajadores no tienen nada que celebrar. Ni reivindicaciones que plantear porque casi el 24,5 por ciento de la fuerza laboral de España está sin curro. Antes, los sindicatos pedían mejoras salariales, reducir la jornada laboral. Hoy gritarán que quiere un empleo para sus representados, no para ellos. El número del paro le puede tocar a cualquiera. La pandemia que azota a este país se llama desempleo. No tiene visos de mejoría, ni seguridad alguna de que vaya a remitir. El paro es una carcoma que horada la conciencia de esta sociedad, antaño próspera, que se miraba en el espejo de Alicia y veía un país de maravillas. El espejismo se diluyó como un azucarillo.
La ya temida Encuesta de Población Activa (EPA) que debería pasar a llamarse de población desactivada, marca un nuevo récord, otro hito para la estadística europea. 2012 arranca con reformas para detener o paliar el déficit y enseñar a ser austeros, pero la maquinaria de la economía sigue destruyendo empleo. Una pesadilla que la EPA cataloga con fríos números absolutos y porcentajes de vértigo: 5.639.500 totalizando el gran desfile de parados; de esos, 1.329.600, casi una cuarta parte del total, son andaluces. Y los malagueños concurren en esta parte con 275.000. Tenemos el honor de ser la CCAA con más paro, tras Ceuta. Estas malas noticias firmadas por la EPA refieren el primer trimestre del año, quedan nueve meses más de inventarios.
Hay quien se pregunta ¿hasta dónde tiene que llegar este paro para que los desempleados formen un frente popular? Los puestos de trabajo han desaparecido y ya nadie los busca. No se encuentran, pero tampoco se crean. También hay otra interrogación: ¿Habría que plantear un plan de emergencia nacional para crear empleo? En los años treinta los EEUU crearon millones de empleo con un método semejante. Es cierto que un gobierno no puede obligar a una empresa privada a contratar más personal, pero eso es en condiciones normales. Esta plaga no es una situación normal. La EPA canta claro.
Málaga, tan celebrada como motor de la economía andaluza, produce ahora 255 parados por día, una tasa del 34,61 por ciento, sobrepasando a la media nacional en diez puntos. Málaga ha caído en picada, ni las contrataciones temporales, ni el turismo, ni los cruceristas, nada para el abismo del paro malagueño. Los estadísticos compartimentan sus estudios entre hombre, mujeres, jóvenes, los de larga duración, las familias con todos su miembros en la cola del INEM o los que ya se les acabó el subsidio, una legión. Pero el cómputo general es que son demasiados sin empleo para que estemos tranquilos.
El verbo ahorrar se conjuga en todos sus tiempos. La gente ya mide hasta el gasto inevitable de los alimentos, ahorra gasolina, se traslada en bici –no hay nada malo en ello–, reduce el humo del tabaco. Tirios y troyanos están de acuerdo y claman al unísono. Los sindicatos afirman que sólo en el sector servicios, especialmente el vinculado al turismo, mantiene cierta posibilidad de ofrecer trabajos, aunque esporádicos y mal pagados, podríamos agregar. “No hay investigación, ni desarrollo y el crédito continua estrangulado por los bancos”, agregan. Pero en la acera de enfrente, los empresarios, desde la CEM se alarman ante los datos de la EPA, que colocan a Málaga a la cola creciente del desempleo rampante. Los representantes locales del sector privado de la economía no creen que la reciente reforma laboral facilite, en lo inmediato, la creación de puestos de trabajo.
Los datos de esta estadística de la destrucción marean y cierran puertas a la imaginación del futuro. Por delante tenemos un páramo de salarios congelados, un Estado paralizado por el déficit, un gobierno europeo plagado de tecnócratas de lápices afilados y un mercado financiero que ordena y manda desde la helada trinchera de las cuentas de resultados de sus balances, que no permiten pérdidas, tal vez menos ganancias que en años anteriores, pero jamás números rojos. Ese color contable se ha instalado en los hogares andaluces, para mayor gloria de los tiburones de las finanzas mundiales.